La selección peruana femenina de voleibol fue segunda en los Juegos Olímpicos de Seúl 88. Recordamos aquel hito en la historia del olimpismo peruano con sus grandes protagonistas.
"Era la época más brava del terrorismo. Las torres de alta tensión eran dinamitadas continuamente y la población se quedaba a oscuras. Pero durante una semana no hubo ningún ataque terrorista. Fue una tregua". Iván Dibós, miembro del Comité Olímpico Internacional y del Comité Olímpico Peruano desde 1982 fue el encargado de colgar las medallas de plata a la selección femenina de voleibol de Perú en los Juegos Olímpicos de Seúl 88. Aquel hito no fue solo el mayor éxito colectivo en deportes de equipo en la historia del Perú. Fue un bálsamo para un país que en los años ochenta sufrió la violencia extrema del Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso (PCP-SL). La organización terrorista se cobró en total más de 30.000 vidas, según la Comisión de la Verdad y Reconciliación. "Los partidos de Perú eran a las 04:00 a.m. pero todo el mundo los veía. Los empresarios sufrían mucho con estos cortes de luz, el país no podía producir y las empresas eléctricas se volvieron expertas en volver a conectar estas torres de alta tensión", recuerdo Dibós. Pero entre el 20 y el 29 de septiembre de 1988, todo el país se puso de acuerdo en un solo objetivo: seguir por televisión a la mejor generación de voleibolistas que dio el país.
Katherine Horny, Cenaida Uribe, Rosa García, Miriam Gallardo, Gabriela Pérez del Solar, Isabel Heredia, Cecilia Tait, Luisa Cervera, Denisse Fajardo, Alejandra de la Guerra, Gina Torrealva y Natalia Málaga. Y el inolvidable entrenador, el coreano Man-Bok Park. Esas doce chicas cayeron 3-2 en la final de voleibol de Seúl 88 después de ir ganando 2-0. Tocaron el oro con la punta de los dedos. "La clave estuvo en que perdimos el tercer set después de ir ganando los dos primeros. Estaba conmigo Rubén Acosta, entonces presidente de la Federación Internacional de Voleibol, y me dijo: 'Ya te fregaste, Iván. Cuando un equipo gana los dos primeros sets y pierde el tercero, es muy probable que pierda el partido". Así fue.
La selección peruana de voleibol femenino dejó ojipláticos a los seguidores de este deporte. El equipo de Man-Bok Park tenían la estatura media más baja respecto a los otros siete equipos que participaron junto a Perú: República Democrática de Alemania, Japón, Corea, URSS, China, Brasil y Estados Unidos. Sin embargo, curiosamente la única estadística en la que Perú ocupó el primer puesto del ranking fue en la del número total de bloqueos: la organización contabilizó 1.057, con un brutal promedio de 38,3% por partido. Sintomático que las peruanas, las más bajitas, fueran las mejores en una parcela de juego teóricamente reservada para las más espigadas. Las "gigantes" alemanas de la República Democrática fueron segundas, con 877.
¿Cómo eran capaces las "pequeñas" peruanas -en comparación con sus rivales- de efectuar tantos bloqueos? "Por nuestro deseo de ganar y al escuchar las tácticas de Míster Park. Esperar la levantada, luego contábamos hasta 3 y a bloquear... todo salió bien hasta el punto 12 del tercer set. El resto es historia". Quien conversa con As Color es Cecilia Tait, la mejor jugadora de voleibol de aquellos Juegos Olímpicos. Una de las compañeras de la 'zurda de oro', la carismática Natalia Málaga, nos explica la receta de su éxito: "Éramos un equipo muy completo, compacto y muy técnico, todas sabíamos hacer de todo. No era como ahora, que sí se hacen jugadoras específicamente para cada función: las 'grandotas' para bloqueo, las chiquitas para defender (liberos) y las de mediana estatura, las pasadoras y las atacantes de puntas". Conviene recordar que la mediática Natalia, la misma que fuera nombrada mujer más influyente del Perú, no solo destacaba por su garra, por ese carisma innato que perforaba los tímpanos rivales. Con su 1,72 de estatura fue la cuarta mayor bloqueadora en Séul, con un 39,7%, apenas ocho décimas menos que su compañera Gaby Pérez del Solar, 22 centímetros más alta (1,94).
En cualquier caso, no se podía decir que las peruanas fueran unas novatas. El padre del voley peruano tiene nombre y apellido japonés: Akira Kato. "José Pezet, gran impulsor del voleibol en el país, dijo que había que traer al mejor entrenador del mundo. Y así fue", recuerda Iván Dibós. "Kato quería a las chicas como un papá. Era un formador". El nipón llegó al Perú en 1965 y elevó el nivel del voleibol patrio hasta codearse con los mejores del mundo: fue cuarto en los Juegos Olímpicos de México y en la Copa del Mundo de Uruguay de 1973. "Que yo recuerde desde 1978 comenzamos a ser una potencia. El mismo equipo que gana el sudamericano de menores en Argentina: Gina Torrealba, Sonia Heredia, Cecilia Tait... Después llegaron Natalia Málaga, Rosa García y Denise Fajardo para el Mundial en México 81. Luego el equipo se completó cuando entró Gaby Pérez del Solar para las olímpicas de Seúl", apunta Cecilia Tait.
