El Madrid terminó la pretemporada estirando las intrigas del curso pasado y duplicando sus males. Sin pulso ni ilusión. En lo tocante a Zidane, algunos pensaron que se quedó calvo de tanto recordar. El porqué de su "no" a Bale y James. Nadie lo dijo mejor que Axel Torres: si al Madrid ya le costaba motivarse para la Liga, cómo no les iba a dar pereza la canícula.

Entre tanto lío, al madridismo se le ocurrió ilusionarse con Neymar. Un elemento ideal para cualquier follón. El Barça lleva la delantera en esta operación: es quien más cerca está de ficharle y el que menos le necesita. Bartomeu y Florentino se estrujan la cabeza por culpa de Messi y la histeria de una afición. Mientras, Neymar juega al Counter Strike.

La Supercopa de Europa sirvió para despertarnos a tiempo. Con ella volvió el fútbol, tras un verano de muchas fábulas y menos goles. Lo hizo a lo grande, con dos equipos divertidos y un héroe español de historia americana. Como todas las historias americanas, la suya estaba cogida con pinzas. Estuvo en el paro para meditar, y no a disgusto. Pero el relato y su espléndida final no se la quita nadie. El Liverpool ganó en los penaltis porque sus rivales solo creyeron un ratito en Dios.

El viernes arrancó una nueva Liga en la Catedral. Un escenario ideado para cualquier estreno, en el que casan la pasión y la pureza. Ya era hora de que rodase el balón. La Liga, que también quiere ser moderna, ofrece tantas opciones como un menú. Habrá emoción en cada uno de sus platos: el título, la Champions, Europa y la salvación.

La chilena de Aduriz fue un grito bellísimo. Resumió el fútbol con mucho tino. No sería un deporte tan especial si lo pudieras adivinar. No molaría tanto si no te pudieras alegrar de las desgracias de tu rival. El gol del vasco anticipó la Semana Grande de Bilbao, aplazó su retiro y prendió a merengues y colchoneros. El Barça cerró su velada sin Suárez y malcediendo a Coutinho. Una mala noche no debería empañar un gran verano.

Era de esperar: el Madrid fue una sorpresa contra el Celta. Todas las historias bonitas empiezan con un perdón. Bale correspondió con talento, esfuerzo y carantoñas. Benzema sigue dulce pero crunchy; el gol ya acompaña a su repertorio de sortijas. También brillaron Marcelo y Kroos. El primero, siempre más torero que futbolista. El alemán, implicado y fino, tan sofisticado que solo marca golazos. Sobre los jóvenes y Vinícius, Valdano diría que la edad se cura con el tiempo. Ya saben, el Madrid mejor con todo en contra.