BALONCESTO

¿Qué fue de Audie Norris? Del no del Madrid a las batallas con Fernando Martín

El pívot de Jackson (Misisipi, 1960) pasó siete tempordas en el Barcelona. Ganó tres Ligas y dos Copas. Aún se recuerdan sus duelos con la leyenda blanca.

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Audie Norris lanza ante Pinone en un Estudiantes-Barcelona.
Diario AS Diario AS

En marzo de 2019, el Barcelona colgó para siempre en el techo del Palau Blaugrana el ‘11’ de Juan Carlos Navarro. Su dorsal pasaba a ser el quinto retirado en la historia de la sección tras el ‘4’ de Andrés Jiménez, el ‘7’ de Nacho Solozábal, el ‘12’ de Roberto Dueñas y el ‘15’ de Epi. Un acto de honor al gran capitán retirado. Una ceremonia emotiva y preciosa que, como suele pasar en todos los acontecimientos de esta naturaleza, elevó una pregunta al cielo: ¿quién faltaba por inscribir su nombre de manera inmortal en el templo del baloncesto azulgrana? Y hubo una respuesta unánime: Audie Norris (Jackson, Misisipi, 1960), quizás el mejor extranjero de siempre en el club. “El jugador más determinante que he entrenado”, según Aíto García Reneses a Esport3.

El entrenador madrileño, mito del banquillo del Barça y ahora en el Alba Berlín, fue el gran culpable del fichaje de este cinco no muy alto (206 centímetros), pero de enorme calidad en el poste bajo y de una fulgurante ejecución en el lanzamiento tanto cerca como lejos del aro. Era un guerrero en el rebote, un jugador veloz en las transiciones que no se amilanó contra nadie durante sus siete temporadas en el club (1987-1993), se llamase Sabonis o Fernando Martín. McGee o Meneguin. Era una fuerza de la naturaleza que encandiló a los hinchas de un Palau que vivieron junto a él una de las mejores épocas de la sección: tres Ligas y dos Copas. El campeonato doméstico, además, se conquistó de manera consecutiva, algo nunca visto antes en el Barça, entre 1988 y 1990.

La segunda fue muy especial, la conocida como Liga de Petrovic. El genio de Sibenik solo jugó una temporada en el Real Madrid antes de hacer las maletas para la NBA. Y su único asalto a la ACB quedó inconcluso por culpa de los chicos de Aíto, que le derrotaron en un quinto partido de la final en el que los blancos acabaron con solo cuatro jugadores en cancha. “Neyro empezó a pitar todas las faltas en contra del Madrid”, contó Norris en una entrevista en AS en 2017.

El no de Ramón Mendoza

Su relación con el Real no acaba ahí. No fueron solo duelos a vida o muerte contra el eterno rival (“No había nada mejor que ganarles”, confesó en un reportaje con Esport3), sino que es un cuento de lo que pudo ser y no fue. De un fichaje que estaba cerrado, pero no se concreto en los últimos metros. La razón, Ramón Mendoza, expresidente del Madrid, y 10.000 dólares. Volvamos la vista atrás: en 1986, Norris había cerrado su primera temporada con la Benetton Treviso que, en una de esas situaciones increíbles del baloncesto transalpino, había descendido a Segunda y el conjunto de la capital se interesó por él en el verano de la marcha de Fernando Martín a la NBA. “Estaba hecho, pero Ramón Mendoza no firmó el contrato por 10.000 dólares. Les dije que no dejaría la Liga italiana por menos de lo que ganaba allí… y el resto es historia”. Y esa es Aíto y el Barça en el verano de 1987.

“Me fijaba en Chicho Sibilio, creía que era americano… Epi, De La Cruz, Solozábal… quería jugar ahí”, cuenta Norris. “Estaba en Hawái de vacaciones y mi agente me dijo que había cerrado el contrato por dos años”. “Tenía una clase como muy pocos”, señala García Reneses, que ya le tenía echado el ojo al de Misisipi mucho antes, durante el verano de 1984, cuando viajó a San Diego para seguir la Summer League de la NBA. Verle en la Segunda de la Lega le impactó y se lanzó a por él. Fue un acierto increíble. Una de esas apuestas que cambian el devenir de un equipo.

Sus batallas con Fernando Martín

Audie Norris pide el balón ante la defensa de Fernando Martín.

Audie Norris pide el balón ante la defensa de Fernando Martín.

Y, claro, no podía faltar Fernando Martín y sus duelos. Más de 30 años después aún resuenan en los aficionados españoles más veteranos y atraen a los más jóvenes. “Era como Magic contra Bird”, asegura el estadounidense. “No era uno más, era un referente. Siempre quería superarlo. Había mucho respeto entre nosotros”.

