Tomás de Cos
El suizo volvió a ganar un nuevo ‘grande’ el pasado domingo en Melbourne. El resultado no puede ser más favorable para él: 16 victorias por 6 derrotas en sus veintidós pulsos con la historia, que le señalan como el más sabio, elegante y competitivo artista de la raqueta de todos los tiempos.
Con su triunfo en Australia, su cuarto entorchado, se distancia del resto de leyendas. A sus 28 años ya suma dos títulos más que ‘Pistol’ Sampras y está a la misma distancia de las reinas Navratilova y Evert. En activo, sólo Nadal parece capaz de seguir su estela y está a ¡10 títulos! de su marca.
Su sombra es tan alargada que ha oscurecido a jugadores de distintas generaciones. En sus comienzos coincidió con Sampras, de quien heredó el jardín de Wimbledon. Vivió la época de los grandes sacadores, del juego de saque-red, pero ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, en los que la base es el tenis desde la línea de fondo y los tenistas se han convertido en auténticos atletas.
Con su descomunal talento apagó, una a una, a todas las estrellas de su generación: de Hewitt a Roddick, pasando por Haas, Ferrero, Safin… Y su esfuerzo por actualizarse le ha hecho mejor y capaz de tutelar a los nuevos jóvenes talentos: Nadal, Djokovic, Murray, Del Potro o Cilic.
Hace años que reserva sus mejores faenas para las grandes plazas, en las que ha disputado los últimos 41 torneos más importantes de forma consecutiva. En el resto, mantiene una nota alta pero aprovecha para probar cosas distintas.
Tampoco las lesiones han podido con un privilegiado físico cuidado con esmero. Un dato, este último, digno de admirar en un deporte con un calendario sencillamente inhumano. Claro que su escrupulosa selección de torneos, motivo en parte de su formidable éxito, también le ha granjeado duras críticas por su renuncia continuada a la Copa Davis.
En busca del último récord
Gracias a su lección de tenis a Murray en la Rod Laver Arena, el suizo convirtió las lágrimas de 2009 en sonrisas en 2010. Una alegría más que justificada, porque además ha engordado su colchón de puntos como capo del tenis mundial. Ahora aventaja en 3.040 puntos a Djokovic, en 3.550 a Murray y en 3.680 a Nadal, lo que le asegura el nº 1 hasta después de Roland Garros, donde defenderá título como primer favorito.
Esta semana empata con el mítico Jimmy Connors en número de semanas al frente de la clasificación (268) y a finales de mes ya habrá superado a Ivan Lendl (270). Y si nada cambia de forma súbita, el 14 de junio, a una semana del comienzo de su torneo talismán, superará la (hasta ahora considerada como inalcanzable) cifra de Pete Sampras (286). Una previsión basada en su habitual regularidad y en su mal comienzo de temporada de 2009 (semifinales en Indian Wells, Miami y Roma y octavos de final de Montecarlo).
¿Quién se atreve a vaticinar dónde está su límite?
Pero lo más grande de su personalidad es que no se cansa de ganar. Desde su explosión en 2003 ha acabado las temporadas con un porcentaje siempre superior al 80 % de partidos ganados (2003: 82.1%; 2004: 92.5 %; 2005: 95.3%; 2006: 94.8%; 2007: 88.3%; 2008: 81.5%; 2009: 83.6%). Lo que habla a las claras de su infinita ambición.
Ni su reciente paternidad, ni los más de 55 millones de dólares ganados en premios (poca cosa comparado con sus ganancias publicitarias: Nike, Wilson, Rolex, Gillette…), ni la nueva y talentosa generación de tenistas, han saciado su hambre de triunfo. ¿Dónde está su límite? Probablemente sólo él lo conozca.