As.com
Cuando Margot Moles y Ernestina Maenza esquiaban en el Puerto de Navacerrada

AS COLOR

Cuando Margot Moles y Ernestina Maenza esquiaban en el Puerto de Navacerrada

Elegidos para el triunfo’ es una película de la factoría Disney que narra la increíble historia del equipo jamaicano de bobsleigh, que participó en los Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary (Canadá) en 1988. Antes de que llegara a las pantallas de televisión, creo recordar que mis padres la alquilaron en el videoclub más de una vez. Estamos hablando de tiempos del pleistoceno. Ir simplemente a aquellos locales era como un viaje a un lugar fantástico, donde veías cientos de carátulas y carteles de películas que te llamaban la atención. Eran tiempos pre-google, pre-digitilazación y pre-modernidades. Decía que esta cinta despertó en mí cierta curiosidad por los deportes de invierno. Con el pensamiento inocente de un niño, llegué a pensar que si en Jamaica jamás habían visto un copo de nieve, ¿por qué no podíamos hacer lo mismo desde el puerto de Navacerrada, donde todos los madrileños nos hemos tirado alguna vez en trineo? Esos tiempos, como el de los videoclubes o la imaginación de un niño que no creció rodeado de una pantalla digital y táctil, pasaron a mejor vida como parece que le va a suceder a la estación de esquí del Puerto de Navacerrada, la cuna del esquí español y de los Fernández Ochoa. El Gobierno, a través del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, que depende de Teresa Ribera, no prolongó la concesión de las instalaciones. La empresa “Puerto de Navacerrada Estación de Esquí” deberá desmontar las instalaciones y dejar el terreno preparado para su regeneración, según se estableció en el contrato de 1996. Las pistas de la parte baja de la estación llamadas Telégrafo, Escaparate y El Bosque deberán ser desmontadas en un plazo que expira el 30 de octubre de 2021 (la estación cuenta con otras cuatro pistas en la zona más alta sobre el monte de Guarramillas).

Ampliar

Ernestina Maenza Fernández-Calvo llegó a la meta de los Juegos de Invierno de 1936, en Garmisch-Patternkirchen, con múltiples heridas.

Como ya sucediera con la expropiación de la estación de esquí de Valcotos, en 1999, cuando se reforestaron con pino silvestre las antiguas pistas y se quitaron todos los remontes y construcciones, esta decisión ha provocado una gran controversia, sobre todo, entre las familias directamente afectadas. Los tiempos actuales nos proporcionan la visibilidad mediática del dolor de una pérdida, que los políticos actuales la transforman como arma arrojadiza de crispación y confrontación. No es este un artículo para mostrar opiniones a favor o en contra de un cierre de estación de esquí, por más que el asunto deportivo se haya transformado en político. Tampoco para hilar datos con el fin de posicionarse al blanco o al negro. La montaña es de todos y de nadie. Del que nunca ha visto en su vida la nieve y del que tiene siempre a punto las raquetas y los crampones. Nos toca convivir con los nuevos tiempos, que parecen haberse olvidado de una regla elemental llamada respeto. El presente es un continuo cambio y más allá de enjuiciarlo con los ojos del presente tal vez merezca la pena echar la vista atrás para saber cómo fueron los primeros pasos de los deportes de invierno en el sistema Central de la Península. Para ello echamos mano de la historia de dos pioneras del esquí en España, Margot Moles (1910, Terrasa-1987, Madrid) y Ernestina Maenza Fernández-Calvo (1908, Lucena-1995, Madrid). Fueron las primeras españolas en participar en unos Juegos Olímpicos de Invierno, los de 1936, en la estación alemana de Garmisch-Patternkirchen, bajo el régimen nacional-socialista de Adolf Hitler que, con perversa intención, bautizó como Olimpiada Blanca. Tan sorprendente resulta descubrir la historia del equipo jamaicano de bobsleigh como que dos mujeres españolas, una republicana y otra nacional, se iniciaran en el esquí en unos tiempos en los que Primo de Rivera acabó dimitiendo, cuando el dinero empezó a escasear y la peseta se desplomó hasta tocar el nivel de 1898. Alfonso XIII se exilió de España, llegó la II República y cinco años después la Guerra Civil, cuando su mundo desapareció, sus nombres fueron borrados, por causas ideológicas o morales.

