NBA | SIXERS 106 - HAWKS 109 (2-3)

Trae Young dirige un milagro

Los Hawks remontan 26 puntos en la segunda parte y están a un triunfo de la final de Conferencia. Colapso para la historia de los Sixers. Horrible noche de Ben Simmons.

0
Trae Young dirige un milagro
Brett Davis USA TODAY Sports

A veces, las cosas del deporte no tienen explicación. O la tienen, pero es mejor quedarse con la parte inefable, mágica, imposible. A veces las cosas pasan. Y como preferimos verlo así, hablamos de mística, de equipos del destino y de franquicias malditas. Hay un momento en el que uno no sabe, realmente es imposible saberlo, si todo eso es simple narrativa que se añade a los números y las estadísticas de los analistas, a las Xs, Os e Ys de los entrenadores, los factores que a priori explican todo. O más bien, hay veces que uno no quiere saberlo. Y esta fue una de esas veces: los Hawks ganaron en Philadelphia por segunda vez en su semifinal del Este (106-109) y dominan 2-3 con el sexto partido mañana en su pista (State Farm Arena, 01:30 hora española). Si ganan, estarán en primeras final de Conferencia desde 2015 (perdieron 4-0 contra los Cavs de LeBron James)… y la segunda desde la llegada a Atlanta, en 1968.

Los Hawks nunca han jugado unas Finales en Georgia (fueron campeones en St Louis, 1958). Y vivieron durante años de aquella semifinal del Este de 1988, un tremendo 4-3 a favor de los Celtics, Larry Bird contra Dominique Wilkins. En aquellos Hawks jugaba Doc Rivers, que ahora mismo está en el centro de muchas dianas. Tras su mala salida de los Clippers por un colapso horrendo en playoffs, está a una derrota mañana de firmar otro atasco infame, esta vez en su primer año en los Sixers. Si el equipo de Philadelphia no gana mañana, su temporada se habrá acabado y el último recuerdo que tendrá de jugar en su pista será este, una despedida entre abucheos y disgusto:

Los Sixers perdieron el primer partido, recuperaron el factor cancha en el tercero y han regalado los dos siguientes para pasar del 2-1 al 2-3. En el cuarto ganaban por 18 puntos, fuera de casa. En el quinto, en su pista, ganaban por 26. Estaban aplastando a los Hawks, arrasándolos, dominándolos por tierra, mar y aire. Pero un día después de que los Bucks perdieran una oportunidad gigantes contra los Nets, los Sixers les imitaron; dos equipos que buscan en los últimos años el paso adelante definitivo, y que nunca parecen darlo.

Desde luego, Joel Embiid está lesionado y todo pasa por ahí. Pero, repito: era un +24 ya en el segundo cuarto (56-32), un +22 al descanso (62-40) y un +26 (72-46) con poco más de 20 minutos por jugar. El parcial del segundo tiempo fue 44-69, el del último cuarto (se llegó 87-96), 19-40. En toda la segunda parte, solo anotaron canastas en juego para los locales Embiid y un Seth Curry que hizo un 9/12, acabó con 36 puntos y anotó cuatro de las únicas cinco canastas de su equipo en un último cuarto en el que se pasó de un 100-86 a 6:25 del final a un 104-109 en el último segundo, antes de una canasta final de Curry, que había anotado también la anterior más de seis minutos antes. En ese tramo que puede marcar una temporada y un proyecto, 0/9 en tiros, dos pérdidas, 2/6 en tiros libres. Y un terror creciente, finalmente hasta la retirada en desbandada, a medida que Trae Young entraba en calor. Y entró, vaya que sí: 39 puntos, 7 asistencias y los puntos para, junto a una canasta letal de Gallinari, confirmar un vuelco absolutamente imposible.

Embiid acabó con 37 puntos, 13 rebotes y 5 asistencias. Mermado, en partidos que se le hacen larguísimos, no se le puede pedir más. O sí: en esos seis minutos fatídicos falló cuatro tiros y los dos que lanzó en los últimos segundos desde la línea de personal, el clavo final en el ataúd de su equipo. Acabó el primer tiempo con 24+11 y un 9/11 en tiros, pero se vio limitado después, muy mal acompañado más allá de Curry: +11 con Embiid en pista, -14 en nueve minutos sin él. El partido señala a Doc Rivers, desde luego, pero también a un Tobias Harris esta vez negado (4 puntos, 2/11) y sobre todo a un Ben Simmons cuyos problemas en lo que hace mal eclipsan cada vez que llegan los playoffs sus obvias virtudes.

Esta vez el australiano se quedó, con debates rugiendo otra vez en su puerta, en 8 puntos, 4 rebotes y 9 asistencias, solo dos canastas (2/4)… y un 4/14 en tiros libres. El hack-a-Ben fue la estrategia de los Hawks hasta que Rivers tuvo que sentarlo, con lo que eso perjudica a su equipo en defensa. En estos playoffs, el australiano está en un 32,8% desde la línea de personal. Un espanto que en los últimos 25 años solo empeora el Ben Wallace de 2006 (27,3%). Doc Rivers, que dijo que se veía jugando el séptimo partido, fue claro sobre el problema con Simmons: “Hay que jugar minutos sin él, estamos preparados para hacerlo. Si mete los tiros libres, lo mantemenos en pista; si, no podemos hacerlo. Así son las cosas". Pues eso.

Este +26 desperdiciado es el tercer peor colapso en playoffs en un cuarto de siglo. Por delante, dos remontadas de los Clippers: -31 contra los Warriors en 2019, -27 contra los Grizzlies en 2012. Mañana, mientras la rodilla de Embiid suma minutos y kilómetros, hay examen final en Atlanta. Enfrente habrá un público rugiente y un equipo ahora mismo pletórico, liderado por un Trae Young que está dejando aroma a megaestrella en sus primeros playoffs (casi 29 puntos y 11 asistencias por partido). John Collins (19 puntos, 11 rebotes) y Gallinari (16+8) pusieron el acompañamiento al lado del veteranísimo Lou Williams, que ocupó el lugar que suele ser de un Bogdanovic bajo mínimos (6 puntos). El combo guard entró en pista en el tercer cuarto con su equipo en -21 y ya no se sentó. El parcial desde ahí fue de 31-55 y él puso 15 puntos y 3 asistencias, con un tramo clave en el último cuarto, antes de que Trae tomara finalmente el relevo.

En la Conferencia de Nets, Bucks, Sixers, Heat y Celtics, los Hawks de Nate McMillan y Trae Young están a una victoria (tienen dos balas, la primera en su pista) de la final. Un éxito atronador consumado tras una remontada histórica. Los Sixers están contra las cuerdas. Aturdidos, magullados, absolutamente aterrorizados tras un colapso terrible. Inexplicable… o perfectamente explicable. A veces, simplemente, es mejor pensar lo primero y quedarse con que, en el deporte, las cosas pasan. Por suerte.