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Snyder, Gobert, Mitchell, Ricky... el milagro de los nuevos Jazz

Sin Hayward, entre lesiones Gobert y con un balance de 19-28: así le dieron la vuelta los Jazz a su temporada para poner rumbo a playoffs.

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Snyder, Gobert, Mitchell, Ricky... el milagro de los nuevos Jazz
GEORGE FREY EFE

Después de siete años sin superar la primera ronda de playoffs, los Jazz 2016-17 ganaron 51 partidos y culminaron un crecimiento (25, 38 y 40 las tres temporadas anteriores) que les llevó a segunda ronda (y al muro de los Warriors) después de ganar el séptimo de primera ronda a domicilio (en la pista de los Clippers). Un proceso iniciado con la llegada de Quin Snyder al banquillo (2014) y Gordon Hayward a la plantilla (2010). Este último se marchó el pasado verano a Boston Celtics para optar al anillo con su entrenador de Butler, Brad Stevens. Pero se quedó Snyder.

A punto de cumplir 50 años, el técnico se encontró en una encrucijada. De repente, sin la gran estrella que apuntalaba un modelo de construcción que ponía el foco en el trabajo (como cualquier franquicia de la última década, al menos entre las que necesitan la cocción lenta) de San Antonio Spurs: Snyder dirigió a Austin Toros (afiliado de los Spurs) y trabajó un año con Budenholzer, durante tanto tiempo señalado como delfín de Popovich, en Atlanta Hawks. Justo después de curtirse en Rusia de la mano de un Ettore Messina que se lo llevó al CSKA tras coincidir con él en los Lakers, cuando ambos formaban parte del organigrama de Mike Brown, otro al que le salieron los colmillos trabajando con Popovich.

La temporada pasada Snyder no fue Entrenador del Año. Ni se acercó: Ganó D’Antoni por delante de Spoelstra y Popovich. Puede que tampoco gane este año (será difícil que no se lleve el premio Dwane Casey) aunque se llevará muchos votos. Como Donovan Mitchell, aunque acabe siendo Ben Simmons Rookie del Año. Y como Rudy Gobert, que tiene todas las papeletas para ser Defensor del Año por muchos partidos que se perdiera hasta enero por sus problemas de rodilla.

Las dudas y la rodilla de Gobert

Cuando Hayward deshojó la margarita (en la prórroga: Celtics, Jazz, Heat…) e hizo las maletas, los Jazz se vieron en tierra de nadie. Acababan de hacerse con Ricky Rubio y con (número 13) un rookie que había volado por debajo de muchos radares en un draft de profundidad selvática. Y habían renovado a Joe Ingles con un contrato (52 millones, cuatro años) que fue motivo de burla y que muchos pensaban que era una maniobra desesperada para retener a Hayward, buen amigo del australiano. Pero Hayward se fue, recién estrenada su condición de all star y dejando un agujero de casi 22 puntos y más de 5 rebotes por partido en un equipo al que sostenía una de las mejores defensas de la NBA pero al que le costaba mucho anotar con fluidez sin su estrella en pista.

La primera parte de la temporada pareció confirmar los peores presagios: después de empezar 5-3, llegaron al 22 de enero 19-28. Después de perder contra los Hawks, uno de los peores equipos de la NBA. Acababa de regresar Rudy Gobert después de su segunda lesión de rodilla en tres meses. Los Jazz habían estado en el purgatorio, sin ancla defensiva y con Ricky Rubio demasiado exigido como anotador hasta que se lanzó definitivamente al hiperespacio Mitchell, un escolta que convierte en oro todo lo que toca y en el que los Jazz han encontrado por la vía rápida lo que habían perdido con Hayward: un jugador franquicia. Y uno que puede llevarles más lejos que el de Indiana, de hecho.

Desde aquel 22 de enero, los Jazz han jugado 23 partidos y han ganado 21. Ahora llevan 9 victorias seguidas y son quintos del Oeste. En 40-30, aceleran hacia los playoffs y de hecho se han colocado quintos porque, un asunto que puede ser crucial en un Oeste milimétrico, tienen los desempates ganados con Spurs y Wolves. En este tramo devastador han ganado, así que no es cuestión de calendario, a Warriors, Raptors, Pacers, Blazers, Wolves y dos veces a Spurs y Pelicans.

Este 21-2 es la mejor racha de los Jazz, una franquicia en un momento excelso de comunión con su afición, desde la histórica temporada 1997-98, la de la segunda Final perdida ante los Bulls de Michael Jordan. Aquel equipo ganó 62 partidos y estuvo a aquella canasta de Jordan contra Byron Russell (the last shot) de jugar en su pista un séptimo partido contra uno de los mejores campeones de la historia de la NBA.

