Ha sufrido dos desapariciones, una refundación y tres bonitas etapas en Primera. Ahora lucha desde Segunda B por volver a ser el equipo que puso en el mapa a El Plantío
La próxima primavera celebraremos nuestras bodas de oro”, pronunciaba orgulloso el presidente del Burgos, José Luis Preciado. Corría el verano de 1971 y la conocida cabeza de Castilla era toda una fiesta. El Burgos CF acababa de subir por primera vez en su historia a Primera División, desde su origen en 1922. Era la sorpresa con mayúsculas del fútbol español, como recogía el AS Color de 1971. Cincuenta años de la creación del club y nada mejor que celebrarlo jugando en la máxima categoría. Esta primavera, el Burgos hubiese cumplido 97 años. Y digo hubiera, porque el actual Burgos, que lleva seis campañas en Segunda B desde su última ascenso en 2013, ya no es el que representaba orgulloso a toda Castilla. Se llama igual, luce los mismos colores, juega en el mítico Plantío, pero su nacimiento fue en 1994.
Atrás quedaron los buenos tiempos en los que se convertía en el tercer equipo de Castilla en jugar en Primera, tras Cultural Leonesa y Valladolid. Los jóvenes y no tan jóvenes que celebran estos años los títulos de la Selección no han conocido al Burgos en Primera. A algunos les sonará de pasada: “Un histórico que ha disfrutado años buenos”; “Sí, me acuerdo, mi padre lo coleccionaba en cromos”. Razón nos les falta.
Igual que el CD Málaga o el Mérida, el actual Burgos CF desapareció. Tal vez marcado por el destino, pero en 1982, el año que celebraba 60 años de su nacimiento, también será recordado por el de su desaparición. ¿Las causas? Las mismas que asolan hoy en día el mundo del fútbol, para que se vea que los tiempos no cambian tanto. La mala gestión de algunos dirigentes, los impagos a jugadores y organismos federativos y los más de 250 millones de pesetas (de la época) de déficit. Un agujero negro que acabó con los huesos del Burgos en Segunda B y abocado a una lamentable situación. Su disolución.
En realidad, no todo fueron penurias en el Burgos. El equipo se mantuvo en Primera dos temporadas. Para el recuerdo queda el estreno de El Plantío en la máxima categoría. Nada mejor que el Real Madrid de Pirri, Amancio, Zoco, Benito, Velázquez y en el que despuntaba ya un saltarín Santillana. El resultado, lo de menos. Se perdió, pero 25.000 personas llenaron el estadio. Burgos se sentía orgulloso de su equipo. Se volvió a Segunda, pero la institución era otra cosa. Comenzaron a venir a la tierra jugadores que por fin querían vestir los míticos colores del club. Camiseta blanca y pantalón negro. En el imaginario del aficionado burgalés, una fecha para honrar. El 6 de agosto de 1973 llegaba al equipo, junto al valenciano Lis, un joven delantero cedido por el Atlético de Madrid, de nombre Juan Gómez, Juanito. El delantero malagueño se hacía con las riendas del equipo. La entidad no dudó en ningún momento en comprar al año siguiente al futbolista a su club de origen. Juanito junto a Viteri y con el internacional burgalés Manzanedo en la portería devolvieron al Burgos a Primera. Era 1976 y Burgos volvía a saborear las mieles del éxito. “Fueron años muy bonitos tanto para la ciudad como para el club. Ir a jugar a Burgos era difícil. Una plaza complicada para cualquier equipo. Hacíamos un gran fútbol, aunque fuera nos constará algo más”, cuenta Manzanedo, el único burgalés junto a Chus Pereda y Juan Mata que ha sido internacional.
Se vivían los años dorados del club. En la campaña de la vuelta a Primera, Juanito fue nombrado mejor jugador de la Liga. Le llovieron las ofertas. Barcelona y Valencia se peleaban por el malagueño. El presidente del Burgos por aquel entonces, Antonio Martínez Laredo, dio facilidades al club del que era socio y Juanito fue vendido al Real Madrid por 27 millones de pesetas. En la retina del espectador aún queda el recital del delantero ante su club de origen en el Vicente Calderón (0-3), en el que el escurridizo Juanito volvió loco al mismísimo Pereira. Un partido de leyenda.
