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Extranjeros, ¿Por qué unos sí y otros no?

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Extranjeros, ¿Por qué unos sí y otros no?

El debate de la llegada de los extranjeros a la Liga española tomó un nuevo camino cuando se descubrió que, desde la temporada 1967-68 hasta la campaña 1970-71, un total de41 futbolistas extranjeros habían obtenido la autorización pertinente para poder haber actuado en el Campeonato Nacional de Liga.

El debate volvía a la calle. ¿Por qué algunos determinados jugadores sí podían desempeñar su trabajo con absoluta normalidad y otros no? Además, la idea de la RFEF de impulsar el fomento del deporte, en este caso del fútbol, tanto en escuelas como en universidades, para montar una estructura coherente y de paso intentar consolidar una buena cantera de jóvenes jugadores españoles, se desmoronaba al conocerse que, durante la temporada 1970-71, se había autorizado a 14 extranjeros a poder jugar. Y no. No eran los Cruyff, Neeskens, Breitner, Netzer… La lista la conformaban un italiano Giovanni Paposchi Giuseppe, un argentino Juan Carlos Artieda Pellejero, un chileno Fernando Nicolás Barriuso Antón, un uruguayo Constantino Prendes Camacho, un portugués José Manuel Gomes Pinto, dos venezolanos Miguel Ángel García Fuentes y Sigfrido Herrero Fuster y… ¡cuatro guineanos! (Antonio Esono Nguema Adugo, Santiago Asumu Ocomo, Konam N’Guessan Affoue y Mathias Tauoh N’Gadi). Sólo debían cumplir una norma: únicamente podían jugar si lo hacían como juveniles, o si en algún caso pasaban de los 18 años, hacerlo como aficionados.

Y es que a todo perro flaco todo son pulgas. Si la propia Delegación Nacional de Deportes y la Real Federación Española de Fútbol son las que se niegan sistemáticamente a aceptar la incorporación de jugadores extranjeros que potencien el fútbol español, pero a su vez sí permiten que jóvenes jugadores extranjeros puedan actuar, ¿no sería más lógico que aceptasen a todos por igual? Si ya había habido jugadores extranjeros que habían elevado el balompié patrio a altas cotas (caso de Di Stéfano, Kubala, Santamaría, Kocsis, Vavá, Ben Barek…), una apertura de fronteras conllevaría la posible llegada de grandes jugadores, tanto europeos como americanos. Como solicitaba Kubala, “extranjeros sí, pero con condiciones”. Ninguno de los arriba mencionados acabaría jugando en un gran equipo español, aunque su presencia no era del todo negativa: tener jugadores extranjeros era un síntoma de universalidad, de modernidad, de una ligera apertura de vías y mentes. Jugadores de siete países pertenecientes a tres continentes: África, América y Europa. Eran pequeños pasos. Y paso a paso se va construyendo el camino. En este caso, ya no había marcha atrás.

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