El magnate Warren Buffet siempre comentó que el precio es lo que pagamos, y que el valor es lo que recibimos. Siguiendo esta consigna, muchos clubes invirtieron cantidades ingentes de su cartera por jugadores de los que esperaban grandes rendimientos, pero de los que se desconocía a priori el rédito que podrían reportar a nivel deportivo. Todo un riesgo.
La salida de Neymar supuso un punto y aparte en el mundo del fútbol. Los 222 millones de euros que pagó el PSG al Barcelona en 2017 cambiaron el mercado y desencadenaron un oleada de traspasos millonarios sin precedentes hasta el momento. El fichaje de Cristiano Ronaldo por el Real Madrid, que costó 96 millones de euros en 2009, dio lugar a un movimiento inflacionista en el mercado, pero nunca del nivel de Neymar. Cuando Cristiano llegó al club blanco, el fichaje más caro hasta el momento había sido el de Zidane en el año 2001, con un coste de 77,5 millones de euros para el conjunto de Florentino Pérez. Teniendo en cuenta que la inflación entre el año 2001 y el 2009 fue del 28,6%, el coste de fichaje de Zidane hubiera sido de 99,5 millones de euros en el 2009, superando el traspaso del astro portugués.
Si comparamos el coste de Zidane con el de Neymar, ambos actualizados con la inflación del año 2019, comprobaríamos que el precio de Zidane se elevaría hasta los 104 millones y el de Neymar hasta los 228 millones. El coste de Neymar fue, a precios constantes, un 219,23% más caro que el de Zidane. Una muestra de que la llegada de Cristiano a Madrid en 2009 no fue tan desorbitada como la de Neymar a París en 2017.
Las prisas, malas consejeras
Para hacerse con Neymar, el PSG se limitó a pagar la cláusula de 222 millones de euros por el brasileño. El precio de mercado, según la web especializada Transfermarkt, solo llegaba hasta los 100 millones de euros. Por tanto, el PSG pagó 122 millones más de su tasación en aquel momento. De pronto, el Barcelona se encontró con mucho dinero en el bolsillo, y salió al mercado para buscar un recambio de Neymar. Las prisas traicionaron al club blaugrana y el resto de equipos, conocedores de su buena liquidez, encarecieron rápidamente el precio de sus jugadores.
Ousmane Dembelé fue la primera gran inversión después de la salida de Neymar. Los culés ficharon por 145 millones al jugador de 20 años, con una sola temporada en el Dortmund como bagaje. El valor de Dembelé en el verano de 2017 rondaba los 33 millones de euros, así que la contratación del futbolista francés le salió 112 millones más cara al Barcelona de lo que previamente estimaba Transfermarkt.
Coutinho fue el siguiente en llegar, y el precio final también superó con creces a su tasación. Si la cotización del atacante brasileño llegaba hasta unos nada desdeñables 90 millones en el invierno de 2017, el fichaje alcanzó la cifra de 160 millones, 70 más de lo estimado. A estos enormes movimientos del Barcelona, les acompañaron fichajes menores para apuntalar a la plantilla, pero siempre por encima de la tasaciones de Transfermarkt. Paulinho fichó por 40 millones ese mismo verano, cuando su precio de mercado no superaba los 15 millones.
Un mercado inflacionista
La ola expansiva llegó hasta las orillas del Merseyside, y el Liverpool pujó con contundencia en el mercado gracias a los 145 millones de la venta de Coutinho. El mismo invierno que se marchó a Barcelona el brasileño, Virgil Van Dijk firmó por los reds a cambio de 84,65 millones de euros. El central holandés procedente del Shouthampton tenía entonces un valor de 30 millones, por lo que su precio final superó en 54,65 millones a su cotización.
Aquel curso 2017-18, el Manchester City tampoco escatimó en gastos, convirtiéndose en el gran agitador del mercado de transferencias junto al PSG. Eso sí, a costa de pagar por encima del precio de mercado. Laporte costó al conjunto más de 65 millones de euros, 40 más de lo que estaba cotizando en aquel momento. No fue un caso excepcional para los citizen, Mendy tenía un precio de mercado de 13 millones y acabó costando 57,5 millones, Walker fichó por 52,7 millones estando valorado en 22,7 y Ederson llegó a cambio de 40 teniendo un precio de mercado de 22. Con tanta inversión era complicado encontrar fichajes sin sobreprecio.
Si se repasan las contrataciones efectuadas en la temporada 2017-18 por los 20 equipos con mejor coeficiente UEFA en 2020, salta a la vista que los clubes europeos pagaron de media 8 millones más por cada jugador de lo que estaba tasado en Transfermarkt. Este selecto grupo de entidades -entre las que encontramos a Real Madrid, Barcelona, Atlético y Sevilla como representantes españoles- se gastó más de 920 millones de euros en los 112 traspasos efectuados. A pesar de no caer en el despilfarro de los blaugranas, los clubes de nuestro país también pagaron un sobreprecio por algunos jugadores. El Atlético gastó 66 millones de euros por la contratación de Diego Costa, teniendo una valoración de 50, y Theo Hernández, cuyo valor no superaba los 15 millones, costó 24 a las arcas del Real Madrid.
