PHOENIX SUNS

Bridges, de arma secreta a munición nuclear

Una exhibición defensiva para enmarcar contra Stephen Curry ilumina definitivamente la extraordinaria temporada de Mikal Bridges, un jugador esencial en los radiantes Suns.

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Pocas veces un partido de 2 puntos, un 1/4 en tiros sin pasar por la línea de personal ni jugarse un triple y 3 asistencias por 2 pérdidas ha tenido tanto impacto, ha sido tan relevante en la pista y a nivel mediático: un jugador excelente que está firmando una temporada estruendosamente buena se coronó ante el mundo, en uno de esos partidos que todos ven: contra los Warriors, en uno de los grandes duelos de regular season de esta era si se atienden a cómo llegaban los dos equipos, lanzados: la fuerza imparable contra el objeto inamovible. Los Suns, el objetivo inamovible, asfixiaron a los Warriors y ganaron incluso sin Devin Booker en la segunda parte. No necesitaban una demostración así de fuerza, pero por si acaso. Mikal Bridges, el jugador en cuestión, tampoco necesitaba un escaparate semejante. Pero por si acaso.

Un +21 en pista y 4 robos coinciden más que los números anteriores con lo que enseñaba al ojo el partido de Mikal, esencial para que los Warriors sumaran 22 pérdidas, solo anotaran un tiro libre en los últimos 5:19 y vieran como Stephen Curry firmaba una de las peores estadísticas de tiro de su vida. La peor, en regular season y playoffs, con al menos 20 tiros lanzados. 4/21, 3/14 en triples, 12 puntos y 2 asistencias. Peor: Curry, que acostumbra a agotar a los rivales con su movimiento sin balón y sus escaramuzas cortando la zona para encontrar situaciones de tiro, acabó exhausto, tomando aire como podía. No era capaz de despegar a Mikal Bridges, una sombra elástica de brazos inacabables que le había amargado la noche, a la que no había podido dar esquinazo, doblegar ni por talento infinito (a base de bombas lejanas) ni por motor. Bridges ganó la batalla individual, ganó el maratón entre bloqueos y sus victorias en esas batallas le dieron buena parte de la guerra a su equipo. Bridges defendió directamente a Curry durante 7 minutos y 21 segundos de tiempo real. En ellos, Curry no anotó y falló los tres lanzamientos que intentó.

Bridges es una de las razones obvias por las que los Suns llevan 17 victorias seguidas, las mismas que sumaron en la temporada 2006-07 en la mejor racha de su historia hasta ahora. Están a tres de ser el séptimo equipo que llega a 20 en los 75 años que ha cumplido la NBA. El tope son las 33 de los Lakers 1971-72. Los más recientes con al menos 20 son los Warriors (28 a caballo entre la temporada 2014-15 y la 2015-16), los Heat (27 en la 2012-13) y los Rockets (22 en la 2007-08). Esto es cosa seria, pero es que los Suns son cosa seria: después de diez años sin playoffs, un hazmerreir, han escalado desde su 8-0 en la burbuja a las Finales 2021 en las que se pusieron 2-0 (a dos pasos del título que se esfumó) y de ahí a este 18-3 que incluye, cuidado, un 12-1 contra equipo con al menos un 50% de victorias.

Como parte esencial de ese núcleo duro, Mikal Bridges no necesitaba hacer un partido así. Pero como América mira a veces de reojo a equipos como los Suns, esta actuación como secante de Stephen Curry, nada menos, eleva su perfil y asienta una candidatura para el All Star que ya habían inaugurado, antes de este partido, periodistas como Bobby Marks. En un año en el que la defensa ha vuelto a los titulares, en el que se anota menos y se disfruta más del físico y el aplique de los defensores, Bridges tiene que ser uno de los personajes trascendentales de este primer cuarto de curso. Primero se convirtió en el perfecto 3+D (defensa y tiros liberados). De ahí ha crecido hasta ser mucho más que eso, una fuerza disruptiva con una influencia enorme en los partidos, una tenaza que destruye a los generadores rivales y que combina físico, concentración y técnica defensiva. Implacable en el uno contra uno, en versión POA (point of attack), impecable por fundamentos, en los movimientos, cambios y ayudas. Un defensor total y un aspirante al premio de Defensor del Año. Con galones.

