RAPTORS 131-WARRIORS 128

51 de Kevin Durant pero triunfo de los Raptors en la prórroga

Espectacular partido en el que, todavía sin Curry ni Green, los Warriors forzaron la prorroga ante el mejor equipo de la temporada (19-4).

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Pudo ser perfectamente el mejor partido de lo que llevamos de una temporada llena de partidos fantásticos. Puede ser también, perfectamente, un aperitivo de lo que pueden ser las Finales 2019: ningún equipo parece ahora mismo mejor que los Raptors en el Este (ni en toda la NBA) y ninguno es todavía, si miramos hacia finales de mayo, mejor que los Warriors. Las expectativas se cumplieron y la NBA se relamió los labios durante un duelo tremendo que ganaron los Raptors en la prórroga (131-128) para quedar en 19-4. Los Warriors están en 15-8 y suman cinco derrotas seguidas fuera de casa, justo además en el arranque de su gira más larga del curso, cinco partidos con paradas ahora en Detroit, Atlanta, Cleveland... y Milwaukee, contra los que, en el Oracle, empezaron sus desgracias con la lesión de Stephen Curry y una paliza encajada en vísperas de la visita al Staples, el escenario de la movida Durant-Green contra los Clippers.

Pero los Warriors, aunque perdieron, dejaron la sensación de que todo acabará yendo bien. Cedieron en pista del mejor equipo del primer cuarto de la temporada, todavía sin Draymond Green, un Stephen Curry que vuelve mañana en Detroit (es oficial) y un DeMarcus Cousins que dentro de un mes podría estar ya en las pistas. Ni siquiera está Alfonzo McKinnie, al que una lesión ha frenado en pleno cuento de hadas con el campeón. Y cedieron aunque se empeñaron en no hacerlo tras un primer cuarto (38-25) en el que los Raptors, que no ganaban a los Warriors desde marzo de 2014, casi les sacan de la pista: 32-14 en poco más de 8 minutos, con Kawhi Leonard ya en 13 puntos (acabó con 37 y 8 rebotes) y Pascal Siakam, una de las sensaciones de la temporada (apunta a all star, aspirante a Jugador Más Mejorado...), sacando lustre a ese nuevo estilo Nick Nurse que ha convertido a los Raptors en una turbina de energía inagotable cunando pareció que, precisamente, la era Casey había acabado por (el efecto LeBron) un agotamiento de toda fuente de alimentación.

Pero los Warriors volvieron al partido por el empeño de Klay Thompson (23 puntos) y sobre todo de un Kevin Durant que pareció el mejor jugador en pista, también sin Stephen Curry al lado y contra la sombra implacable y las manos gigantescas de Kawhi: 51 puntos, 11 rebotes, 6 asistencias, 18/31 en tiros, dos triples en el último minuto para forzar la prórroga (el último imperial, desde la esquina y por encima de Kawhi) y la sensación, en su tercer partido seguido con al menos 40 puntos, de que ha dejado atrás los líos personales y se ha puesto otra vez manos a la obra. Eso, claro, cuenta más que la victoria para Steve Kerr a apenas horas del regreso de Curry. En el último cuarto, los Warriors firmaron otra mini remontada (de 103-101 a 114-104 y de ahí a 114-114) en un final electrizante que acabó, tras el último triple de Durant, con un ataque en el que Kawhi buscó a Ibaka (20+4) y este no pudo sacar un último tiro.

En la prórroga, sellada a base de tiros libres de Siakam, ya se habían consumido todas las vidas de unos Warriors cortos de efectivos y que ya han tenido en 23 partidos actuaciones de 50 puntos de Curry, Durant y Klay. Fue una derrota llevadera, después de lo duras que fueron las últimas antes de un saludable paso por los boxes del Oracle, para unos Warrios en rehabilitación física y, quedó claro en Toronto, también espiritual. Así que sí, es difícil pensar que no va a acabar yendo todo bien para ellos. Y fue un gran triunfo, sean las circunstancias que sean, para unos Raptors sincronizados, físicos, profundos y cargados de optimismo y baloncesto moderno y sumamente eficiente. Un aspirante al anillo con todas las de la ley, justo en el año para el que les quisimos descontar demasiado pronto. Fue un partidazo que no sabemos si tendrá repetición en las Finales pero que, seguro, se volverá a jugar en menos de dos semanas, en la Bahía. Imperdonable perdérselo.