Los Warriors viven estos días en un batiburrillo emocional del que pocos se salvan y alguno de los que más culpa tiene prefiere actuar como si no lo hubiera. Tanto es así que los Hawks, uno de los equipos más flojos de la NBA, no anduvo lejos de dar la sorpresa en el Oracle Arena. El equipo local venció 110-103, valorando que ya queda un partido menos para llegar a la fase decisiva, pero la imagen no fue -de nuevo- la del campeón.

Draymond Green no disputó este partido al ser sancionado por su conducta en el anterior, lo cual dejaba a los Warriors sin dos de sus estrellas: tampoco estaba Curry ni, claro, Cousins. Ante esto, Kevin Durant ejerció de salvavidas (también para sí mismo, por imagen, después de todo lo acontecido).

Vince Carter empezaba con dos triples seguidos, pero el inicio de los Hawks no hacía presagiar tan buen tono ante el equipo que reina en la Liga. Al inicio del segundo cuarto, tras dos triples y un 2+1, los visitantes se ponían seis arriba (20-26, minuto 13). El encuentro navegó por esas aguas hasta que el tercer cuarto Cook dirigió mucho mejor y Durant abrió espacios para que los compañeros remataran (70-60, minuto 30).

El ímpetu de los Hawks, bien gestionado por Lin (10+4) y algo menos por Young (2/12 en tiros) y agraciado con el acierto de Bembry y Prince, les hacía colocarse muy cerca. Los Warriors, ante la luz de emergencia, recurrieron a sus mejores hombres: lanzamientos exteriores de Klay Thompson (24 puntos), reivindicación de Jonas Jerebko (que sustituía a Green y acabó con 14+13) y canastas demoledoras para romper esperanzas de Kevin Durant (29 puntos), que además sentenció en el último minuto con un tiro a una pierna en el poste bajo.

Los Warriors quieren pasar de página, pero este tipo de situaciones (no tanto de partidos) son los que quedan en la retina del imaginario colectivo de la plantilla.