Una defensa en números históricos

Si aislamos los números de la liga durante este tramo de casi dos meses en el que los Jazz han hecho el 21-2, su defensa sería (datos del periodista Andy Larsen) la mejor de la última década extrapolada a una temporada entera. Con 94,5 de rating defensivo, su net rating es de +13,2, el mejor por delante de Raptors (+12,4) y Rockets (+12,3). Los canadienses han firmado un 20-3 y los texanos un 22-2. Pero la diferencia defensiva entre Jazz y Raptors (segundos en este tramo) es la misma que la que hay entre estos y los Cavaliers… que ocupan el puesto 19 en rating defensivo. En el total de la temporada, los Jazz están a cuatro décimas de la mejor defensa por rating, la de los Celtics (102,1 por 101,8), y solo los Spurs reciben menos puntos (99,3 por 99,8) aunque en un ritmo de juego más lento (solo los Grizzlies tienen un pace más bajo que el de los texanos).

Los Jazz juegan muy bien: con Mitchell como dinamitero y Ricky muy cómodo en un equipo en el que encaja como un guante. Gobert sigue mejorando su repertorio en la continuación de los bloqueos e Ingles es el segundo jugador que más triples tira completamente solo en toda la NBA. El australiano, una navaja suiza ultra valorada por Snyder, ya es el jugador que más triples ha metido en una temporada con la camiseta de los Jazz (la cuenta está en 179). Pero el secreto está en la defensa, hasta tal punto que Snyder purgó a los que cojeaban en esa faceta: fuera del equipo Joe Johnson y Rodney Hood, minimizado en la rotación Alec Burks.

Gobert, que la pasada noche selló el triunfo ante los Kings con un tapón apocalíptico a Bogdanovic en el último minuto, está provocando desde su regreso un impacto defensivo de proporciones históricas. Y creo que no exagero. Con él en pista, a los Jazz solo les tiran un 30% de los tiros totales cerca de la canasta (la media de la NBA está en un 35%). Y no es solo lo que evita en la pintura: su presencia permite a los demás lanzarse como lobos sobre la línea exterior en el segundo equipo al que menos tiros liberados desde las esquinas le hacen, y el que (ni cerca del aro ni triples…) más obliga a que le lancen desde la media distancia, sobre la que hace también un excelente trabajo defensivo.

Los Jazz capitalizan sus buenas defensas con un gran trabajo en el rebote defensivo, guards incluidos: Ricky promedia más de 5 rebotes y medio en los últimos 23 partidos. Mitchell 4,2 y O’Neale, 4,3. A los Jazz (y eso habla muy bien otra vez de Gobert) les están lanzando 2,5 tiros libres menos que la media de la liga. Es un equipo físico, concentrado e implacable: a partir de su pívot, con Ingles defendiendo al mejor alero del rival y Ricky y Mitchell menos volátiles a la caza del robo y más eficaces en la defensa por sistema. Además, el impacto de Crowder desde su llegada en el traspaso de Rodney Hood ha sido también importante: el rating defensivo que comparte con Gobert cuando están juntos en pista es asombroso (84). De hecho, Crowder (alternativa a Derrick Favors en el cuatro) está resultando ser la pieza definitiva en la forja de un quinteto de la muerte versión Salt Lake City: Ricky, Mitchell, Ingles, Crowder, Gobert. Los Jazz tienen inercia, energía, baloncesto y alternativas. Y su estilo encaja bien con el juego de playoffs. Nadie tendrá ganas de encontrarse con ellos si finalmente se cuelan en las eliminatorias.

Ricky, por su parte, está jugando a un nivel excelente, muy cómodo en el plan Snyder, dentro de un tipo de defensa en la que sus virtudes resultan óptimas y liberado en un ataque en el que puede jugar en su zona de confort: bloqueos con Gobert, tiradores abiertos, pases extra y un anotador eléctrico (Mitchell) en el que descargar la responsabilidad última de los lanzamientos. Más de 14 puntos, 6 rebotes y 7 asistencias de media en los últimos 10 partidos. Y, ahora mismo, con un pie (queda mucha tela que cortar en el Oeste) en lo que serían los primeros playoffs NBA de su carrera. Y los segundos seguidos para los Jazz, algo que nadie esperaba en ni en julio tras la marcha de Hayward ni, sobre todo, el 22 de enero tras aquel 19-28. Pero Snyder tenía un plan. Y está funcionando.