ENTREVISTA

Corbalán: “No he jugado contra nadie mejor que Michael Jordan”

El mítico base repasa su carrera en ‘El baloncesto y la vida, recuerdos para el futuro’, sobre el que charlará este jueves en la Librería Méndez de Madrid.

Madrid
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Corbalán: “No he jugado contra nadie mejor que Michael Jordan”
RAFA APARICIO DIARIO AS

Juan Antonio Corbalán es un base de leyenda. Un jugador que del Colegio San Viator saltó al Real Madrid y de ahí, al mundo. Lo cuenta en el libro ‘El baloncesto y la vida, recuerdos para el futuro’, sobre el que charlará con Santiago Segurola este jueves en la Librería Méndez de Madrid (19:30 horas).

—A los 60 años, ¿el cuerpo le pedía hacer balance?

—No soy yo mucho de la edad cronológica… Pero no era una cuestión de echar cuentas, sino que me lo ofrecieron y pensé que existía una forma bonita de escribir las memorias, un poco más literaria, desde un niño que observa cómo se va haciendo hombre en la España y en el club en el que jugó.

—En aquellos años 60, en el barrio de Usera, ¿qué lo empujó a coger un balón de baloncesto y no uno de fútbol?

—La curiosidad. Sí, porque yo de hecho jugaba al fútbol y el entrenador quería que siguiera, de delantero centro, pero se creó el minibasket y así me inicié. Nos dijeron los curitas, ‘chicos, hay un baloncesto para niños, ¿quién se apunta?’. Y lo hicimos los más deportistas, los que estábamos en todos los charcos. Hicimos un equipo y quedamos campeones de Madrid. Fue como llegar y besar el santo.

—En ese caso San Viator, que para usted no sólo es un santo, es algo más...

—Es una bendición que se te pone en el camino, unos curas comprometidos, un grupo de chicos llenos de ilusión, un colegio donde te educaban y dedicaban un montón de tiempo para hacer deporte. Aquel colegio acabó siendo la prolongación de los salones de casa.

—Y de San Viator al Real Madrid. Doce ligas, siete Copas, tres Copas de Europa... Y 17 años en el primer equipo. Fidelidad, ¿qué significa?

—No creo que en todo sea buena tanta estabilidad, desde el punto de vista profesional moverte de empresa puede estar bien, pero creo que es muy bueno ligar una vida deportiva a un club. Me gustó la estabilidad emocional que se creó en aquel Madrid y eso hizo que fuéramos algo más que un equipo de deporte.

—¿El mejor jugador?

—Jordan, yo no he jugado con nadie mejor ni creo haber visto a otro mejor. Seguramente los más jóvenes digan LeBron James, no sé, tampoco me parece especialmente importante, pero en mi caso Jordan es el mayor fenómeno que he visto.

—Y que sufrió...

—Lo sufrí porque era mucho mejor que yo, pero también es un halago poder jugar contra esa gente tan buena. Y en Europa, el mejor jugador que yo he visto fue Delibasic, hasta que se fue deteriorando y perdió sus mejores años del Bosna de Sarajevo. El Mirza de los veinte años ha sido irrepetible.

—Una frase leída y de las que se quedan: Lolo Sainz le dijo al llegar a aquel equipo de tantas estrellas: “Ver, oír y callar”. ¿Qué es lo que más cumplió?

—Al principio oí y vi mucho, era un equipo que tenía mucho que ver y decir, pero cada uno es como es y al poco tiempo empecé a hablar también. ¡Lo del callar me duró poco a mí!

—¿Algún equipo que le cayera especialmente bien?

—Las filosofías de Joventut o Estudiantes siempre me gustaron y los equipos que en lugares como Granollers, Manresa o Ferrol eran capaces de aunar voluntades en torno a un líder. Tenía mucho mérito.

—A todos ellos los recibía en el pabellón de la Ciudad Deportiva. ¿Qué siente cuando pasa por allí y ve las cuatro torres?

—Me da cierta nostalgia, era un sitio sagrado para el baloncesto yo diría que mundial, para el baloncesto ‘no NBA’. Siento que no se les ocurriera a los directivos de entonces haberlo desmontado y mantenido como reliquia aunque fuera al aire libre. Aquel pabellón, aquel parqué, nunca debía haberse tirado y aquellas canastas no debían haber sido chatarra.

—Cerremos el libro y vivamos este noviembre. ¿Disfruta con su Real Madrid?

—El del año pasado y este me hacen disfrutar mucho más que el de años anteriores. Para mí, desde el 90 empezamos a jugar mal, y con Laso el equipo lo hace mejor, bien es cierto que es un equipo al que le falta un poco de consistencia. Tiene muchos jugadores muy buenos, pero muchas veces pocos jugadores de choque y de lucha.

—¿Reconstruiremos España? Y no le pregunto por otra cosa que no sea baloncesto.

—Pues hablando de baloncesto creo que España debe hacer un proyecto junto al resto de países europeos y crear una gran liga europea. Y coordinarlo con unas primeras ligas nacionales que siendo semiprofesionales abastecieran a la gran liga europea. Y el resto, baloncesto de formación. Y que la gran liga europea fuera un proyecto para crear una conferencia que compitiera con la NBA. Es el futuro. Hay que buscar nuevas fórmulas, porque si no vamos hacia un baloncesto menos interesante.

—¿Y la reconstrucción de la Selección? ¿Se nos quitará el sabor amargo del Mundial?

—A la gente hay que reconocerla por las cosas buenas teniendo en cuenta los 80 años de su vida. Esta generación merece una felicitación unánime. Ahora bien, soy consciente de que esta Selección se ha acabado o se acabará, es cuestión de lógica, también dejé yo de jugar, y no se nos deberían caer los anillos si durante cinco o diez años tenemos que volver a un peldaño inferior.

—El chaval que compre el libro descubrirá otro baloncesto. A usted, con 20 años, ¿de qué jugador le habría gustado leer unas memorias?

—Entonces éramos menos mitómanos, los medios de comunicación no nos llevaban a los ídolos a casa. Del Madrid conocía a Emiliano, a Luyk y poco más. Diría a los chavales que no se acostumbren a buscar ídolos, que vayan a la esencia. Leerán cómo un niño que llegó al Madrid con 15 años empezó a crear ilusiones, de modo que lo que era sueño se cumplía y le pasaba por encima. Deben apreciar lo que se recibe de los demás; ni Navarro ni yo en mi época, nadie lograría nada sin tanta gente que nos ofreció tantas cosas y gratis.

—A quien no convencemos para escribir un libro así es al señor Ferrándiz. Ni atado.

—Se lo dije y Pedro me soltó una frase muy graciosa, muy en su línea: “Yo prefiero que me recuerde la leyenda antes que la realidad”. Tiene una parte de genialidad enorme.

—La última reflexión es obvia: por su emoción nunca habría podido titular su libro como ‘El baloncesto o la vida’.

—Imposible, además soy un integracionista. Yo creo que todo está en todo. La vida, el baloncesto, la religión, los valores, el amor por la gente y las cosas... Y para mí la sociedad no es más que un equipo que muchas veces no sabe encontrar la forma en que jugar.

—A ver si da con un organizador de juego como Corbalán...

—(Risas). Muchas gracias, ¡ojalá! Hace falta.