El Plantío se llenaba cada fin de semana para ver jugar al equipo. La apoteosis en la ciudad castellana era máxima. Los mejores entrenadores del momento hacían las maletas y desfilaban por el banquillo de El Plantío: Marcel Domingo, Lucien Muller, Arsenio Iglesias…. Incluso, se vestían de corto los primeros foráneos del club: Adzic y Kresic, que más tarde regresaría a la ciudad para entrenar. “Teníamos un gran equipo. Casi el mismo con el que subimos: Juanito, Palmer, Viteri, Valdés… Para un chaval de 20 años jugar en Primera era lo máximo a lo que se podía aspirar”, cuenta encantado Manzanedo por la llamada de AS.
Estos años de consolidación en Primera, los más nostálgicos aún recuerdan uno de los mayores escándalos de la época. El 20 de marzo de 1977, el Burgos se medía al Barcelona. A falta de un minuto para el final, y con 1-0 favorable a los locales, el árbitro Fernández Quirós señaló penalti a favor del Barça. El revuelo fue total sobre el césped y Ruiz Igartúa lanzó una patada al trencilla. El defensa sería castigado con diez encuentros de sanción, en una de las decisiones más duras que se recuerdan. Manzanedo, en una gran intervención, le detuvo la pena máxima a Cruyff. Pero el bochorno en el campo fue a más. Al acabar el partido, el presidente Laredo bajó al césped blandiendo un paraguas y agredió al árbitro. Las cámaras de televisión no dejaron lugar a dudas. Era él. Le costó dos años de inhabilitación. “Fue un partido de mucha tensión. Recuerdo que era domingo y que era televisado, porque antes los partidos televisados eran ese día. El Plantío estaba bastante embarrado y les ganamos por 1-0, pero de los incidentes, ni me enteré. Llegué a casa y mi madre me dijo: ¡Pero qué habéis hecho! Fue ahí cuando me contaron todo lo que había ocurrido”, recuerda al milímetro el exportero.
Entonces, José María Quintano Vadillo cogió las riendas del club por primera vez. El Burgos se mantuvo a duras penas entre los 18 equipos de la élite. La marcha de jugadores como García Navajas o Miguel Ángel Portugal fue un varapalo. El Burgos comenzó a perder masa social y descendió el número de socios. La situación era crítica y se volvió al pozo de Segunda. Se aprobó un mastodóntico presupuesto de 100 millones para Segunda. Los impagos a jugadores eran constantes y el 25 de agosto de 1982 se hizo realidad el descenso burocrático a Segunda B, junto a la AD Almería, Club Getafe Deportivo, Levante y Zamora. Burgos lloró y el club agonizó hasta su liquidación un año después. Pero el gusanillo del fútbol de élite ha germinado fuertemente en la ciudad…
Un resquicio burocrático permitió a la institución dar un giro de 180 grados. Se creó el Real Burgos. El filial, el Burgos Promesas, se desvinculó del club y tomó el relevo del ya finiquitado Burgos CF. El 3 de agosto de 1983 dio los primeros pasos el Real Burgos con Félix Castrillo como primer presidente. El equipo empezó a competir en categoría regional, pero las señas de identidad del antiguo Burgos eran vulneradas. Se decidió desde la directiva cambiar la indumentaria y el escudo. Se eligieron para identificarse con la masa social burgalesa los colores de la ciudad. Camiseta roja con franja vertical marrón y calzón blanco. Los aficionados recelosos de la etapa anterior no estaban muy a gusto con los nuevos colores. El equipo, plagado de jugadores del filial, logró buenos resultados y comenzó a dar saltos de categoría para plantarse en la campaña 1987-88 en Segunda División. En el banquillo, un viejo conocido de la ciudad. Sergio Kresic, que comenzó su andadura como entrenador desde El Plantío; reunió un buen grupo de futbolistas (Mata, Bastón, Magdaleno...), deseosos de recompensar a la afición los sinsabores de tiempos pasados. Lo consiguieron en la primavera de 1990. Casi siete años después de su fundación, el Real Burgos volvió a estar entre los grandes. Burgos se echó a la calle.
