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MEDIO AMBIENTE

38 kilómetros, 9 minutos: al vuelo de la vergüenza le cortan las alas

Qatar Airways cancela la ruta de transporte de mercancías entre Maastricht y Lieja, dos ciudades situadas a 38 kilómetros, por el alto coste medioambiental de un vuelo semanal de nueve minutos de duración.

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Hay triunfos que merece la pena celebrar y que, por pequeños que sean, sientan un precedente con posibilidades de crear un efecto dominó. Es el caso del reciente caso que protagoniza Qatar Aiways, que ha decidido cancelar una ruta de transporte de mercancías entre Maastricht y Lieja, dos ciudades situadas a 38 kilómetros, por al alto coste medioambiental de un vuelo semanal de nueve minutos de duración.

Y es que, cada domingo, se realizaba un vuelo desde Doha (Qatar) hasta Ciudad de México (México) con escala en la localidad belga de Lieja, pero la ruta sufrió una alteración cuando un cliente holandés solicitó explícitamente recibir su entrega en el aeropuerto de Maastricht. Una solicitud que provocaba que primero hiciera escala en la ciudad holandesa para más tarde, 9 minutos después, aterrizar en la localidad blega.

Un sinsentido al que la compañía aérea qatarí pondrá fin en cuanto concluya el contrato dentro de unas cuatro semanas y que pone encima de la mesa una situación más habitual de lo que cabría pensar ya que tanto a nivel de pasajeros como de mercancías se producen varios trayectos a diario por todo el mundo con característica quizá no tan llamativas, pero igualmente perniciosas para el medio ambiente.

Trayectos que en muchos casos podrían realizarse cómodamente utilizado trasportes menos contaminantes a cambio de una pequeña demora de tiempo. Según denuncia el movimiento belga Demain, impulsor de la denuncia contra el vuelo de Qatar Airways, en la actualidad un 0,15 % del transporte de mercancías se hace en avión, lo que supone un 3 % de las emisiones de CO2 del planeta.

Daños colaterales

Pero este tipo de vuelos también tienen implicaciones más allá de la emisión de gases contaminantes ya que otros aspectos como la contaminación acústica o el impacto para las áreas cercanas a los aeropuertos deben ser tenido en cuenta. Por no hablar de las emisiones que se multiplican durante el despegue y aterrizaje y que incluyen óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono e hidrocarburos por lo que además plantea un grave perjuicio para la salud de quienes residen cerca de los aeropuertos.

Así pues, el triunfo simbólico de la ecología puede suponer que en el futuro se replanteen rutas con un alto coste medioambiental para las que se puede buscar alternativas menos contaminantes.