NBA | FINALES 2020

Iguodala, seis Finales seguidas y la misma misión: parar a LeBron

Tras hacer historia con los Warriors, Iguodala aumenta su leyenda llegando a sus sextas Finales consecutivas. Y al igual que de 2015 a 2018, tendrá enfrente a LeBron.

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Andre Iguodala, antes de un partido de la NBA con Miami Heat
Michael Reaves Getty Images

Andre Iguodala cumplió 36 años el pasado 28 de enero, en mitad su 16ª temporada en la NBA... una en la que todavía no había debutado. El alero, futuro Hall of Famer, abandonó los Warriors el pasado verano tras disputar con ellos las últimas cinco Finales de forma consecutiva, ganando tres de ellas y conformando la que ha sido una de las mayores dinastías de la historia. Una que intentará florecer de nuevo el próximo año si Curry vuelve a su mejor nivel, Klay se muestra recuperado del tendón de Aquiles y Draymond olvida una temporada en la que ni ha estado ni se le ha esperado. Todo con Andrew Wiggins, lo que pillen del draft... y, en principio, sin un Iguodala que nada más aterrizar en Florida recibió una extensión de contrato por dos temporadas a razón de 30 millones de dólares (la segunda, opción de equipo). Todo esto tras un año en el que se ha llevado 17 millones después de no debutar hasta el 9 de febrero, tras pasar sin jugar por unos Grizzlies que no le querían y en los que él mismo no quería estar, forzando finalmente un traspaso deseado por ambas partes (una por no comerse su contrato y la otra por estar en un equipo aspirante) y que llevó a la estrella a una franquicia con mucha historia reciente pero con la que pocos contaban para las Finales. Iban a ser un rival duro en playoffs, sí, pero...

Pero al final, burbuja mediante, los Heat han vuelto a las Finales e Iguodala, también. Tras estar inactivo del 13 de junio (sexto partido de las Finales ante los Raptors) al 9 de febrero, Iggy llegaba a los playoffs habiendo disputado 21 partidos de regular season, solo 14 antes del parón. Pero ahí está, un año más, en la lucha por el título, en una última ronda que le deja a las puertas de su cuarto campeonato y, cómo no, ante el hombre que ha tenido enfrente en cuatro de sus cinco Finales: LeBron James. Esa némesis a la que defendió como nadie en 2015, algo que le reportó un MVP de las Finales que constituye su mayor éxito como  profesional en una carrera que, no lo olvidemos, incluye un All Star (2012), selecciones en el primer y segundo quinteto defensivo, un oro olímpico en Londres con una de las mayores conglomeraciones de talentos de la historia y, claro, tres anillos de campeón. Todo eso para nun hombre que ha experimentado el éxito en la parte final de vida deportiva, llegando a los Warriors con 31 años y aceptando un rol de suplente radicalmente distinto al que había tenido como jugador franquicia en unos Sixers en los que estaba llamado a recoger el legado de Allen Iverson pero de los que no recogió nada. Fue en Golden State, en un rol distinto pero esencial, donde ha fraguado una leyenda que le ha catapultado a ese lugar en el que se mueven los hombres más respetados de una competición que no espera a nadie. Pero, ya se sabe, Iguodala no necesita que le esperen.

Iguodala salió de los Warriors como consecuencia de la marcha de Kevin Durant a los Nets. Cuando este último movimiento se convirtió en un hecho, intentaron conseguir algo a cambio, y firmaron a un D'Angelo Russell que iba a salir sí o sí de Brooklyn (por la llegada de Kyrie) y que se había asegurado el futuro anteriormente firmando un contrato de 117 millones por cuatro años. Con prisas para no quedarse finalmente sin nada, en la Bahía cedieron a las presiones de Durant y enviaron una primera ronda extra a Brooklyn (con suficiente protección para que pueda acabar siendo una segunda) y liberaron el salario de Iguodala (el último año de los 3x48 millones que firmó en 2017). Sin Durant y sin el lesionado Klay, la situación competitiva a corto plazo quedaba muy comprometida y un veterano como Igudoala dejó de tener sentido a razón de 17 millones por un curso que apuntaba a ser de transición y que, lesiones mediante, lo acabó siendo. El hard cap (un tope salarial que no se puede superar de ninguna manera con un contrato adquirido vía sign and trade) estaba situado en 138,9 millones, cantidad que los Warriors sortearon con rapidez ansiosa enviando a Iguodala a Memphis. Los Grizzlies, que tenían margen salarial para asumir contratos tóxicos, se llevaron de rebote dos millones de dólares y una primera ronda con protección top 4 en 2024, top 1 en 2025 y sin protecciones en 2026.

