El mismo día en que la Federación Internacional de Atletismo anunciaba oficialmente que, una vez reanalizadas las muestras antidopaje recogidas en los Mundiales de Helsinki 2005, se iba a proceder a la sanción de seis atletas, entre ellos tres medallistas de oro y dos de plata, el Consejo de Ministros de España daba el pistoletazo de salida a la nueva Ley Antidopaje.
Dos buenas noticias para el deporte limpio. Desde hace tiempo las muestras de los grandes campeonatos que dieron negativo en su día se congelan a la espera de que nuevos avances en la detección permitan revisar los resultados. Es lo que ha sucedido ahora con Helsinki 2005 y es lo que sucedió hace poco con Atenas 2004: se sancionó al ucraniano Yuriy Bilonog y, en consecuencia, Manolo Martínez pasó a ser medallista de bronce.
La ley que comenzó el viernes su tramitación mejora sustancialmente la denominada Ley Lissavetzky, llena de pequeños agujeros por donde se podían escapar muchas cosas. Ahora se ha perfeccionado y está perfectamente homologada internacionalmente. Los controles, por ejemplo, los hará la Agencia nacional, y no por las federaciones, de las que podría sospecharse que eran arte y parte. Yo creo que es un gran avance, aunque sigo pensando que los deportistas dopados deberían tener también responsabilidad penal, y no sólo administrativa. Pero es sólo una opinión.
Y vamos con el caso de los Mundiales de Helsinki 2005. Seis atletas de superélite que dieron negativo han sido ahora cazados: sus muestras biológicas fueron congeladas, a la espera de nuevos avances en la detección. Esos avances se han producido, se han vuelto a analizar y, ¡oh sorpresa! Esas muestras han dado ahora positivo. Y se les va a sancionar. La Federación Internacional de Atletismo publicó ayer la información en su página web, con nombres y apellidos.
Temblad, tramposos. El brazo largo de la ley caerá sobre vosotros, tarde o temprano. Y yo me alegro.
Se trata de los bielorrusos Ivan Tsikham y Vadim Devyatovskiy (oro y plata en martillo), Andrei Mikhnevich (sexto en peso), Nadzeya Ostapkovich (campeona en la misma prueba) y las rusas Tatyana Kotova (plata en longitud) y Olga Kuzenkova (oro en martillo). Es decir, de los seis, cinco fueron medallistas. Y de ellos cuatro son bielorrusos y dos rusos. Esa concentración en sólo dos países y, sobre todo, el largo número de atletas de Bielorrusia (todos lanzadores, por cierto) resulta más que sospechosa.
Desde hace años la práctica de congelar las muestras y esperar a que avance la ciencia legal, la que lucha contra el dopaje, se ha generalizado en las grandes competiciones. Y esa política de extrema dureza, la que hay que tener, por cierto, está dando resultados.
No nos olvidemos que hace bien poco Manuel Martínez, el Gran Capitán del atletismo español, subió de la cuarta plaza al bronce olímpico de lanzamiento de peso en Atenas 2004 después de que el campeón de entonces, el ucraniano Yuriy Bilonog fuese también cazado años después.
Espero que Manolo reciba su medalla de bronce en una ceremonia adecuada, y no en un oscuro despacho. Estoy seguro de que Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español, tendrá esa sensibilidad.
En fin, que los dopados no están a salvo, aunque pase el tiempo. Las muestras de Londres 2012 también están congeladas. Quizá dentro de algunos años tengamos sorpresas.
Lo único malo de todo esto es que hay que rehacer casi permanentemente la historia. El medallero de Helsinki 2005 no tendrá ahora nada que ver con el original, ni la clasificación por puntos. Y habrá que estar atento para rectificar todos los resultados.
Por cierto. Después de lo que está pasando ya no vale ese argumento que suelen dar los atletas dopados o sus protectores: “Nunca he dado positivo”. No lo diste en su momento, pero, ¿y después? Marion Jones nunca dio positivo y confesó que se había dopado sistemáticamente. Ben Johnson pasó cientos de controles sin mácula, hasta que cayó en Seúl 1988, y todos sabemos cómo estaba. Los controles tienen sus limitaciones y los tramposos van habitualmente por delante de la legalidad, lo mismo que los ladrones van por delante de la policía.
Pero todo está cambiando…