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Rodra
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La portada es un orgullo. Marc Márquez lucha por el palmarés más laureado del motociclismo en la etapa de mayor igualdad mecánica. El octavo campeonato de un tipo brillante; comentó que el noveno lo empezaría a pelear en la siguiente carrera. Su éxito coincidió con la noche de Dembelé. Otra manera de entender la juventud. El extremo con tobillos de skater también lo tiene todo para hacer historia. Le encantaría, pero no le apetece.

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Tras su pase de exterior Bale ha recuperado la vanidad. Quién no lo haría. La información de Guillem Balagué es otro capítulo de su guerra contra Zidane, que recuerda a un silencio estrepitoso. Ya no extrañaría que el desenlace se cite una madrugada detrás de Mercamadrid, con James aprovechando la coyuntura. Bale se despediría así del madridismo: "No sufráis, que tampoco nos hemos querido tanto".

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Ceballos es un futbolista que solo se conforma con todo. Que necesita descaradamente sentirse el mejor sobre el campo. Una temeridad con Modric al lado. En el Arsenal tendrá todo el espacio que llevaba dos años soñando. Aunque si fuese tan bueno no necesitaría dar tantos toques.

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Eriksen es el nombre del invierno. Un jugador de hielo que se mueve con la ligereza de un soufflé. Por 25 millones y a estas alturas, una ganga que no parece prioritaria. Kroos también vino por oportunidad de mercado y ahora es de lo más necesario. El danés, como el alemán, promete defender. Mucha gente que escuchaba música clásica también fue a la guerra.

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Haland es solo una prueba de lo siguiente. Florentino mantiene firme su idea de frenar el mercado con un puñado de los mejores jóvenes. El noruego iría a clase con Ødegaard y viene del Salzburgo, que desde Jonathan Soriano parece una mina de goles. Haland ya acumula dieciocho en este curso. A Florentino habría que recordarle que lo mejor de los jóvenes es ponerlos.

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La portada también es leyenda. Sergio Ramos es un hombre para la Historia. Muchas veces parece que sintió toda su vida como un presagio. Por eso se decidió a rematar al Atleti en Lisboa y eligió los penaltis a lo Panenka como su forma preferida. Su virtud coincide con su pecado: creerse su condición grandiosa. La culpable de cada despiste y de todos los momentos de gloria. Él lo reconoce con una modestia particular, la última voz de la vanidad.

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La Selección empató contra Noruega por un déficit de brillo y un exagerado sentido de la culpa. Los americanos dicen que es lo que más caracteriza a los españoles. Esta nueva generación vive mareada entre la indiferencia. Y es que nada emborracha más que el pasado. El recuerdo embriagador de una Selección dorada y triunfal, que jugaba, ilusionaba y ganaba el Mundial. 

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