El relevo de Akira Kato fue Man-Bok Park. El coreano supo aprovechar la huella dejada por su antecesor y definir un bloque que aunaba la velocidad del estilo asiático con la potencia y la vehemencia de las jugadoras peruanas. Park, que hasta la fecha sigue residiendo en Lima, aplicaba también una férrea disciplina a sus discípulas. Para Dibós, el secreto del asiático residía en que "las chicas no eran muy altas pero con Man-Bok Park aprendieron el estilo asiático, muy rápido, que eran incapaces de hacer las jugadoras de más de 1,90 de otros países. Más tarde esas grandonas aprendieron a hacer lo mismo... Pero entonces la rapidez de las peruanas deslumbró a todas. Además, entrenaban 16 horas diarias".
El enorme trabajo de Park le valió ingresar en el prestigioso International Volleyball Hall of Fame, ubicado en Holyoke (Massachusetts, Estados Unidos). Junto a él, las dos mejores jugadoras de aquellos inolvidables Juegos Olímpicos, Gaby Pérez del Solar y Cecilia Tait. La 'zurda de oro' se emociona al recordar su paso por este "salón de la fama del voleibol". Recuerda a la persona que más le apoyó en su carrera como deportista: su mamá. "Gracias al universo por nacer en el Perú y darme de madre a Camila Villacorta Sifuentes. Sin ella no existiría. La fortaleza al punto de necesidad me hizo ser diferente, ambiciosa deportivamente hablando. Querer salir de la pobreza me hizo tener una voluntad de fierro. Ser terca, voluntariosa y perseverante dio resultado. Desde 1982 hasta salir campeona mundial de club en Brasil 1992 hubo triunfos con caídas que lograban hacer que me levantara y volviera a soñar con ser la mejor. Los títulos hablan por sí mismos. Fue esencial la ayuda de muchas personas (incluyendo mis compañeras), sin ellos no lo hubiera logrado".
Tanto Natalia Málaga como Cecilia Tait coinciden en la bonhomía de Man-Bok Park. "Era un Maestro, supo cómo manejarnos para sacar lo mejor de cada una", afirma Natalia. "Es mi padre deportivo, mi descubridor. Lo quiero mucho y estoy eternamente agradecida por todo lo que hizo por mí y el equipo", agrega Cecilia. Efectivamente, Park posó su ojo clínico sobre ella y la sacó del anonimato tras una infancia y juventud difíciles en el barrio de Nueva Esperanza de Villa María del Triunfo (Lima). Ella fue el mejor exponente del excelso nivel que alcanzó el Colegio Divino Maestro como exportador de talentos de voleibol. "Como estudiante, hacía las tareas, por lo que era difícil ir a entrenar. Eran épocas felices cuando no tenía que hacerlas. Recientemente, volví a encontrarme con mis amigas de colegio Sofía Benavides y Liliana Mujica. Ellas me ayudaban a ponerme al día en mis cuadernos cuando regresaba de estar en gira. También me ayudaban a estudiar para los exámenes. Todo lo que hacía era estudiar, entrenar, comer y dormir. Al día siguiente, la rutina se repetía. Por diez años no tuve tiempo para salir con amigos, ir a fiestas, tomar, mucho menos bailar pegado...", recuerda.
La selección femenina llegó a Seúl no como la gran favorita, pero sí con ciertas esperanzas de medalla. Su hoja de ruta fue la siguiente. Estuvieron encuadradas en el Grupo B junto a dos de las grandes aspirantes, China y Brasil, más Estados Unidos. Ante las brasileñas jugaron el primer partido el día 20 de septiembre. Fue el único "tranquilo" para las peruanas, ya que ganaron 3-0. El resto de partidos disputados en los Juegos de Séul les tocó sufrir: todos los terminaron rematando por 3-2 (frente a China y Estados Unidos en las eliminatorias de grupo; y ante Japón y la URSS en semifinales y la gran final, respectivamente).
