LA FIGURA DE RAFAEL NADAL
1ª PARTE: Un ejemplo para los jóvenes.
Cuando las personas adquieren relevancia en su faceta profesional hasta el punto de recibir la consideración de “ejemplo a seguir”, ineludiblemente la opinión pública comienza a interesarse no sólo por su trabajo, por su obra, sino también por su persona. Es una cualidad innata al ser humano querer conocer las características de aquellos que destacan para aprender en el plano personal y utilizar lo aprendido como herramienta en el día a día.
Esto es muy patente en el plano de las ideologías; personalidades reconocidas como Gandhi inducen a mantener una actitud pacífica, la figura de Bill Gates induce a un comportamiento emprendedor, Stephen Hodkin soporta el emblema del hombre luchador; y es innecesario seguir porque la lista es interminable.
En el mundo del deporte, aunque se trata de un desempeño profesional menos sublime que los ejemplos anteriores, es indiscutible la influencia que ejercen los deportistas de elite en la opinión pública. Hay algo de tribal, de ancestral en este fenómeno, y nos recuerda desde las pruebas de iniciación en determinadas culturas africanas hasta los mitos de héroes de leyenda en la Grecia Clásica.
En España, un país en el que desgraciadamente lo único que tenemos en común es que no queremos tener nada en común, las grandes gestas deportivas se forjaron desde la despensa de individualidades. Nuestra única vía de desarrollo y crecimiento es la generación espontánea.
Así, admiramos a Bahamontes que se curtió en la bicicleta subiendo las cuestas de Toledo como cartero; al inefable Angel Nieto, que aprendió a derrapar por las calles de Madrid cogiendo las monturas “prestadas” como ayudante de taller mecánico; a Severiano Ballesteros, que de pequeño pateaba los campos de golf cargando con los palos de los golfistas como caddie, y a muchos más hombres creados por sí mismos de cuyos nombres no puedo acordarme…
Rafael Nadal Parera no ha nacido en un entorno deprimido, por lo que su mérito personal no se puede encuadrar en el de la lucha por la supervivencia, pero a mí personalmente me produce una consideración especial su figura, no solo por sus cualidades como tenista, indudables por otra parte, sino por el ejemplo que ofrece a las nuevas generaciones de deportistas.
Empezó a los 4 años, demasiado pronto, antes que muchos deportistas, por lo que aprendió a empuñar la raqueta antes que a sumar. Todos los días del año, según sus propias declaraciones, se pasaba horas entrenando por las tardes, pues por las mañanas tenía que ir a clase en el colegio.
En su primera aparición pública en televisión, a los 12 años, se dedica a explicar a las cámaras que “el contrario era bastante mejor que él y que por eso había perdido el partido”: Lo que estaba haciendo era dar luz al embrión de una actitud humilde, a esa naturaleza modesta que posteriormente tantas veces hemos intuido.
Si el lector hace un esfuerzo retrospectivo y recuerda cuando uno tenía 17 años, enseguida le vendrán a la cabeza “aquellas dudas fudamentales” que impregnan a la adolescencia. Durante la adolescencia se adolece de muchas cosas, sobre todo de seguridad en sí mismo, y el método natural de luchar contra esa inseguridad es mostrar lo contrario: petulancia, arrogancia en los momentos cotidianos, y también lo contrario: hundimiento, inseguridad, temor en las situaciones límite o ante el público que nos escruta.
Pues bien, Rafael Nadal, con solo 17 años se planta ante 17.000 espectadores en un recinto cerrado, con su humildad en la bolsa, y, sin el mínimo atisbo del miedo que aconseja su edad pasa por encima de todos y vence en Roland Garrós la primera vez que se presenta. Amigos: no lo banalicemos: eso no lo había hecho nadie en la historia del tenis desde Borg.
Desde entonces ha batido todos los récords habidos y por haber en un tenista de su edad, y actualmente tiene el honor de ser el jugador que en su carrera profesional ostenta el mayor porcentaje de victorias/derrotas del mundo, con un 85%, muy por encima de todos los grandes de la historia del tenis.
Sin embargo, dentro de su timidez, cuando le oímos hablar, siempre recibimos el mismo mensaje: “el otro es favorito”, “he ganado porque he tenido suerte”, “porque el otro ha salido nervioso o no ha tenido su día”, “me ha costado muchísimo vencer”etc…etc…Jamás en su vida profesional nadie le ha oído decir “yo soy mejor”, “yo voy a ganar” ni esas frases propias de la juventud que tanto frecuentan sus oponentes, algunos de ellos rivales directos en el trono del tenis.
Nadie le ha visto tirar una raqueta enojado, dice que “porque le parece una falta de respeto con los que tienen que pagarse una raqueta con esfuerzo”, nadie le ha visto encararse al público durante un arrebato, ni siquiera una palabra altisonante en un grito de rabia, ¿Cómo es posible tanto autocontrol? Probablemente porque no necesita autocontrolarse, sencillamente es así, combina la educación con la personalidad serena.
Esto podría inducir a pensar que su carácter es recesivo y débil: nada más lejos de la realidad. Cuando hay que “sujetarse los machos”, cuando hay echarle huevos enfrentándose nada menos que a un poder fáctico en defensa de una causa justa, el líder, el revolucionario, el primer legionario en salir de la trinchera es Rafael Nadal.
Conclusión: Rafael no se enfrenta a un pobre árbitro o a un simple espectador que paga su billete; si ha de echarle relaños lo hace y sin dudarlo con “los de la sartén por el mango”, con los señores de negro de la ATP, con los organizadores de grandes torneos, con los capos de la Federación de Tenis, con los líderes políticos, y con todo aquel dictador importante que se presente dispuesto a imponerse sin una raqueta en la mano. Y todo ello con sus 22 años recién cumplidos.
Nadal es, a mi modo de entender, un ejemplo a seguir desde el prisma de la personalidad y de la actitud en la vida. Él representa lo que casi ninguno somos o no fuimos a su edad: el hombre cortés y condescendiente con los inferiores (casi todos sus compañeros lo son), y aguerrido y valiente con los poderosos.
07/09/2008 04:31:39 PM