El entrenador más venerado por la afición del Real Valladolid ha fallecido durante la pandemia, por causas ajenas al Covid-19, pero no ha podido recibir el homenaje, la ovación, que se merece de la afición blanquivioleta, que espera poder volver a Zorrilla para honrarle.
Vicente Cantatore falleció el pasado 15 de enero, a los 85 años, y se fue como se mantuvo en la última década: en silencio. Afectado por el alhzeimer, hacía ya muchos años que no acudía a Zorrilla, el estadio donde hizo magia en tres épocas diferentes, el campo donde era considerado un héroe, el club al que llevó a algunas de sus cotas más altas. Esa misma semana, el entrenador chileno, nacionalizado argentino, pero que vivía en Valladolid, había sido operado de la cadera después de una inoportuna caída. Fue intervenido el lunes en el Hospital Río Hortega, el jueves recibió el alta y volvió a la residencia de mayores donde vivía. Esa noche se acostó y falleció. Había esquivado el Covid-19, pero su cansado corazón dijo basta. Se abrió en ese instante la carrera para recordar a uno de los entrenadores más importantes de la historia blanquivioleta, sino el más. No en vano, Cantatore es el técnico que más partidos ha dirigido (174) todos en Primera y el que llevó a los pucelanos a dos de sus tres participaciones europeas, aunque, curiosamente, nunca dirigió a los vallisoletanos en el continente.
El entrenador chileno no recibió en vida ningún homenaje del club pucelano. Lo intentaron tanto el expresidente Carlos Suárez, dos veces, como también el actual máximo dirigente, Ronaldo Nazario, pero su debilitada salud no invitaba a ello y la familia declinó las proposiciones. Tampoco tras su fallecimiento pudo recibir el sentido homenaje de una afición que le adora. La pandemia prohíbe la presencia de público en el estadio, por lo que el club preparó un homenaje sencillo: se guardó un minuto de silencio en el duelo ante Elche, el 19 de enero, con su imagen reflejada en el vídeomarcador, mientras que Sergio González, actual entrenador y el tercero que más partidos ha dirigido en el club, depositaba un ramo de flores y un balón en una de las esquinas de su área técnica. No era mucho, pero era lo más que se podía hacer para honrar a un entrenador histórico, con todas las letras, del Real Valladolid. Si, al menos, los aficionados blanquivioletas hubieran podido entrar en el campo, el minuto de silencio habría sido sobrecogedor, como suele pasar en Zorrilla. Sin música, sin una sola voz. Porque Zorrilla en silencio, con 27.000 personas respetándolo, es tan impresionante como el aplauso que se habría llevado después de esos 60 segundos.
Hablar de Vicente Cantatore es hablar de un técnico icónico en Valladolid. En tres épocas diferentes estuvo en el club blanquivioleta y en las tres triunfó. Llevó al equipo blanquivioleta a su segunda final de Copa del Rey en 1989, ante el Real Madrid (1-0) en el Vicente Calderón, y, además, es el artífice de dos de las tres presencias europeas pucelanas en Europa. Tan especial era que los jugadores del ‘Europucela’, el equipo blanquivioleta de la temporada 1996-97 que se clasificó para la UEFA, planeaba reunirse el año pasado para recordar aquella temporada en la ciudad del Pisuerga y visitar al técnico. La pandemia impidió que esta reunión se celebrase en 2020 y ya nunca tendrá el colofón de la visita al entrenador. Entre los componentes de aquel equipo están César Sánchez, Edu Manga, Harold Lozano, Juan Manuel Peña, Álvaro Gutiérrez, Benjamín Zarandona, Alen Peternac, Alberto Marcos, Javi Torres Gómez, Víctor Fernández o José María Quevedo, que cada vez que hablan del chileno destacan su capacidad para motivarlos, concienciarlos y ser un amigo con frases, como cuenta José Anselmo Moreno en su libro “Aúpa Pucela, 40 historias en blanco y violeta”, como “En el fútbol se divierte el que gana”, “A quienes se van a enfrentar (en la final de la Copa del Rey de 1989) aprendieron en la calle, no hay universidad del fútbol, son como ustedes” o “El mérito es de los jugadores”
En su primera campaña, la del debut, temporada 1985-86, completó los 34 partidos de la temporada, salvando al equipo con solvencia, sin mayores problemas, y ganando, por ejemplo, al Real Madrid en Zorrilla (3-2) en una plantilla donde empezaban a aparecer jugadores como Juan Carlos Rodríguez o Eusebio, con 20 y 21 años, respectivamente, que terminarían ganando la Copa de Europa con el Barcelona en 1992. La temporada siguiente, 1986-87, Cantatore tuvo desavenencias con el presidente Gonzalo Alonso por los fichajes y sólo dirigió el primer partido siendo sustituido por Xavier Azkargorta, que no acabó tampoco una dura campaña en la que dirigieron también Santos y Pérez García que acabaron en mitad de la tabla.
