Son una parte más del cuerpo del futbolista, una prolongación de su físico y un elemento imprescindible para la práctica del fútbol. De la misma manera que el pintor desliza su pincel, el director de orquesta maneja su batuta y un camarero siempre está adherido a su bandeja, las botas de fútbol son el utensilio del futbolista y han cambiado tanto y tan poco como el propio fútbol.
No se entiende la imagen de un jugador vestido de futbolista sin ese calzado adecuado para la práctica de su deporte. De igual manera, es obvia y palpable su influencia en el juego. La historia reciente del fútbol está llena de jugadores que han pasado de patear raídas pelotas con sus pies descalzos en favelas brasileñas a ser la imagen de una multinacional que le diseña sus instrumentos de trabajo a medida. Las botas son tan antiguas como el fútbol (Enrique VIII, ya en 1526, encargó un par), aunque para la incorporación de los tacos hubo que esperar un poco más. Existe un grabado de 1872 del considerado primer partido internacional que se disputó, aquel eterno Inglaterra-Escocia, que se jugó con botas de suela lisa. Hasta entonces, los jugadores saltaban al campo con botas de cricket. En la década de los treinta, los futbolistas de Uruguay, por partida doble, y de Italia, en 1938, ya fueron campeones del mundo con tacos en la suela de sus botas.
Para la siguiente novedad hubo que esperar a la mitad de siglo. En 1949 aparecieron las primeras botas con tacos moldeados de goma. El fútbol también conocía los tacos recambiables de aluminio. Surgieron entonces las botas con tornillos de metal o tacos de plástico, de corte más bajo y con puntera media blanda que se adaptaban a la superficie, a los terrenos de juego blandos. En España las botas de corte más bajo se descubrieron gracias a una gira que San Lorenzo de Almagro realizó por nuestro país y en donde ‘El Ciclón’ impresionó por su capacidad para jugar con un calzado hasta entonces desconocido.
El paso del tiempo obligaba a intentar mitigar los problemas con el calzado que padecían los futbolistas. Uno de ellos era el agua, la bota acababa calada cuando llovía. En el Mundial de Suecia en 1958 ya se vieron botas con plantillas de nylon y cuero, con el objetivo de hacerlas más resistentes a la lluvia. Superado ese obstáculo, se buscó innovar en la seguridad del futbolista: en Chile 62 aparecieron los refuerzos para los tobillos. Además, se veían los primeros agujeros laterales para los cordones.
En los Mundiales de 1974 y 1978, Adidas empezó a convertirse en un referente en la venta de botas, con sus novedades, como la utilización de piel de canguro, los tacos moldeables extraíbles o la suela de dos densidades; sus ventas se dispararon. Las Adidas Copa Mundial pasaron a ser las botas más vendidas del mundo. Se empezaba a confirmar la existencia de un mercado que podría llegar a ser muy rentable. Y con competencia, porque por el otro lado del camino avanzaban las conocidas Puma King.
Adidas y Puma eran los dominadores del mercado. Al frente de ambas marcas estaban dos hermanos: los Dassler. En los 70-80 se libró la batalla Adidas-Puma, un conflicto familiar, una disputa entre hermanos. Ambos habían unido su talento para crear Adidas, pero sus intereses se separaron. Mientras Adidas presentaba las mejores innovaciones, Puma se llevó a la mejor joya del escaparate: Pelé.
En el Mundial del 70, el mundo descubrió una estrategia publicitaria impagable: el árbitro detuvo el partido a petición de la estrella brasileña, para que se pudiera atar sus botas Puma. Otras estrellas que cayeron en las redes de la marca de la pantera fueron Maradona, Cruyff, el portugués Eusebio o el inefable George Best. Antes, Adidas había dado un gran paso adelante en su imagen al calzar a la Selección alemana de 1954 al completo. Pero nada de todo ello es comparado a la fiebre de los consumidores y de los propios futbolistas por las botas en los últimos 25 años.
Las marcas que se encargan de la fabricación se ven obligadas constantemente a reinventarse para satisfacer un mercado exigente y ávido de novedades. Se suceden las presentaciones de botas de los jugadores, la incorporación de originales elementos en su fabricación, el lanzamiento de nuevos modelos, los anuncios publicitarios, la obsesión por hacerlas cada vez más ligeras, la diversidad de colores…
Hay nombres de botas de fútbol que son conocidos en muchos rincones del planeta. El nombre de Craig Johnston sólo sonará a los futboleros del globo por ser un exjugador del Liverpool, pero pocos conocen que todos los que han practicado este deporte han querido tener alguna vez en los últimos años su gran invento: las Adidas Predator. Unas botas que revolucionaron el panorama del calzado futbolístico por su mayor tracción entre el triángulo bota, suelo y balón. Es de las pocas botas que resisten años y años en el mercado y no acaban devoradas por el paso del tiempo. Johnston supo recoger el testigo de su predecesor, Adi Dassler, fundador de Adidas, quien transformó las pesadas botas de los inicio en otras más ligeras, de mayor calidad y más duraderas. Al encanto de las Predator se han rendido en sus diferentes versiones estrellas de la talla de Zidane, Xavi, Casillas, Gascoigne o David Beckham. En 2005, las Predator de la estrella inglesa ya valían 200 euros.
