El lunes la Real amaneció soñando y el viernes se acostó de mal humor. La vida es cursi y puñetera. Son cosas que suelen ocurrir: la alternativa al Madrid y al Barça solo será real y peligrosa si no se lo cree hasta el final de la última jornada. La ilusión está muy bien hasta que crece tanto que se confunde con la decepción.

Bale ha demostrado este año lo que decía sobre el campo. Un futbolista desconectado del juego, que sobre todo lo estaba del mundo. Un jugador al que si pinchas no sangra, salvo que des con su sóleo, una mina de urgencias. Su momento es una lástima, porque no tiene condiciones para ser el mejor, pero sí para ser el más decisivo.

Lo de Benzema es una alegría porque ni los que le quisimos siempre esperábamos esta recta final de carrera. Karim ha pasado de ser un malquerido al líder que nunca quiso ser. De poeta a Premio Nobel de Literatura. A la delicia de antes le ha añadido las dotes de un crack mundial: goles por castigo y el carisma de una estrella. Ha apadrinado a todos los jóvenes, sonríe a sus rivales y sigue escalando en su camino de leyenda.

El Madrid completó un partido redondo contra el Galatasaray. Salió conectado, continuó decidido y terminó brillante. Algo inusual, cuando un grande arrasa en la primera mitad y ya se deja ir. Zidane salió especialmente contento porque ha encontrado su once. Marcelo para el Bernabéu, Rodrygo para cualquier cita y Fede Valverde para siempre. Todos abrazados a Karim.

Rodrygo ha aparecido como una bendición. Es de los grandes porque solo está ahí para asuntos de tronío. O marcar goles o dar asistencias. Lo demás, pues eso, para los demás. Un tipo con cara de Comunión fuera del área y primo segundo del demonio dentro de ella. Torerísimo, por eso algunos le comparan con Raúl. Y una sortija, tan sofisticada que la tienen que mimar con mucho cuidado.

Ipurúa es una plaza complicada protegida por un entrenador muy valioso. Mendilibar ha cimentado el Eibar con las bases de un milagro muy real: allí solo cuentan el trabajo, la honradez y un hueco para la calidad. Fichan jugadores por su predisposición a arrimar el hombro en los momentos más fríos. Pero no olvidan el talento. Mendilibar salió a defender a Benzema cuando nadie lo hacía. Era lógico que James y Bale no estuvieran en el día del compromiso.

Lo del sábado fue importante para Zidane. Acertó de pleno con Lucas Vázquez y se dio cuenta de que Fede Valverde es la tecla imprescindible. Sus fichajes también carburan. Mendy es un muro muy disciplinado; hasta le han dicho que aprenda a darle con la diestra porque con la zurda no tiene solución. Brilla en defensa y seguro que rendirá en ataque. Lo de Hazard era cuestión de tiempo, pero ya ha aterrizado.