El equipo madrileño mostró su variado repertorio, basado en el juego ofensivo creativo, la defensa al límite de la falta personal, un perímetro capaz de aniquilar a cualquiera y transiciones eléctricas en momentos inesperados, tras una semana en la que más de la mitad de la plantilla anduvo aquejada de un virus estomacal y otro par de jugadores acusaron problemas físicos.
El Fuenlabrada, un equipo pequeño que gana y divierte, divierte mucho. Sólo se le puede poner un pero ante el Bruesa: enfrente no tuvo rival. El Bruesa no existió salvo en el caso del base granadino Isaac López, el alero estadounidense con pasaporte español Andy Panko y el pívot cántabro David Doblas, éste último el más sobresaliente.
Todos los locales destacaron pero, por encima, sus dos jugadores de más jerarquía: el escolta asturiano Saúl Blanco y el estadounidense Brad Oleson, indiscutible revelación indivual de la temporada. No hubo partido. Sólo en el primer cuarto, hasta que el Fuenlabrada se convenció de su superioridad y se soltó.
En el descanso el choque estaba decidido. La segunda parte sirvió para que el equipo dirigido por Luis Guil superase los treinta puntos de diferencia, rebasase los cien puntos e hiciera enloquecer a su afición. La ausencia por lesión del estadounidense Lou Roe no justifica que el club donostiarra contribuyera por omisión a la fiesta.