Mucho antes, una tarde de julio de 1883, Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), hizo su mochila, se calzó las botas y partió, acompañado por nueve chavales y un puñado de profesores, a una larga excursión de dos meses para descubrir la Sierra de Guadarrama. Fue la semilla de lo que conocemos hoy. Desde la estación de Villalba (inaugurada el 9 de agosto de 1861), Giner de los Ríos y su grupo de 14 personas ascendieron al puerto de Navacerrada para, después, subir a las Guarramillas, descender a El Paular y pernoctar en la Casa de la Horca. Hoy, según Google, ir al puerto de Navacerrada desde la Puerta del Sol se tarda 58 minutos para completar los 59,3km. O un poco más si se opta por el tren, que va hasta Cercedilla, donde se coge la línea turística línea C-9 (la única vía de Adif con un acho de vía de sólo un metro). Pero a principios de siglo XX era toda una odisea subir hasta Navacerrada desde la estación del Norte de Madrid. Por las faldas del Alto de Guarramillas apareció el noruego Birger Sörensen, que vino a España para encargarse de la empresa familiar Compañía de Maderas Sörensen Jakhelin y CIA, situada en la Calle Argumosa de Madrid. En sus viajes a Rascafría para comprar madera de la Sociedad Belga de los Pinares del Paular, se encontró la Sierra de Guadarrama y un grupo de jóvenes excursionistas interesados por la naturaleza y el deporte encabezados por Manuel Bartolomé Cossío o Manuel González de Amezúa, fundador del Club Alpino Español (1908). “El juego es la única parte de la vida en la que se puede disfrutar de libertad. Déjale gestionar sus propios juegos y, ...se producirá un hombre perfectamente apropiado para la vida social, siempre que se considere a la sociedad como una reunión de hombres libres”, afirmaba Coubertin, que al igual que la ILE en España, pretendía modernizar la sociedad de su tiempo a través de un drástico cambio en la educación francesa. El origen de patinar (así es como llamaban a esquiar), una forma de juego con la nieve, se produjo por las laderas de El Ventorrillo. Tuvieron que pasar más de 60 años para que saliera el famoso oro olímpico de Paquito Fernández Ochoa, en eslalon, en Sapporo 1972; y más de 80 para que llegara el de la primera mujer, Blanca Fernández Ochoa en Albertville en 1992.

Pioneras

Mucho antes de las inolvidables portadas de los Fernández Ochoa, en 1936 tuvo lugar el motivo de este post. Como en otros artículos de esta sección, es hora de que vayamos dando protagonismo a más mujeres porque las historias de los pioneros masculinos ya han sido muchas veces narradas. En esta ocasión, las de Margot Moles y Ernestina Maenza Fernández-Calvo que lograron visibilizar el deporte femenino en una época en la que el machismo no se podía discutir. Nos nutrimos de dos excepcionales libros, una biografía de Ignacio Ramos Altamira titulada 'Margot Moles, la gran atleta republicana' y la novela 'Todo lo carga el diablo', de Benjamín Prado. Ambas llegaron al Puerto de Navacerrada debido a la pasión por la montaña de sus maridos.  Manuel Pina Picazo era el marido de Margot Moles: era integrante como ella de la Sociedad Peñalara y partícipe también de la fundación del Canoe, campeón de España de Esquí, instructor del batallón y fusilado en 1942 en el cementerio de la Almudena. Eduardo García-Herreros Codesido fue el marido de Ernestina: afiliado en 1931 a la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara y en 1932 ingresó en su Grupo de Alta Montaña, que fue el primero en constituirse en España (en esa época abrió numerosas vías de escalada en La Pedriza y Gredos; además, se convirtió en uno de los tres primeros escaladores que alcanzaron y pernoctaron en la cumbre del Naranjo de Bulnes en 1933). A la familia Moles le surgió en 1927 la oportunidad laboral de llegar a Madrid, en el Instituto-Escuela de Madrid, creado por la Institución Libre de Enseñanza. Margot destacó pronto en múltiples disciplinas deportivas como atletismo, hockey y natación. Antes de que estallase la Guerra Civil fue campeona de España de lanzamiento de disco, de peso y plusmarquista mundial de martillo, esa marca se mantuvo vigente hasta 1975. En natación fue campeona de Castilla de 100 metros braza y con el Athletic Club de Madrid, equipo del que era capitana, consiguió en tres ocasiones el título nacional de España de hockey femenino. Según descubrimos gracias al libro de Ignacio Ramos Altamira, las hermanas Moles fueron las primeras en utilizar pantalones en vez de faldas en la práctica del esquí, pues eran mucho más cómodos y adecuados. “Solamente por el hecho de ponernos pantalones para esquiar, y creo que fui la primera que utilizó esta prenda en nuestra sierra, era yo objeto de críticas; me decían que era un chicazo, pero a mí me parecía ridículo ir con faldas y vendas en las piernas, que era lo que se estilaba entonces. Luego el tiempo me ha dado la razón”, analizaba Margot en 1987 poco antes de fallecer. En noviembre de 1935, la Federación Centro de Esquí convocó unas pruebas selectiv as en el puerto de Navacerrada con vistas a la participación de España en los Juegos de Invierno. La gran novedad fue la inclusión de una prueba femenina combinada de descenso y eslalon, en la que Margot alcanzó la mejor puntuación global, por delante de Ernestina Herreros (así es como era conocida, por el apellido del marido, con el que tuvo una tormentosa relación al quedarse embarazada y casarse con tan sólo 17 años para que su familia no la rechazara), Anita Canalejas, María de Letre y Clara Stauffer. 

