La vida va de héroes y villanos, de héroes y antihéroes, de buenos y malos. La NFL no podía ser menos y, por lo tanto, tiene una larga lista de malos para sus películas: Cam Newton, Richard Sherman, Ndamukong Suh, Marcus Peters y un larguísimo etc.. Sin embargo, hay un hombre que baila en la discoteca de los amados y los odiados. Aaron Rodgers. El bigote más carismático del football y el paladín de Lambeau Field.
Rodgers está firmando una gran temporada, una campaña acorde al nivel de este jugador. Quién lo diría cuando hace unos meses algunos auguraban el final del mariscal de los Green Bay Packers. Las razones podían estar más o menos fundadas, pero todas dejaban de lado el inmenso talento del quaterback y sentaban en el banquillo a uno de los mariscales más grandes de los últimos tiempos, sumiéndole en una mediocridad que confronta con el carisma intrínseco del mostacho más ‘molón’ de la NFL.
La llegada de Matt LaFleur, nuevo Head Coach de los queseros, y su relación con Rodgers era cuanto menos un interrogante. El carácter del 12, a veces díscolo, y la inexperiencia de LaFleur podría dañar a los de Wisconsin, tanto como las últimas temporadas de Mike MacCarthy y Ted Thompson. Es broma, más es muy difícil. Por otro lado, las lesiones de clavícula y en la rodilla que había sufrido en las últimas temporadas cernían una sombra sobre el estado físico del jugador franquicia de los Packers. Todo esto permitía a los no-creyentes dudar del 12.
Todas estas dudas han desaparecido. No de un plumazo, es cierto, pero partido a partido Rodgers ha ido encontrando el punto en su juego y a la ofensiva de Matt LeFleur hasta llegar al éxtasis futbolístico que fue el enfrentamiento ante los Oakland Raiders. El partido casi perfecto para un quaterback, casi perfecto porque Rodgers tuvo la ‘friolera’ de seis pases incompletos. Analizando más detalladamente los datos de Rodgers: 25 de 31 pases completados, lanzó para 429 yardas con un avance 18,8 por intento, asistió en cinco touchdowns y, para redondear su noche, firmó una anotación de carrera y tuvo un rating perfecto (158, 3 %). Algunos os preguntaréis, qué es un pass perfect rating. Bien pues para alcanzarlo es necesario que el quaterback intente al menos 10 pases, tenga cero intercepciones, un porcentaje mínimo de finalización del 77,5%, un mínimo del 11,88% de sus anotaciones pasando y un mínimo de 12,5 yardas por intento. Una salvajada de datos, propios de alguien a quién debería sustituir la gerencia de los Packers...
Just like they drew it up. 📝@AaronRodgers12 | @packers pic.twitter.com/2tMkvEBN4B
— NFL Films (@NFLFilms) October 23, 2019
Todo ello con un cuerpo de receptores mediocre, siendo benévolo, por la baja de Davante Adams. El mejor wide-receiver de los Packers y top-5 de la liga.
No sólo de este partido se está sustentando la sólida temporada del Rodgers. Con siete jornadas disputadas, los datos de Rodgers tendrían que acercarle a ser considerado como uno de los candidatos al MVP: 162 pases completados de 250 para 2.019 yardas con una ganancia de ocho yardas por pases, 13 touchdowns y sólo dos intercepciones.
Así es el amigo Aaron. Genio y figura. Estrella hasta la sepultura y serio candidato al Olimpo de la NFL, si es que no lo ocupa ya. De pequeños todos hemos ido con los buenos, todos queríamos ser el Capitán América, Batman, Aragorn o Luke Skywalker, de mayores todos queremos ser el Joker, Thanos o Darth Vader, porque ser un genio del mal siempre tiene más encanto, aunque todos querríamos ser Rodgers por un día.