Vincenzo Nibali fue el más listo del grupo de favoritos que llegó a la meta de Andorra. El italiano de 32 años sabía perfectamente lo que tenía que hacer: “A 500 metros hubo un pequeño parón y ahí arranqué yo”. Tomó los metros necesarios para ganar y tener tiempo hasta para estrenar celebración. Se puso una mano en la cabeza a modo de aleta, haciendo referencia a su apodo ciclista: el Tiburón de Mesina. “Nunca lo había hecho, pero quería hacer algo que me representara y se me ocurrío eso”, explicó luego con una sonrisa.

Ganador de la ronda en 2010 (tiene las tres grandes) y tercero del Giro, desde Nimes muchos lo han señalado con uno de los grandes favoritos a la general, pero su victoria quizá esconda que pasó por dificultades en la última subida, en La Comella: “Fue un día difícil, sufrí e incluso me descolgué, pero regulé, conseguí reengancharme y quizá eso hizo que pudiera guardar un poquito para el final”.

Aún así, la victoria le hace subir enteros y ya es quinto en la general a 10 segundos de Froome. “Es una victoria importante para mí, me da confianza, y también me alegro mucho por el equipo. Algunos compañeros están pasando un mal momento y encima Javi Moreno tuvo que retirarse por una caída, este triunfo también va por él”. Una victoria, además, en casa de Purito, exciclista y miembro de staff del equipo del que el italiano ha destacado desde el primer día su importancia a la hora de analizar las etapas. El catalán, residente en Andorra, estaba “contentísimo”, pero le quitó importancia a su influencia: “Yo no tengo ningún mérito, él ya conocía perfectamente esta llegada y lo ha demostrado”.