El esfuerzo económico realizado por Martínez Laredo, que volvió a la presidencia ante el clamor de la ciudad pidiendo su regreso, comenzó a dar sus frutos. Evidentemente, se dieron los primeros indicios de números rojos en la entidad. Las ganas de tener fútbol de Primera hicieron olvidar los malos tiempos. El Real Burgos comenzó a crecer a lo grande, más rápido de lo posible. Se inició la primera conversión en SAD, avalada por el Ayuntamiento de Burgos. La directiva tiró la casa por la ventana y reforzó jugosamente la plantilla. Se contrató al portero Elduayen, al delantero Balint, llegó desde el Real Madrid Tendillo, el defensa Olaizola comenzó a despuntar. Era una de las mejores épocas deportivas del club en lo futbolístico. Se venció al Real Madrid en ambos partidos. El equipo, entrenado por José Manuel Díaz Novoa, sorprendió y durante algunas jornadas rozó los puestos europeos.
Financieramente, se repitieron errores del pasado. Se desembolsó más de 100 millones de pesetas por el fichaje del delantero del Athletic, Loren. Una barbaridad. Fue la puntilla definitiva. “La entidad empezó a vivir peligrosamente por encima de sus posibilidades. Y una serie de circunstancias y decisiones erróneas afectaron al club”, relata tajantemente Manzanedo, que vivió de cerca esa etapa, ya que intentó desde el banquillo evitar el descenso a Segunda. El proyecto del Real Burgos se desangró y caminó con pies de barro. Los acreedores acorralaron a la entidad. Los futbolistas, cada vez más afectados por los continuos impagos, no fueron capaces de dar la vuelta a la situación y el Real Burgos quedó último. Los acontecimientos comenzaron tristemente a recordar a los de 1982. La deuda de más de 600 millones de pesetas era insostenible y la Federación condenó a la entidad en 1994 a jugar en Tercera por impago a los jugadores. El equipo no se presentó a los dos primeros partidos de Liga y fue expulsado de la competición. El Real Burgos estaba en quiebra, 12 años después de su nacimiento, y dio los últimos coletazos a su disolución... pero en 2011 tras quince años sin actividad el club resurgió de sus cenizas. Actualmente milita en Tercera tras penar seis campañas en Regional de Aficionados.
Refundación Burgos CF
En la ciudad, comenzaron a buscarse alternativas y apareció la legendaria figura de José María Quintano Vadillo. El mandatario quiso recuperar las señas de identidad del antiguo club y refundó el Burgos CF ese mismo año. Burgos recuperó parte de su historia, aunque tuvo que pelear desde la Regional ordinaria. Volvió el antiguo escudo y la clásica indumentaria. Eran años difíciles, pero el equipo transitó peldaño a peldaño por el buen camino. El presidente no quería cometer más tropiezos y trabajaba con la pausa que faltó en épocas anteriores. Se tejían unos pilares más fuertes y se obtuvo recompensa. El Burgos volvía a Segunda tras superar en una gran fase de ascenso a Ourense, Sabadell y Ceuta. Jugaría en la división de plata en la campaña en la que hubiera cumplido 80 años: 2001-2002. Caprichos del destino.
Se hizo un esfuerzo económico por mantener la categoría. Se fichó a Pepe Gálvez y Tcheryshev, delanteros con dilatadas carreras en Primera, se mantuvo a Dani Pendín, el héroe del ascenso, y se confió el proyecto a Enrique Martín, técnico conocedor de la categoría. El Burgos se mantuvo. Pero la suerte le volvió a dar otra vez la espalda. El club debió hacer la segunda conversión en SAD el verano de 2002 y los plazos para aportar los 3.462.000 euros correspondientes se acababan. Al final, el Ayuntamiento no pudo seguir ayudando al club. El Burgos era descendido de categoría en los despachos. Otra trágica noticia para la ciudad, ya escaldada con dos desapariciones y ahora una sanción administrativa. Cornada que aún no ha cicatrizado totalmente en la sufridora afición burgalesa.
Con estos antecedentes, el Burgos camina diecisiete años después de su última campaña en Segunda mirando con nostalgia aquellos tiempos en los que sorprendía a la España futbolística y El Plantío era un estadio referente. El Burgos es ahora un club saneado, en comparación con otros equipos, que pelea por sobrevivir en el Grupo I de Segunda B. “El Burgos debe fijarse en otros clubes de la tierra como el Numancia o el Mirandés, que no se complican la vida y hacen las cosas bien”, adoctrina Manzanedo, con la sabiduría que le permite ser presidente de otro conjunto de la ciudad, el CD Burgos Promesas 2000. “Hoy el Burgos tuvo la suerte que le faltó otras veces”, repetía sonriente Juanito tras vencer en el Calderón. Eran otros tiempos… la suerte ha abandonado Burgos, pero llegará el día en que vuelva la gloria.