Ampliar

Una imagen de Margot Moles en las pistas de Navacerrada.

En una entrevista efectuada a las dos esquiadoras españolas y publicada en la edición del 30 de enero de 1936 de Mundo Deportivo bajo el título “Las señoras de Herreros y Moles de Pina pasan para la Olimpiada Blanca” y el antetítulo “Una bella embajada a Garmisch” (fíjense en el interés 'deportivo' que ocupaban las "señoritas", así es como las mencionaban con claros tintes machistas y paternalistas), la propia Ernestina hablaba de que habían tenido una semana de preparación conjunta en la sierra (de Guadarrama) y de la gran diferencia de preparación con las alemanas, inglesas, austríacas, noruegas, italianas y francesas: “Nosotros somos unas pobrecitas turistas que cada ocho días subimos los esquís a tomar el aire de la sierra”, manifestaba. El 6 de febrero de 1936, ante más de 50.000 espectadores, se celebró la ceremonia de los IV Juegos Olímpicos de Invierno. Ernesita desveló en Marca, el 28 de enero de 1938, el asunto del desfile: Recuerdo con pena la enojosa discusión que se entabló entre el delegado que nos acompañaba y parte de los corredores con el resto, al querer desfilar delante del Führer con el brazo en alto, a la manera olímpica, al igual que lo hicieron la mayoría de los participantes de otros país".

Baenza de Herreros, como la inscribió la organización de los Juego Olímpicos de Invierno de 1936, terminó en esa 37.ª y última posición, con un tiempo de 18 minutos, 31 segundos y 4 décimas –sumando 26,90 puntos para la general–, alejadísima de la primera clasificada, la noruega de 16 años Laila Schou-Nilsen, que detuvo el cronómetro en 05:04.4. Según los testigos, la esquiadora cordobesa sufrió varias caídas durante el recorrido que le retrasaron sobremanera y le provocaron una luxación de hombro. Esta lesión, el agotamiento y la dificultad técnico-deportiva que entrañaba la pista del eslalon, la Gudiberg, motivaron que, luego de lo evidenciado en el descenso, Ernestina no fuera de la partida en la segunda parte de la combinada, por lo que quedó sin clasificación olímpica. Margot Moles fue la 35.ª en el descenso, con 10:52.4, concluyó la primera manga del eslalon, pero no superó corte de tiempos para la segunda. En ambas bajadas, fue igualmente víctima de varias caídas. Reproduciendo el teletipo de la agencia Alfil, las declaraciones de la andaluza luego de terminar el descenso fueron las siguientes: “Estoy satisfecha por haber podido llegar a la meta. Lo hice haciendo un gran esfuerzo para que se dieran cuenta de la gran voluntad de la representación española. No quise servir como elemento desmoralizador de mis compañeros”. Hasta que estalló la Guerra Civil, Margot trabajó como profesora en un colegio progresista, después se dedicó a bordar ropa porque el centro se convirtió en religioso y apartaron a las mujeres del deporte. "Entonces no había dos Españas, había una. Margot Moles fue el símbolo femenino de la República, Ernestina una señora conservadora, que fue partidaria incluso del levantamiento militar. Fueron dos mujeres separadas durante toda su vida por la ideología. Una de derechas, otra de izquierdas. Eran adversarias deportivas, Margot Moles lo ganaba casi todo. Ernestina Maenza le quitaba de vez en cuando un campeonato. Pero fueron grandes amigas y se respetaban", analiza Benjamín Prado. Fueron las primeras olímpicas de Invierno de nuestro país. Unas pioneras que durante muchos años cayeron en el olvido. Entre ellas, según nos narran, existía una grandísima relación. Podíamos aprender esa lección que se forjó desde las montañas de Guadarrama. Una historia de respeto, deporte, aventura y montaña. Hoy, en la era de la hiperconexión, velocidad e instantaneidad, su historia no puede caer en el olvido. No existió un VHS en los videoclubs que nos contara quiénes fueron; tampoco daba para guion de Disney, como los jamaicanos del bobsleigh; pero, quién sabe, aún se puede hacer una serie, al estilo 'Dime quién soy', para que las futuras generaciones sepan quiénes fueron Margot y Ernestina. Las primeras en conquistar el territorio donde duermen los sueños que, para muchos desde hace más de 100 años, descansan sobre Navacerrada...  

La playlist del vestuario random

Back to top