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La opinión sobre las siete noticias de portada en la semana de As.

Rodra
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El Madrid de Hazard ya ha echado a rodar. Un proyecto con etiqueta belga y acento francés, que busca valerse por fin en la Liga y regodearse en la Champions. El líder no aparece en el título, pero será Benzema. Karim demostró el curso pasado que le da más fuerza saberse querido que saberse fuerte.

La ilusión del proyecto merengue ha menguado por culpa del Barça, que lleva un mercado tan perfecto que levanta sospechas. Griezmann será el almíbar que redondee o empalague a Messi. Al Madrid le salva un detalle: un elenco de estrellas nunca supera a un equipo. Y el futbolista es poca cosa sin un entorno favorable.

El tenis español ha brillado en el torneo más brillante. El que se juega en un jardín y es obligatorio vestir de blanco. Bautista y Nadal merecen reconocimiento, porque fueron perdedores, pero jamás vencidos. Bautista jugó con el mismo silencio que en sus almuerzos en Terras Milles, uno de sus restaurantes favoritos del Grao de Castellón. Un tenis sin estruendos, lineal, que sin darte cuenta ya te ha clavado sus cuchillos.

Nadal sucumbió ante Federer en otro partido bellísimo. Perder contra el suizo en Wimbledon es casi un gesto de cortesía. Los dos tenistas son tanto para nosotros que ya no les vemos como rivales, sino como pareja. Un amor distinguido, tenístico, en el que la derrota nunca tiene excusas, solo aplausos. Cuando ves ganar a Federer te haces una pregunta. A qué vendrá tanta finura.

Griezmann relanza la duda de cómo salir de los sitios. Sobre todo, de los que no te quieren dejar salir. Yo no me atrevería a hacerlo tras una filípica de Simeone. Pero Griezmann es como los buenos sofistas, va a donde le pagan. El Barça es un lugar idílico para su fútbol, pero tendrá problemas para ubicarse: juega en el mismo sitio que Messi.

Por su nombre, sus giros, sus pases, parece que el Madrid con Kubo ha fichado un geómetra. Es pequeño y parece que muy eficaz, como las conjunciones. El japonés está convenciendo a los técnicos blancos y su papel podría calcar al de Vinícius en la temporada pasada. En el deporte de Oliver y Benji, a Florentino le faltaba su nipón.

Djokovic ganó Wimbledon en la final más larga de un Grand Slam. Para muchos, se hizo corta. Para algunos, el mayor triunfo hubiera sido recoger el trofeo de las manos de Kate Middleton. El serbio venció porque es el que más suma entre calidad y carácter. La prueba está en los puntos decisivos, en ellos Djokovic se olvida del brazo trémulo. Un tenista celestial.

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