El fenómeno inflacionista obligó a actualizar las cotizaciones de todos los observatorios especializados en la tasación de futbolistas, no solo de Transfermarkt. Gracias a esta puesta al día, los sobreprecios se repitieron con menor frecuencia, y el mercado de trasferencias frenó su crecimiento. Si en la campaña 2017-18 los fichajes habían sido 8 millones más caros de media que su precio de mercado, en la temporada 2018-19 los sobrecostes por fichaje llegaban a los 2,9 millones de media. El curso iniciado en 2018 contó con 101 incorporaciones por parte del TOP 20 actual de la UEFA, que superaron en una cifra próxima a los 291 millones de euros su tasación total.
El fenómeno inflacionista obligó a actualizar las cotizaciones de todos los observatorios especializados en la tasación de futbolistas, no solo de Transfermarkt.
Consecuencia
El Fair Play financiero, un analgésico
Los clubes destensaron la cuerda y procuraron llevar a cabo fichajes más ajustados al precio de mercado, o incluso por debajo. Los jugadores más consolidados a los que les quedaba un año de contrato fueron una gran oportunidad para corregir la corriente inflacionista. Thibaut Courtois, por ejemplo, tenía un valor de mercado de 65 millones de euros, pero costó al Real Madrid 35 porque terminaba contrato al año siguiente y el Chelsea no quería dejarle marchar con las manos vacías. Otro caso similar fue la contratación de Arturo Vidal por el Barcelona, quien quedándole también una sola temporada para marcharse libre, logró ser vendido por 18 millones, cuando su precio de mercado se situaba en los 35 millones. En una parte significativa, estos movimientos contribuyeron a reducir la diferencia entre los precios finales y las tasaciones previas.
Para la campaña 2019-2020, la tendencia bajista prosiguió y los clubes evitaron por lo general apostar por los jugadores sobrevalorados, que podían desencadenar otra hiperinflación. Un punto clave a partir del 2018 fue el “fair play” financiero de la UEFA, quien volvió a poner bajo la lupa las cuentas del PSG y el Manchester City. La amenaza de sanciones contundentes para los dos clubes-Estado, como se les ha apodado por ser propiedad de dos jeques árabes, actuó como un analgésico para el mercado. Así, en la campaña 19-20 los precios que pagaron los clubes del TOP-20 de la UEFA superaron los 233 millones el valor de mercado estimado por contratación. En dos años, se pasó de de los 8 millones de euros de sobreprecio por fichaje, a los 2,2 millones.
Teniendo en cuenta que en el año 2017 los grandes equipos llevaron a cabo 112 contrataciones con algún tipo de contraprestación económica, y en 2019 se produjeron 105 fichajes, es evidente que la necesidad de contratar jugadores seguía vigente en el 2019, pero no con el mismo espíritu inversor de 2017. La capacidad para asumir operaciones por encima del valor de mercado era cada vez menor.
Solo aquellos equipos que lograran vender con buenas rentabilidad en el verano de 2019 tuvieron la oportunidad de reinvertir en estos "overpriced assets" o jugadores por encima de su valor de mercado. Joao Félix fue de los pocos casos durante el este pasado verano. El jugador tenía 19 años y llevaba menos de un curso en el primer equipo del Benfica. Su falta de experiencia le penalizaba, y por eso su cotización en Transfermarkt no superaba los 40 millones de euros. A pesar de su baja valoración, el Atlético desembolsó 127 millones por él. La entidad colchonera había hecho caja con las ventas de Griezmann, Rodrigo y Lucas obteniendo más de 270 millones por tres jugadores que le habían costado en su día 84 millones: 54 por Griezmann y 30 por Rodri, dado que Lucas era de la cantera. Por esta ventas obtuvieron una rentabilidad importante que podría haber sido aún mayor si no hubiera sido por sus cláusulas, demasiado bajas para el precio de mercado. No obstante, fueron suficientes para acometer el fichaje de Joao Félix.
Las inversiones en jugadores con sobreprecio están de capa caída, y la crisis del COVID servirá para agravar el clima alcista de los últimos cursos. La contratación del PSG por Icardi podría servir como un augurio de lo que se avecina. El conjunto parisino tenía una opción de compra de 70 millones de euros por el delantero argentino que finalmente se ha visto reducida hasta los 55 millones. Una reducción cuánto menos sorprendente si la analizamos desde la perspectiva de la temporada 2017-18. La campaña que quedará marcada por los fichajes con sobreprecio, una especie en peligro de extinción.