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"Yo odio a Laettner": el miembro maldito del Dream Team de 1992

Christian Laettner fue parte del Dream Team, pero no tuvo una carrera acorde al resto de los integrantes y generó un odio pocas veces visto... y parcialmente merecido.

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Christian Laettner, durante un partido de la NBA con los Wahington Wizards
JEFF MITCHELL REUTERS

¿Quién es realmente Christian Laettner, ese intruso que se coló, sin que nadie le conociera, en el Dream Team? ¿Realmente hizo tanto para despertar el odio de un sector de los aficionados de la NBA, que le crucificaron antes de que diera siquiera el salto al baloncesto profesional? Laettner era un extraño, casi un entrometido, el forastero de un grupo histórico en el que no pintaba nada, una pieza sobrante para muchos, el advenedizo de ese conglomerado de jugadores históricos que formó uno de los equipos más icónicos de siempre y del que es parte indivisible para entenderlo en toda su complejidad. No tanto como para asumir la parte de éxitos que conllevó, con un oro olímpico cimentado en un juego arrollador y dominante que pasó por encima de todos sus rivales. Más bien, a lo que ayuda este hombre es a redondear una plantilla compleja, con numerosos egos, ausencias marcadas y una leyenda extraordinaria, ya sea para la habladurías que despertaron la no convocatoria de Isiah Thomas o para ver con la misma camiseta a Lary Bird, Magic Johnson y Michael Jordan. Laettner aporta a la pieza sobrante, esa que no tenía por qué sobrar pero que siempre existe para unos aficonados negados ante lo perfecto, dispuestos a fijarse en la figura que más se tambalea y a dirigir su esceptismo, siempre existente, hacia ella.

Ahora bien, Laettner no tiene la culpa de nada... o igual tiene más culpa de la que pensamos. Al menos de los sentimientos que se generaron en torno a su persona. Suyo es y será siempre el oro olímpico más famoso de la historia reciente del baloncesto, al margen del conquistado por Jordan en 1984 o por Argentina en 2004, veinte años después. De hecho, fueron las circunstancias las que le llevaron a formar parte de esa plantilla icónica cuya única derrota, dicen las malas lenguas, consta de un partido de preparación ante universitarios disputado en California. Bien es cierto que se quiso instaurar una tradición, la de mantener un puesto para un universitario, una plaza que era ocupada en su totalidad por este tipo de jugadores hasta que la NBA cambió las reglas y, derrota ante la Unión Soviética en 1988 incluida, permitió que las estrellas viajaran a Barcelona en los Juegos siguientes. Ya se sabe quien fue el elegido, un hombre con un currículum más grande del que la gente se piensa, que aterrizó en el equipo de ensueño por encima de Shaquille O'Neal, el otro gran hombre que se preparaba para dar el salto a la NBA por aquel entonces. Muchos aseguran que el motivo reside en el color de la piel, ya que Laettner contrastaba con el resto de una plantilla mayoritariamente de raza negra (al margen de Chris Mullin, John Stockton y Lary Bird y Chuck Daly, el entrenador). Su llegada era pues (y en parte) cuestión de imagen y fue por eso por lo que se le escogió por delante de O'Neal, futuro número 1 del draft, más carismático, simpático y con promesas de grandeza que no se presuponían de tal magnitud en su homólogo y rival, por un puesto por el que nunca hubo una pelea real.

La verticalidad y la jerarquía con la que funcionan las cosas en el deporte profesional, impusieron por tanto la selección de aquel joven de la Universidad de Duke, que venía de ganar el título de la NCAA ante los Wolverines de Chirs Webber, Jalen Rose y compañía. Antes, anotó una canasta sobre la bocina que desató uno de los estallidos más grandes de la historia de competición por parte de la afición. Fue en la Final Regional del Este ante Kentucky, en el que muchos consideran el mejor partido de la historia de las universidades. La rivalidad ante la plantilla dirigida por Rick Pitino era muy grande y la victoria fue todo un éxito para el pívot, de 2,11 y más de 100 kg de peso, elegido mejor jugador universitario ese mismo año, lo que también ayudó a que fuera a al Dream Team por delante de Shaq. Su selección provocó un rechazo inmediato que fue acrecentado en los años siguientes, después de que Shaq le arrebatara el Rookie del Año de manera unánime e hiciera olvidar con presteza al líder de los Blue Devils que entrenaba, por cierto, Mike Krzyzewski, futuro seleccionador norteamericano. Pronto se extendió una enorme leyenda negra sobre Chris, amplificada por los números que conseguía el pívot, buenos pero insuficientes para cumplir con las promesas de cambio que había llevado a unos Wolves que encontrarían en Kevin Garnett, seleccionado poco después (1995) a la joya de su corona.

El carácter tampoco ayudó a Laettner y el fenómeno hater que se originó en torno a su controvertida persona fue incluso representado en un documental llamado I hate Christian Laettner (Yo odio a Christian Laettner), estrenado en 2015. Ahí se pone en relieve muchas de las cosas que se hicieron patentes durante su carrera, esa que encalló en una de los mercados más pequeños de la Liga, Minnesota. Allí sacó de quicio a su primer entrenador Syney Lowe, y certificó la consabida creencia acerca de que en Duke solo había niños pijos, mimados y con una mayoría blanca que contrastaba con la de otras universidades, con muchos alumnos procedentes de la calle. Si bien el documental desmitificaba la creencia de que venía de una familia de ricos, el resto de cosas quedaron más que certificadas, incluidas las acusaciones de abusón por parte de Grant Hill, que coincidió con él en Duke, o aquellas que hablaban de él como alguien orgulloso, que ridiculizaba por doquier a sus compañeros y rivales sin pudor. El haterismo se extendió como el agua y pasó a burla durante su estancia en la NBA, que se saldó con 13 temporadas sin pena ni gloria y un solitario All Star, siempre por debajo de lo que prometía, certificando su cara más cuestionada y dejando traslucir esa fama de pendenciero que se pasaba el partido insultando pero al que se le bajaron parcialmente los humos, como no podía ser de otra manera, en la mejor Liga del mundo.

De una forma u otra, la figura de Laettner no deja indiferente a nadie. Es complicado recordar para la generación actual el odio que despertó este personaje, que antes de ese famoso tiro ganador ante Kentucky había pisado a Aminu Timberlake el abdomen de forma intencionada, siendo sancionado tan solo por una técnica. Como jugador, sus números no fueron malos, alcanzando su mejor temporada 1996-97, con 18,1 puntos y 8,8 rebotes por partido y siendo All Star junto a Dikembe Mutombo (13,3+11,6), con el que formaba una terrorífica pareja en la zona. Aparte de eso, poco más se puede decir de Laettner. Jugó en los Pistons, pasó brevemente por los Mavericks y compartió equipo con Jordan en los Wizards antes de reritarse tras una temporada en los Heat de Dwayne Wade y San Van Gundy... en la que fue suplente de Shaquille O'Neal y compartió vestuario con Alonzo Mourning, precisamente los dos hombres elegidos por delante de él en el draft. Por el resto, queda para el recuerdo el promediado apenas 4,8 puntos por partido en Barcelona 92, en un equipo en el que hacía las veces de utillero y en el que todos fueron Hall of Fame, menos él. Sí que entró en el universitario y  siempre será recordado como uno de los mejores jugadores que han pasado por la NCAA (disputó la Final Four cuatro temporadas consecutivas). Sí fue incluido, junto con el resto de la plantilla, en el de 2010, que premió a todo el Dream Team. Es su legado, formar parte de un equipo en el que nadie le conocía. Y el oro olímpico, claro. Eso no se lo quita nadie.