Exhibición camino del Top 16

euroliga | oldenburg 61 - real madrid 104

Exhibición camino del Top 16

Exhibición camino del Top 16

Pasó el Real Madrid como un ciclón por Oldenburgo. El equipo local, debutante en Euroliga, se derritió desde el primer cuarto y acabó desangrado (52-102 en la recta final) ante un Real Madrid que rozó la perfección en ataque y se empleó a fondo en defensa. Velickovic, Llull, Prigioni, Bullock, Lavrinovic, Kaukenas... gran actuación coral del equipo de Messina en un partido que supone además un paso adelante hacia la siguiente fase.

Pasó el partido y quedan, a bote pronto, algunos pensamientos. Por ejemplo, que es una pena que Alemania no tenga equipos de primer nivel, toda vez que es un placer ver sus canchas llenas y sus aficionados haciendo ruido y animando incluso cuando su equipo se disuelve de la pista. Recreaba el Weser-Ems-Halle de Oldenburgo un ambiente no muy lejano al infierno que afrontan los rivales de los gigantes germanos del balonmano. Similar, sí, pero con un matiz festivo: equipo que debuta en Euroliga, que vive colgado del optimismo de su recién ganada primera liga y que disfrutó del placer de recibir a un histórico como el Real Madrid. Ahora toca vivir la experiencia, probar el veneno. En el futuro, quién sabe, quizá la hora de pensar en cotas mayores.

Porque el Oldenburg, también conviene aclararlo, no es tan mal equipo como pareció por obra y gracia de los (muchos) méritos del Real Madrid. No es desde luego un competidor del mismo modo que no tiene ningún pedigrí continental, pero es un equipo con su armazón y sus armas, que seguramente no den para alcanzar el Top 16 pero sí pueden provocar algún disgusto a quien llegue a su cancha despistado. No fue el caso del Real Madrid, avisado por Messina tras el ataque de ciclotimia que pareció atraparle entre el alto nivel ante Panathinaikos y el triunfo de puntillas ante Meridiano Alicante. Con los cinco sentidos, el Madrid bordó el baloncesto en ataque y en defensa, anuló a su rival y dejó su tarjeta de presentación ante el agradecido público alemán, que comprobó con una sonrisa el abismo que se abre entre su meritoria escuadra y los transatlánticos que miran ya desde noviembre a la Final Four.

El Real Madrid, conviene recordarlo, sumó un triunfo fundamental de cara a garantizar cuanto antes su presencia en el Top 16, donde realmente comenzará la verdadera batalla por la conquista de Europa. Y lo hizo dejando sensaciones inmejorables de cara a esas futuras batallas por las que suspira este equipo tan hambriento, con tanto que conquistar más allá de los Pirineos. Lo bordó en ataque, en defensa, en estático y en transición. Dejó un reguero de jugadas hermosas, colectivas e individuales. E hizo las cosas que hacen al baloncesto vistoso y de apariencia fácil. Las que son, claro, las más difíciles: brillar en ataque desde la defensa, elegir siempre la mejor opción, encontrar en cada momento el tiro adecuado, minimizar al rival y desnudar sus carencias mientras se agiganta la propia figura.

El Oldenburg fue un rival que puso ilusión y voluntad durante todo el primer tiempo y salió al tercer cuarto entregado, cansado de achicar agua sin más destino que encontrar un nuevo tsunami a la vuelta de cada esquina. En la segunda parte el partido fue fantasmal, con un Real Madrid que mantuvo un tono serio ante un equipo que bajó la cabeza y se fue despidiendo de las armas con las que había malvivido hasta entonces: rebote ofensivo (11-2, único lunar del Real Madrid), tiros libres y algunos triples que sonaban a tabla para el naufrago en un océano hostil. Ahí dejaron detalles jugadores tan interesantes como Paulding y sobre todo Jekel Foster (16 puntos), que puso los puntos y la poca dirección, sin ser un base puro, que tuvo un equipo que llora la baja por lesión de Jason Gardner. Sin timón, el ataque fue errático y se estrelló -siniestro total- ante el exigente sistema defensivo de Messina. La zona fue mantequilla sin ningún peso del gigante Boumtje, que tampoco tuvo significación cuando descansó Lavrinovic y el Madrid redujo centímetros en cancha.

Una exhibición coral

Por parte del Real Madrid todo fue dulce, para enmarcar. Propulsado por Prigioni y Bullock, se despegó en medio cuarto (5-15) y a partir de ahí aumentó la diferencia hasta hacerla escandalosa: hasta los 20 en el segundo cuarto (33-53), sobre los 30 en el tercero (48-83), por encima de los cuarenta en el último parcial (54-96)... y los 50 (54-104) en unos minutos desatados de un Madrid aplaudido por la grada y al 101% incluso en los teóricos minutos de la basura. Así le gusta a Messina, que dejó espacio a De Miguel y Dasic. El montenegrino intervino mucho y dejó detalles (9 puntos y 5 rebotes), por dentro y por fuera, de la enorme proyección que se le augura.

La receta fue la conocida: una defensa asfixiante en la línea exterior que nubló las líneas de pase y provocó una catarata de pérdidas (25) en el rival. Buena dirección y pases extra para encontrar buenos tiros. Y equilibrio interior - exterior. Es decir, la versión más dulce de este Real Madrid. Incluso se vieron detalles de los menos inspirados en el arranque de temporada, más de Vidal que de Hansen, que sigue errático en ataque pero que al menos tuvo buenos minutos en defensa sobre Paulding. El resto, el recital: Prigioni (10 puntos, 5 asistencias), Velickovic (13 puntos), Lavrinovic (18), Bullock (10), Kaukenas (13), Llull (14)... Todo con unos porcentajes de tiro que rozaron la apoteosis: 76% en tiros de dos y 45 en triples, y eso después de una selección menos cuidada en el último cuarto.

El triunfo pone tierra de por medio entre el quinto puesto del grupo y un Real Madrid que allana su camino en esta poco gratificante primera fase, muchos partidos con la responsabilidad concentrada en unos pocos. El triunfo, necesario, resultó apabullante y adornado por una excepcional imagen, propia de quien da pasos firmes con la mente puesta en el día en el que lleguen rivales de con más pasado y sobre todo más presente que este hoy ninguneado Oldenburg.