Messi es el ídolo de millones de niños y adultos hoy en día. Pero el ‘Dios’ del fútbol para muchos también fue niño. Y tuvo un ídolo: Pablo César Aimar, apodado como el ‘Payito’ o el ‘Payasito’, según las fuentes. Aimar (Río Cuarto, 1979) no fue un jugador distinto, fue un futbolista especial. Con sus escasos 170 centímetros lo mismo te hacía un ‘caño’, una de sus especialidades, que se encontraba una rendija entre las torres rivales para marcar de cabeza. Su pase al Valencia rompió récords. En enero de 2001, el club ché pagó 24 millones al River Plate. A sus 22 años, ya era conocido en Europa. Había ganado el Mundial Sub-20 con Argentina pero, sobre todo había formado una pareja diabólica de pibes junto a Saviola, en River Plate.
En el Valencia, jugó la final de Champions a los pocos meses de llegar contra el Bayern. Sin embargo, le queda una espina clavada: Cúper le quitó en el descanso por Albelda en aquel partido contra el Bayern. Un cambio defensivo. El Valencia acabó perdiendo por penaltis. Pero Aimar siguió creciendo en el Valencia, de la mano de Benítez, hasta convertirse en uno de los ‘pibes inmortales’ de la historia valencianista, junto a Kempes y Claudio ‘Piojo’ López (curiosamente los tres de la misma región de Argentina, Córdoba), según reza el cántico. Fue uno de los estiletes de Benítez en la primera de las dos Ligas que ganó en el Valencia y aportó su calidad para la segunda Liga y la Copa de la UEFA de 2004… aunque ahí ya no fue tan protagonista debido a las reiteradas lesiones. Con Ranieri, su luz en el Valencia empezó a apagarse. En la final de la Supercopa de Europa su presencia fue testimonial (tres minutos). A la temporada siguiente decidió marcharse para fichar por el Zaragoza.
Aunque en La Romareda tampoco brilló en exceso. Tuvo partidos en los que demostró su categoría pero fue muy irregular. Las lesiones, esta vez con problemas de pubis que le minaron físicamente, le impidieron demostrar sus cualidades en el Zaragoza con más presupuesto de la historia. Sus dos temporadas en el club maño acabaron con un descenso a Segunda. Y tuvo que hacer de nuevo las maletas.
A sus 28 años, cruzó la frontera y firmó por el Benfica, donde su fútbol volvió a brotar. Con el equipo de las Águilas levantó una liga portuguesa. Tras cinco temporadas, volvió a casa, a su River Plate. Pero de nuevo las lesiones le hicieron la vida imposible. Una lesión crónica en el tobillo le empujó a su primer adiós. Fue en julio de 2015. Decidió colgar las botas. Sin embargo, el paso mes de enero, con 38 años, regresó a los campos… y volvió a retirarse. Fue en un partido de Copa, con el equipo en el que jugó de niño, el Estudiantes de Río Cuarto ante Belgrano. Compartió once con su hermano Andrés y en la grade estuvo toda su familia y Marcelo Bielsa, su padre deportivo. Ese fue el final… o más bien el principio del ‘pibe inmortal’.