El ‘Infierno de Hinault’: “Esta carrera es una mierda”
El francés tenía absoluta animadversión por París-Roubaix, pero no cejó en su empeño de conquistarla, cosa que logró en 1981 de forma épica.


Tadej Pogacar es el tercer eslabón de una cadena que comenzó con Eddy Merckx y a la que dio continuidad Bernard Hinault. Tres depredadores insaciables, cada uno con su personalidad y estilos propios, que tienen como mayor punto en común su primordial propósito: la historia del ciclismo. El belga y el francés también comparten diferentes conquistas en su extenso palmarés, pero hay una codiciada pieza para el bueno de Pogi que los otros dos sí tienen: París-Roubaix. Este domingo, 44 años después del último precedente, el esloveno puede unirse a ellos para la eternidad.
Aunque no muchos campeones del Tour de Francia han aceptado el desafío de París-Roubaix, la incursión de Pogacar sobre los temibles adoquines del ‘Infierno del Norte’ ha generado una expectación pocas veces vista en los últimos tiempos. Y es que aunque corredores como Bradley Wiggins o Greg LeMond lo intentaron en décadas pasadas, hay que remontarse hasta 1981 para ver triunfar a un ganador de la Grande Boucle en el velódromo de Roubaix. Como no podía ser de otro modo, ligado a la historia de los más grandes de este deporte, el esloveno tratará de emular la gesta que aquel año logró Hinault. Una gesta con mayúsculas.
La historia de ‘El Tejón’ con París-Roubaix fue de lo más particular. En ocasiones se asocia un escenario o competición a un deportista como una relación de amor/odio por la relación entre éxitos y fracasos, pero en el caso del francés no fue así. Lo de Hinault con París-Roubaix era odio, una animadversión absoluta desde el primer momento que experimentó en sus carnes el sufrimiento extremo que trae consigo esta carrera. “Es una carrera de mierda, pero acudiré a ella para demostrar que puedo ganarla”, expresó rotundamente Hinault, con su férreo carácter característico, durante sus fallidos intentos en 1978 (13º), 1979 (11º), y 1980 (4º). Al año siguiente todo cambió para él. A la cuarta fue la vencida…
Su impoluto maillot arcoíris, que reflejaba su oro mundial de 1980, no tardó mucho en ensuciarse. El barro, fruto de la lluvia que cayó durante aquella mañana de 1981, fue el ingrediente predominante de la París-Roubaix. Épica y sufrimiento solo apta para los más valientes. Horas antes de saborear la gloria, Hinault vivió un auténtico calvario, el ‘Infierno del Norte’ en estado puro. Y es que el Tejón sufrió hasta cinco caídas, siendo la última de ellas a 13 km de meta por un perro que se metió de improviso en uno de los tramos de pavés. El francés se fue el suelo una vez más, donde pudieron desparramarse todas sus ilusiones de no ser por su inquebrantable tenacidad. Él había ido allí a ganar, a cualquier precio, y nada iba a impedírselo.
Los cinco que se le marcharon por delante no eran ni mucho menos unos cualquiera, lo que otorgó más mérito a la posterior victoria de Hinault. Lleno de rabia, el Tejón pedaleó con todo para enganchar poco antes del velódromo al grupo de cabeza, en el que rodaban tres ganadores de la carrera como Francesco Moser, Roger de Vlaeminck y Marc Demeyer. En la última vuelta, Hinault desató toda su furia, anticipándose al resto en el esprint para llevarse un triunfo inolvidable, histórico. “¿París-Roubaix? Es una gran carrera. Para el público… Ya he ganado esta mierda, espero no volver a ver esos adoquines”, declaró Hinault después de su heroicidad. Liberado de ese peso que su propia ambición le había colocado sobre sus hombros años atrás, el francés incumplió su palabra al año siguiente, pero no consiguió defender su corona de ganador (9º) en lo que fue, esa vez sí, su última aparición en París-Roubaix. ¿Le emulará Pogacar con el maillot arcoíris?
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