Parecía un accidente este paréntesis que ahora ya es un corchete. Se cumplieron los malos presagios y ahora éstos son peores. Solamente se salvó la dignidad.
Funciona la música de Cristiano.
El Barça buscaba esta derrota como si su subconsciente quisiera parar en un escollo grave o serio. El equipo se detuvo hace rato pero anoche, como había pronosticado el sentido común se hizo aún más rácano y pesaroso.
El Barça estuvo desaparecido en Anoeta, un estadio donde les acompaña el mal fario, jugó como si no tuviera respiración o agallas. El equipo azulgrana se fue dejando hasta el punto que se convirtió en el más vulgar de la temporada.
Al fútbol español le conviene.
El Barça remontó con dignidad un partido que se le puso tan difícil a los azulgrana como al árbitro. La desgraciada actuación del colegiado alemán tuvo su punto de inflexión en la expulsión absurda de Torres.
El Madrid ganó bien, e incluso con suficiencia, a un Barcelona que poco a poco se fue desanimando, como si hubiera perdido el cuerpo y el alma, en un partido en el que precisamente se rendía homenaje a una manera de concebir el fútbol.
Como homenaje al mítico Johan.
El directo... esa es su gracia.
No es de recibo que anden siempre de morros.
Ambos se sintieron perjudicados.
Tiene razón Zidane: no acabó.
Hay una sincronía especial en el Barcelona. Gracias a ese ritmo alegre de su juego el equipo solventa con facilidad aparente partidos de enorme envergadura. Es difícil imaginar un equipo más dinámico que el Barça, pero lo tenía enfrente, era el Arsenal.
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