Esta temporada promedia 12,9 puntos, 4 rebotes, 1,4 robos y un fundamental 39% en triples (42,5% la pasada). Tiene 25 años y forma parte del draft 2018, en el que fue elegido con el número 10 y acabó en Phoenix Suns al lado del número 1, un DeAndre Ayton que también está rompiendo definitivamente en estrella (nada de lo que sucedió la temporada pasada era casual). Pero si bien los Suns se han liado con Ayton y han tacañeado con su extensión rookie, que sigue sin firma (algo muy extraño con un número 1 que viene de jugar unas Finales), con Bridges alcanzaron un acuerdo que ahora parece excelente para la franquicia: cuatro años y 90 millones de dólares. Esa extensión empieza la próxima temporada en 20,1 millones y acaba en el verano de 2026 tras cobrar 24,9 en la última. En la progresión actual del alero, una situación contractual de un valor excepcional para los Suns.

Del mismo modo que los Warriors ascendieron con Stephen Curry y Klay Thompson como estrellas pero con un draft instrumental como el de 2012 en el que se llevaron a Harrison Barnes y Draymond Green, los Suns tienen a Devin Booker y Chris Paul pero en 2018 amarraron a Ayton y Bridges. Un acierto tan rotundo que pocos les echan en cara que no apostaran por Luka Doncic (que pregunten en Sacramento…) y andamios para la reconstrucción definitiva de un equipo con molde para competir por el anillo durante años. La llegada de Ayton coincidió con el primer 1 en la historia de los Suns y con la presencia gigantesca del pívot allí mismo, en la Universidad de Arizona. Era una estrella local, un vestigio de los viejos picks territoriales, y un interior de posibilidades enormes. Incluso con Doncic por allí, una elección comprensible. La apuesta por Mikal fue más laboriosa, más pensada y perfectamente ejecutada: elegido en el 10 por Philadelphia 76ers y traspasado a los Suns. Era un pick que venía de los Lakers, que lo mandaron en 2012 a los Suns por Steve Nash. En 2015 esos derechos viajaron a Philadelphia en una gran operación a tres bandas (la de Brandon Knight, Michael Carter-Williams…) y finalmente el alero acabó en Phoenix. Cosas de las noches de draft.

Y cosas que iluminan a unos y machacan a otros. Los Sixers, que tanto presumieron de Proceso y tanto lustre sacaron a su colección de picks y derechos sobre jugadores, no supieron romper después ese túnel que, por muy fino que sea a veces, separa el presente del futuro, lo inmaterial de lo real. Se liaron buscando el formato en el que dar el salto definitivo y siguen sin pisar una final del Conferencia, con un payroll ahogante y en pleno culebrón Ben Simmons. Los Sixers, en 2018, enviaron a Mikal Bridges a Phoenix con alegría a cambio de Zhaire Smith, el pick 16 que ya no está en la NBA, y una primera ronda (que los Heat debían a los Suns) que acabó siendo Tre Mann, que hace lo que puede en los Thunder.

Bridges es de Philadelphia, fue allí una estrella de instituto y se convirtió allí en una estrella de College con Villanova, donde fue dos veces campeón en el equipo de hierro de Jay Wrigth (la segunda con Jalen Brunson, Donte DiVincenzo…). Era, como Ayton, una estrella local, una opción obvia y un jugador que los Sixers tenían en las puertas de su casa. Y cuya madre, para colmo, trabajaba en las oficinas de recursos humanos de la franquicia. Todo cuadraba, la elección se hizo, internet se llenó de historias sobre Mikal, su madre y el destino en Pennsylvania… y los Sixers lo enviaron a Phoenix Suns. Buscando un futuro que sigue sin llegar. Y facilitando el presente de unos Suns que son algo muy parecido al mejor equipo, ahora mismo, del mundo. En gran parte, gracias a Mikal Bridges. Elite defensiva de la NBA, un guerrero de equipo grande y un jugador definitivamente diferencial.