De repente la Liga está decidida porque el Ciudad Real, que llevaba tonteado con una sorpresa negativa, se dejó dos puntos en Zaragoza con ese final espantoso, impropio para un plantel de tanta categoría, al que en cinco minutos se le esfuma la Liga. Es cierto que quedan partidos, pero las matemáticas no tienen que ver con la realidad: si el Barcelona no ha perdido hasta ahora, no se comprende que vaya a perder dos partidos en el último tercio de la Liga.
Si los azulgrana no ganan el campeonato sería el desenlace más sorprendente de lo que va de siglo, y por fin la Asobal daría qué hablar, porque ahora mismo ni genera polémicas, o cuando empiezan se acaban antes de empezar. Por ejemplo, Jicha ha sido elegido el mejor jugador del año 2010; pues bien, no se ha enterado nadie, o casi nadie. Tampoco se sabe bien cómo, quién y por qué le han elegido. Más o menos como con Messi, Xavi e Iniesta, que el mundo del fútbol ha vivido de esa elección dos meses antes y otros dos después, y se sabe hasta los votantes que se han equivocado a la hora de posicionar su voto.
Es que el balonmano tiene un problema de vivir de espaldas a la realidad. Una vez me decía Manolo Frías, compañero del ABC, ahora en otro medio, que el gran problema de este deporte era la influencia de la Europa del Este, que de haber caído en manos estadounidenses, sería otra cosa. Y es cierto. El balonmano en general, Alemania al margen, no reconoce la importancia que tienen los medios de comunicación. Vamos, que en la mayor parte de los eventos se les evita, se les deja fuera, se les ningunea. Y así le va a este deporte. Si no consigue ilusionar a quien transmite sus noticias, difícilmente creará noticias ilusionantes. Vamos, que es imposible.
También es cierto que la crisis ha dejado temblando a la Liga. Pues bien, es el momento de que aparezcan los directivos. Vamos, los que se sienten directivos de verdad más que de tarjeta de presentación. Es el momento de las ideas renovadas, de asumir la situación y sacar adelante unos presupuestos sin las ayudas institucionales. No es el tiempo de meter la cabeza debajo del ala, y llorar como plañideras.
Y tampoco es el tiempo de negarlo todo, de oponerse a todo, y no hacer nada. Es como eso de los 110 kilómetros de velocidad máxima que nos ha impuesto el Gobierno. Se habla de ello en las teles, en los bares, en los mítines, como si los 120 por hora de máxima que estaban vigentes hasta ahora fuese la velocidad ideal. Pues no. 110 o 120 son velocidades aleatorias…y sigo sin entender por qué no hubo revuelo cuando se marcó 120 y sí se discuten los 110, y eso que ahora se da una razón…Pero bueno, tampoco vamos a meternos en esta política de barrio que se ha instalado en nuestra sociedad, porque el país como el balonmano también necesita de ideas originales más de que de negar cualquier propuesta.
Siempre he pensado que es mejor hacer algo, que por poco y equivocado que sea, siempre será mejor que morir por inanición. Hasta ese suicidio del Alcobendas, consentido para vivir, es mejor que el inmovilismo vigente.