Un jugador de playoffs

Ahora, Russell está en los Wolves en un traspaso que le ha unido a Karl Anthony-Towns y ha provocado que Andrew Wiggins llegue al Chase Center. Por su parte, Iguodala amagó con volver a los Warriors al concluir la temporada, pero se ha asegurado el futuro con un nuevo contrato que puede durar hasta dos temporada y en que puede acabar reportándole 30 millones más a sus ya llenos bolsillos con 38 años, un premio para muchos excesivo para un jugador que, en otra situación, estaría firmando por el mínimo de veterano. Sin embargo, Pat Riley, esa eminencia que es a la NBA lo que Iguodala a los Warriors (ojo con la comparación) vio lo que nadie había visto y decidió pescar en río revuelto y llevarse a un seguro de vida en playoffs. Le unió a Udonis Haslem, ese hombre que habla mucho y juega poco (o nada) en la parte espiritual del grupo, aleccionando a la joven plantilla y actuando de líderes del vestuario. Y en la parte deportiva, se aseguró a un hombre con una experiencia en playoffs altísima, que supera con creces a una personalidad tan fuerte como la de Butler (que ni siquiera había llegado a las finales de Conferencia hasta ahora), y da un punto de sabiduría a un grupo neófito y que está haciendo las cosas bien, pero puede colapsar en una situación límite.

Ahí entrará Iguodala sobre todo en las Finales, unas que los Heat afrontan como una master class, sin nada que perder y con mucho que ganar. De momento, los problemas en el Este no han sido excesivos (llevan un récord de 12-3 en playoffs) y se han enfrentado a otros proyectos que se encuentran en una fase temprana (quizá menos que ellos, pero temprana) y también con jugadores jóvenes. Ante ellos, la magia de Spoelstra ha salido a relucir, aprovechando la ausencia de una ventaja de campo que no habrían tenido en ninguna ronda de playoffs fuera de Disney, y explotando, como hacen siempre, los defectos del rival. Ahora bien, los Lakers son un equipo completamente distinto, experto y con jugadores que, empezando por LeBron, tienen en este tipo de enfrentamientos el pan de cada día. El Rey, Danny Green, Rondo, Howard, McGee y J.R Smith ya saben lo que es disputar unas Finales y tienen más de una década de experiencia en la mejor Liga del mundo, dos variantes que en los Heat solo cumplen Iguodala y Haslem. Es decir, que serán ellos, especialmente el alero, los que tendrán que mantener al grupo focalizado y hacer gala de un profesionalismo que, en su caso, ya se puso en duda con esas declaraciones que hizo en First Take, de la ESP.N ("Es una bendición aunque pueda no parecerlo, seguramente va a permitirme alargar algunos años más mi carrera") en la que muchos le acusaron de falta de ética profesional dentro de una era en la que el empoderamiento del jugador ha crecido hasta límites otrora inimaginables.

Ahora llega el momento de Iguodala. Se enfrentará a LeBron, el hombre sobre cuya defensa inició la dinastía de los Warriors, una de las más increíbles de siempre. Y lo hará con el convencimiento de que es un jugador de playoffs, esa definición que ya hemos oído en gente como Rajon Rondo y que ya ha demostrado estos últimos años, alcanzando su mejor nivel en la fase final, y este mismo, en el que ha pasado de promediar un 43,2% en tiros de campo y un 29,8% en triples, a un 47,8% y 35,5% respectivamente. Y en el último partido ante los Celtics sacó a relucir su mejor versión, con 15 puntos (primera vez que anota dobles dígitos en todos los playoffs), sin fallo en el tiro (5 de 5 en tiros de campo y 4 de 4 en triples) y con un +20 con él en pista. En 2015, pasó de jugar 27 minutos por choque en temporada regular a 36 en las Finales ante LeBron, promediando 16,3 puntos, 5,8 rebotes y 4 asistencias en la eliminatoria y dejando a James en 35,8 puntos... pero con menos de un 40% en tiros de campo, apenas un 31% en triples y asfixiado en los últimos cuartos, cuando la defensa de Iggy le ahogaba y el sobreesfuerzo de tener que cargar con el peso del equippo (Kyrie y Love estaban lesionados) le dejaban sin fuerzas.

Ahora, LeBron está mejor acompañado que en esa serie, pero enfrente tendrá de nuevo a Iguodala. Un jugador con estrella que ha llegado a sus sextas Finales consecutivas, algo que nadie, excepto LeBron (que lleva 10, otro mundo), había conseguido desde esos legendarios Celtics de los años 50 y 60. Un hito más para un hombre al que muchos consideran leyenda y que ha pasado de un equipo ganador a un proyecto que parecía que no podía optar al anillo, pero que puede ganarlo con su presencia en la rotación. Entre medias, un paso sin jugar por los Grizzlies y un nuevo y lucrativo contrato que le permitirá retirarse, cuando sea que lo haga, con muchos anillos (ya veremos cuántos), muchas Finales y, claro, mucho dinero. Iguodala vuelve a las Finales. Y, de nuevo, se enfrentará a James en ellas. Por quinta vez, ambas estrellas estarán frente a frente. Y de momento, 3-1 para Iguodala. El resto, ya lo veremos. Pero lo que está claro, es que el morbo, con LeBron enfrentándose a su ex equipo y a su antigua pesadilla, está servido. Y la historia, también.