Aunque a su sombra también crecieron otras como Joma, Mizuno o Umbro, la globalización del mercado de las botas no se puede entender sin la aparición de un gigante que iba a arrasar en el mercado: en los 90 empieza a conocerse en el mundo entero la marca Nike (que significa victoria en griego). La empresa estadounidense tardó en comprender que había mucha vida (y dinero) más allá del baloncesto. Si algo tenían claro era su estrategia: había que sumar para la causa a las mejores estrellas del fútbol: Ronaldo, Ronaldinho, Cristiano, Puyol, Fernando Torres, Figo, Iniesta, Rooney…la lista de los cracks es interminable.
La más innovadora última tecnología está puesta al alcance de las botas de fútbol. Sentirse más ligero, reducir el riesgo de lesiones, mejorar la velocidad, asegurar una mayor estabilidad… cualquier motivo basta para que las multinacionales lancen al mercado un nuevo producto. Los futbolistas quieren botas a su medida y las marcas lanzan botas en función de las características
de los jugadores: las botas de Puyol se venden como ideales para un defensa, con el contrafuerte mejorado del talón externo para que la estabilidad sea mayor, sujetando perfectamente el pie y el talón. Con ello se potencia su capacidad para realizar entradas y despejes. Además, cuenta con un sistema integrado de cordones desplazados que minimizan los impactos irregulares con el balón, entre otras muchas características. Su lado negativo, el precio. Inalcanzable para mucha gente: en torno a 185 euros.
En cambio, los futbolistas más atacantes requieren de otro tipo de características. En Messi se busca un calzado ligero, que potencie sus velocidad, con cordones desplazados que dejen limpia la superficie de golpeo, para poder disparar y controlar sin irregularidades que molesten. Cuenta con tres sistemas de tacos que le garantizan el agarre y la estabilidad para no caer ante las entradas. Tan caprichosos son los futbolistas con sus botas que El Confidencial publicó el año pasado que Messi había firmado una cláusula en su contrato con Adidas por la cual él debía jugar con unas botas exclusivas y únicas, que no calzara ningún otro futbolista más en el mundo.
Por su parte, las botas de Cristiano y Neymar (y de otros jugadores como Pedro, Özil o Marcelo), las Mercurial Vapor, también buscan explotar la velocidad en el campo, por lo que se persigue que sean lo más ligeras posibles. De igual manera, se potencia su capacidad para las salidas explosivas y las frenadas en seco y con ello se facilitan los regates. Pesan sólo 185 gramos y están fabricadas con fibra de vidrio, que sustituye al carbono. Los tacos se reducen, en el talón apenas aparecen dos y combinan los tacos de aluminio con otros de goma.
Una de las últimas novedades que han surgido ha sido las llamadas ‘botas inteligentes’, que cuenta con un chip colocado en un orificio en la suela que recoge movimientos de 360º e información sobre el rendimiento del jugador mientras se disputa el partido. Soldado estrenó estas Adizero F-50 en el partido de España ante Venezuela. Al final del choque, las botas recogieron que corrió 5,8 kilómetros, realizó 32 sprints y alcanzó una velocidad máxima (29,8 km/h). Además, son capaces de medir otros parámetros, como la potencia de los disparos o la velocidad media. En total, esta bota de sólo 165 gramos y 230 euros de coste puede almacenar hasta siete horas de información que se trasladan después a un ordenador.
Otra innovación que ha aparecido en los últimos meses son las llamadas botas ecológicas. Fue Nike el encargado de lanzarlas al mercado y presume de ser un calzado fabricado con materiales renovables, biodegradables y reciclables. Según la marca americana, las Nike GS (Green Speed).
Es ya costumbre habitual en el fútbol de alto nivel que los jugadores, independientemente de su edad, calidad o posición, decoren sus herramientas de trabajo con el nombre de sus hijos, sus parejas o alguno de sus familiares. Otra opción es la de poner la bandera de su país o presentar botas conmemorativas para determinados partidos: Messi llegó a lucir unas doradas para el Balón de Oro; idéntico color que Zidane, en su última participación mundialista; o Gorka, Toquero y Koikili, quienes personalizaron las suyas con la bandera del País Vasco para la final de la pasada Europa League ante el Atlético.
Y así está la situación en este momento, con Adidas y Nike copando el mercado, pese a los esfuerzos de Puma por recuperar su fuerza de años atrás con fichajes de relumbrón, como los de Kun Agüero, Falcao, Fàbregas o Henry. Aunque también existen los casos aislados recordados, como las botas Mizuno de Rivaldo y Bebeto, las Lotto de Davor Suker, las Kelme de los españoles Luis Enrique o Míchel o las italianas Diadora de Guardiola, Roberto Baggio, Cassano
o Totti.
Lejos quedan ya aquellas botas altas y de suela dura de los albores futbolísticos. Pero, a pesar de toda la tecnología y los avances del mercado, en cada recoveco futbolero hay lugar para el nostálgico aficionado que cuando observa sus viejas botas en el trastero, o divisa las imágenes antiguas de sus ídolos de la juventud, exclama con orgullo y un punto de morriña: “Las negras puras y lisas, esas sí que eran las verdaderas botas de fútbol”.