No tardaría en regresar Cantatore al club vallisoletano ya que con la llegada del nuevo presidente, Pérez Herrán, el argentino volvió al banquillo pucelano para dirigir dos campañas más a los pucelanos en las temporada 1987-88 y 1988-89. En la primera de ellas terminó octavo, en mitad de la tabla, mientras que en la segunda acabó sexto y llevó al Real Valladolid a su segunda, y última, final de la Copa del Rey. Fue en el estadio Vicente Calderón ante el Real Madrid el 30 de junio de 1989 y los merengues ganaron con un tempranero gol de Gordillo. Aquel equipo, capitaneado por Fernando Hierro, que semanas después pasaría a ser jugador del Real Madrid, se clasificó por segunda vez para competición europea, la Recopa de Europa. El técnico abandonó el club camino de Sevilla, donde en su primera campaña repitió sexto puesto, llevando a los andaluces a la UEFA, mientras que en la segunda alcanzó los dieciseisavos de final en la competición europea y acabó octavo en Liga, antes de partir hacia el continente americano para dirigir a la Universidad Católica de Chile y después hacerse cargo de Rosario Central y Colocolo. Volvió a España para entrenar en Tenerife y salvar al club chicharrero del descenso en la temporada 1994-95.
La tercera aventura de Cantatore en Valladolid comenzó en la temporada 1995-96, con un Real Valladolid último y muy descolgado en la jornada 25 a las órdenes de Rafa Benítez. El argentino, como cuenta José Anselmo Moreno en su libro, afirmó que lo primero que quería saber “es si el portero (César Sánchez) tiene manos” por la gran cantidad de goles que recibía el equipo. Las tenía y muy buenas como se demostró después. Cantatore logró que el equipo confiase en sí mismo haciendo una segunda vuelta mágica, logrando el histórico 3-8 en Oviedo y salvándose en las últimas jornadas, lo que le valió la renovación para una campaña 1996-97, cuando el equipo se clasificó para la UEFA, su tercera participación europea, al terminar la temporada séptimo. Aquel equipo fue reconocido como “EuroPucela”. Sin embargo, tampoco esta vez logró dirigir al equipo en Europa en la temporada 1997-98, ya que tras un mal inicio liguero, con tres derrotas consecutivas, y una discusión radiofónica con el hijo del presidente Marcos Fernández, que ya se encontraba muy enfermo, fue destituido en directo ante la incredulidad de la afición blanquivioleta, en particular, y la del fútbol español, en general. Un feo final en el Real Valladolid para un técnico histórico en el club al que ya nunca volvería. Dos veces clasificó al equipo para Europa y nunca lo dirigió en cita continental.
Todavía Cantatore se hizo cargo del Sporting de Portugal, Betis y Sporting de Gijón, pero en los tres clubes tuvo discrepancias y dimitió, por lo que después de su aventura asturiana decidió dejar los banquillos y vivir entre Chile y Valladolid, hasta que se asentó en la ciudad castellana, donde murió en enero.
Ahora, a través de la Federación de Peñas del Real Valladolid, se ha solicitado al Ayuntamiento, dentro del Programa de Presupuestos Participativos, que se construya una estatua en el barrio de Parquesol de Valladolid, próximo al estadio, para recordarle, a la espera de que su familia, su hijo Marcelo, conceda el permiso para realizar este homenaje, como alguno más que podría realizar en el futuro el Real Valladolid en el estadio o en la ciudad deportiva del club. Don Vicente lo merece.
Otra de las personas que se han quedado sin un sentido homenaje es Gonzalo Alonso. Uno de los presidentes más queridos de la historia del club, el que presidía la entidad blanquivioleta cuando ganó su único título, la Copa de la Liga en 1984, falleció el 23 de junio de 2020 a los 95 años. Ese día el Pucela jugaba contra el Getafe y en el descanso se conoció su fallecimiento, causando una gran tristeza en todos los blanquivioletas. La situación de pandemia hizo que el homenaje en Zorrilla se redujese a un minuto de silencio, el 1 de julio, frente al Levante.
Alonso presidió el club entre 1978 y 1982 y, posteriormente, entre 1983 y 1986. Bajo sus mandatos, el equipo llegó a semifinales de Copa, ascendió al equipo a Primera y fue uno de los artífices de la construcción del estadio José Zorrilla en 1982, amén de presidir la entidad cuando conquistó el único título nacional de la entidad, la Copa de la Liga de 1984, lo que llevó al Real Valladolid, por primera vez, a la Copa de la UEFA. Además, firmó en su momento a Fenoy o Gilberto en la primera época o a Polilla da Silva, Pato Yáñez, en la segunda, logró la cesión de Mágico González, y estuvo presente en la aparición de Eusebio o Fonseca como jugadores del primer equipo.
El expresidente blanquivioleta no pudo recibir el homenaje de la afición, como tampoco Vicente Cantatore, o el socio número 2 del club, Alberto Muñoz Muñoz, quien fue homenajeado antes del primer partido jugado en Zorrilla tras el confinamiento, ante el Celta, junto al resto de los abonados blanquivioletas fallecidos. Ronaldo Nazario, actual presidente del club, procedió aquel día a colocar un ramo de flores en su ubicación habitual para honrarle a él y a todos los fallecidos pucelanos. Cuando el público vuelva a Zorrilla, los aplausos de despedida y agradecimiento tendrán muchos destinatarios y una sola dirección: los blanquivioletas caídos durante esta pandemia