“Brutales. Así, en una palabra, eran nuestros duelos. Auténticos desafíos. Aficionados, árbitros, jugadores, a todo el mundo le encantaban los enfrentamientos entre Fernando y yo. Era la primera vez que se veían en España ese tipo de pugnas y los fans las esperaban impacientes. Era muy listo, duro, físico y contra él siempre tenías que estar bien preparado. Al acabar un partido contra él, me pasaba una hora, hora y media, con bolsas de hielo por todos lados. Era el último en salir del vestuario. ¡Y al día siguiente seguía con el cuerpo dolorido!”, describe cómo eran sus cara a cara contra Martín.

La batalla entre estos dos titanes de la zona, donde había de todo menos caricias, se cortó en seco el 3 de diciembre de 1989, el día del accidente de tráfico que segó la vida de la leyenda blanca: “Fue un día muy triste, me dolió mucho. Sacó lo mejor de mí como deportista”, rememora en E3 el chico que se forjó en el baloncesto callejero de Jackson, a 200 kilómetros al norte de Nueva Orleans, en una américa profunda herida por la segregación (“Era una vida difícil”) y con su hermano Sylvester como espejo.

Su etapa en la NBA

Por él lució la camiseta de los Jackson State Tigers durante su época universitaria. Por él practicó en los veranos con San Antonio Spurs. “Ya sabía que mi futuro era la NBA”, señala el número 37 del draft de 1982 por Portland Trail Blazers. En la franquicia de Oregón estuvo tres temporadas, promedió 4,4 puntos en 14 minutos sobre la cancha y se ganó el apodo de Atomic Dog. El culpable, Mychal Thompson, el padre de Klay Thompson, actual escolta y excelso tirador de Golden State Warriors. “Durante un partido contra Dallas Mavericks, cogí el balón en la línea de personal y con un bote hice un mate”, recuerda. “Luego, en la entrevista posterior al partido, Mychal se acercó y dijo a la prensa ‘habéis visto el mate de Atomic Dog, fue como una Atomic Bomb”.

Su paso por la NBA fue fugaz. Solo tres temporadas con poca participación, pero alguna que otra gran alegría, como su canasta ganadora en playoffs contra Dallas Mavericks tras un pase de Clyde Drexler. Su imagen, celebrando la victoria con el brazo en el alto, fue utilizada por el grupo musical Dire Straits en el videoclip de Walk of Life. Nada mal para solo 207 partidos en la Liga norteamericana entre Temporada Regular y playoffs.

Su adiós al mejor baloncesto del mundo llegó por esa misma razón: pocos encuentros, pocos minutos. “No estaba contento, me daba igual el dinero porque era joven y sabía que este vendría por mi juego. Quería jugar y me daba igual donde. El banquillo no era para mí”, asegura. Italia le esperaba, luego llegó España y un reinado en Barcelona inconcluso por la Euroliga: dos intentos, dos fallos. Ambos, en 1990 y en 1991, frente a la mayor máquina de baloncesto jamás vista en Europa, la Jugoplastika de Kukoc, Radja, Perasovic, Ivanovic…

Aíto García Reneses da instrucciones a Audie Norris.

El primer asalto fue en Zaragoza; el segundo, en París. En Francia, Atomic Dog jugó la final dolorido, por la lesión en el hombro derecho que se hizo en las semifinales contra el Maccabi. Fue la mayor pena de su estancia en la Ciudad Condal y un recordatorio de su mayor miedo, unas lesiones que atacaron de manera voraz sus rodillas y que siempre le hicieron temer que podía ser cortado por el Barça, en una época en la que el límite de extranjeros por plantilla era dos. Si no aportabas, adiós.

De la pista al banquillo

El dos veces MVP de la ACB cerró su carrera profesional en Grecia, en el Nikas Peristeri. Solo fue una temporada (1993-94). Sin embargo, su vida siempre se ha mantenido ligada al baloncesto. Tras su retirada, se convirtió entrenador superior por la FEB y miembro de la Asociación de Entrenadores Españoles de Baloncesto (AEEB). Además de en Embajador de la Copa Colegial, de la NBA en España y de crear un Campus de verano en el Hospitalet de Llobregat.

Su mayor pasión como técnico son el desarrollo de fundamentos y el de jóvenes talentos. Y si estos son pívots, mejor que mejor, como demostró durante un periodo corto de tiempo en Sevilla, en el ahora conocido como Coosur Betis: en 2014 asume el reto como Willy Hernangómez y Kristaps Porzingis, aunque en un giro del destino se hace cargo del equipo al no conceder la ACB la licencia de entrenador a Scott Roth, que pasa a ser tercer asistente. Todo muy simbólico. Tras la salida de su compatriota se pone a los órdenes de Luis Casimiro antes de poner rumbo a China.

En el presente, Norris está afincado en España y con un nuevo reto por delante: adelgazar de manera drástica por salud. Durante el confinamiento se puso en marcha y en tan solo tres meses perdió 15 kilos. El cambio físico es espectacular y aún le quedan otros 15. Una nueva etapa para toda una leyenda del baloncesto. Atomic Dog, alma barcelonista.