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La tragedia secreta del estadio Luzhniki

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La tragedia secreta del estadio Luzhniki

A falta de unas horas para comenzase el encuentro inaugural del Mundial de Rusia, más de 70.000 personas se agolpaban en las inmediaciones del remozado estadio Luzhniki, estadio elegido para llevar a cabo la ceremonia de apertura de dicho campeonato… y el partido final del mismo. En sus alrededores se erige un memorial, que suele estar rodeado de coronas de flores. La mayoría de esas coronas suele estar formada por el escudo del Spartak de Moscú. De esa manera, los seguidores del conjunto moscovita honran la memoria de los fallecidos en una horrible tragedia que permaneció en la oscuridad durante casi una década.

El drama aconteció el 20 de octubre de 1982, en un encuentro de la Copa de la UEFA. Era el partido de ida de los dieciseisavos de dicho torneo continental. En una fría noche (se calcula que había -10º de temperatura), el Spartak de Moscú se medía al Haarlem holandés (en ese equipo militaba un espigado delantero llamado Ruud Gullit). Quizá por ese frío, el estadio estaba apenas vacío: de una capacidad para 100.000 personas, sólo acudieron unos 17.000 seguidores. Los dirigentes del equipo decidieron abrir dos sectores, el A y el C, ya que el resto de las gradas estaban completamente heladas. La mayoría de los aficionados se agolparon en el sector C: ahí se encontraba la estación de metro, bueno para su salida, y además, el calor que emanaba del subsuelo le mantenía con una mejor temperatura.

Los rusos estaban eufóricos, ya que en la primera eliminatoria de la competición habían machacado al Arsenal (5-2), y parecía que todo iba sobre ruedas. Ante los holandeses se iba ganando 1-0 a escasos minutos del final. Edgar Hess había adelantado al Spartak en el minuto 16, y marcar un segundo gol se consideraba casi conseguir el pase a la siguiente ronda. A falta de diez minutos para el final, y viendo que el partido parecía sentenciado, mucha gente comenzó a marcharse. Sin embargo, Shvetsov marcaría un segundo gol a escasos diez segundos para el final. Ahí vino la tragedia: el estruendo por el gol fue tan grande que lo que estaba saliendo se dieron la vuelta para jalear la victoria. Ese contingente chocó con los que estaban saliendo, produciéndose aglomeramientos en pasillos o en los accesos a los sectores abiertos.

Esos choques resultaron brutales: se repitieron en varias galerías a las que recurrían para intentar huir de esas ratoneras. Los que venían rezagados empujaban a los que ya estaban tirados, estrujados… machacados en definitiva. Con el paso del tiempo, las autoridades policiales fueron disolviendo el caos de manera lenta. El siguiente problema con el que se encontraron las autoridades políticas fue el sanitario: los hospitales comenzaron a saturarse y sus medios no eran los más modernos para aquella época. Se trató de minimizar el asunto a nivel internacional, pero para las autoridades políticas había que resolver el drama: se fijó en 62 las muertes producidas y se decretó el cierre del estadio para los dos siguientes partidos en señal de luto, comenzando una investigación a nivel interno: el ministro del Interior Nikolai Shcholokov fue despedido por corrupción (se suicidó cuando le fueron a retirar todas sus condecoraciones). También fueron enjuiciados cuatro funcionarios, que nunca fueron a prisión al ser amnistiados por el 60º aniversario de la formación de la URSS.

Con la llegada de la Glasnost, a finales de los 80, se descubrió la verdad: la cifra real de muertos ascendió a 340 personas. La prensa fue a buscar a Shvetsov, el autor del segundo gol. Su frase resume la tragedia: “Nunca debí marcar ese gol…”. 

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