"Yo estaba sentado en la tribuna de los miembros del COI. A mi costado estaba la Reina Sofía de España. Ella me dijo: 'Oye, Dibós, no sabía que ustedes tenían un equipo tan bueno...' Estuve muy nervioso durante todo el partido. Mis pulsaciones son normalmente de 40-45 –Iván Dibós ha practicado durante toda su vida numerosos deportes-. En ese partido estaba a 150 pulsaciones. Tanto me asusté que me bajé un rato de la tribuna porque pensé que me iba a dar un infarto". Dibós fue privilegiado espectador de aquella legendaria final. Se emociona al recordar aquel momento, pero tiene claro cuál fue el error de las peruanas: "Perú comenzó a cansarse. Las seis titulares eran espectaculares, pero cuando se cansaban y había que rotar perdíamos puntos. Entonces tenían que regresar a la pista las cansadas, y las doce rusas eran muy buenas... cuando ellas cambiaban no se notaba la diferencia. Las peruanas eran siempre las mismas seis. Pero fue épico: seis niñas jugaron contra doce rusas grandotas. Perú tenía a Gaby Pérez del Solar con 1,94, que era la más alta del equipo. Pero la pérdida fue por cansancio. La mejor fue Cecilia Tait, la mejor del mundo en ese momento. Ganó muy buen dinero y le hicieron congresista. La segunda mejor fue Gaby Pérez. Luego estaba Natalia Málaga, mi sobrina, esa pequeñita que era la que más saltaba, se retenía en el aire. Gina Torrealva, Rosa García que era la levantadora y le colocaba las pelotas a Cecilia y Gaby. Cecilia era zurda y volvía locas a las soviéticas..."
"Faltó un cierre con un plan de contingencia. Lamentablemente no lo teníamos porque nunca pensamos en llegar a la final. Cuando nos dimos cuenta Rusia ya estaba en el quinto set. Fue muy tarde para reaccionar", lamenta Cecilia Tait. Las olímpicas de Seúl no encuentran una explicación técnica a su derrota frente a la URSS. "Jugábamos contra un gran equipo que supo aprovechar nuestros errores y aprovecharon ese momento. Respetábamos mucho al rival; éramos amigas y trabajamos mucho con ellas para esa Olimpiada. Jugamos muchos partidos de entrenamiento al punto de conocer nuestras forma de jugar", revela su compañera Natalia Málaga.
Cuando terminó el partido, a las aguerridas peruanas se les coló en el pecho un silencio duro y penetrante. "Todas estábamos mudas. Nadie dijo nada", rememora Natalia. "Luego lloramos muchísimo... pero también estábamos contentas por esa medalla. La de oro te la ganas y la de bronce también, la de plata si llegas a la final ya la tienes". Para Cecilia Tait no fue fácil asimilar la derrota. Que la nombraran Mejor Jugadora le dejó sensaciones agridulces. "Yo lloré muchos años después... Supongo que a las lágrimas por la derrota le sucedieron otras por colgarse la plata en Seúl...Todas llevamos la medalla de plata que fue de oro sobre el pecho para nosotras... por no decir una cruz... metafórica".
Tampoco fue fácil para Iván Dibós, que había estado sufriendo en la tribuna los gritos de la mamá de Natalia Málaga... Sin embargo, tuvo claro el discurso: "Se me salían las lágrimas, estaba tan orgulloso... ¿Qué les dije? 'Ustedes no han perdido, han ganado. Las tres medallas son de igual calidad. Han jugado de igual a igual con mujeres de más de 1,90'. Ellas se habían preparado muy bien. No son triunfalismos, en igualdad hubieran ganado. Mi colega del COI Vitaly Smirnov me dijo: 'Ustedes me han hecho sufrir'. El entrenador soviético gritaba a sus jugadoras porque pensaba que se estaban dejando ganar. Recuerdo escucharle gritar como un desaforado.".
Cecilia Tait: la 'zurda de oro' que fue congresista y superó un cáncer
"Soy arquitecta frustrada. Compro casas, las arreglo y las alquilo. Como diría mi ex, vivo de mis rentas que gracias al vóley pude ahorrar. Invierto además lo que gané en la política. Siempre he seguido el dicho de "guardar pan para mayo". Si no lo haces, tu vejez será triste, te quedarás solamente como un ídolo para siempre. El deporte no dura para toda la vida, por eso es bueno prepararte para lo que viene después de ser deportista calificado. Si vives del pasado, nunca creces como persona. Ser mamá a tiempo completo; eso sí es chamba. Como tengo hijas de 22 y 15 años siguen viviendo conmigo. La verdad es que es lo máximo, parecemos hermanas pero cuando me sale el de madre estricta mejor no te cuento... Ahora trabajo como analista deportiva de vóley en Movistar Deportes. En el programa Zona de Ataque comento sobre la selección peruana actual y sobre la Liga Nacional. Me encanta esta nueva faceta de mi vida, siempre soñé con trabajar en televisión. Realmente no me puedo quejar. ¡¡En estos 56 años he hecho de todo jajajajaj...!! Me despierto todos los días y agradezco que respiro y celebro la vida. El mejor regalo que el creador me pudo dar al volver a nacer en el 2010. Pero para saber de esa historia tendremos que tener otra entrevista...
Los setenta y los ochenta fueron años felices para el voleibol peruano pero infernales para la economía del país, sumido en una brutal crisis sin precedentes. En Perú había hiperinflación. Los precios experimentaron tal incremento que los productos farmacéuticos se dispararon en un 600%, mientras que la gasolina subió un 400%. Precisamente en septiembre de 1988, la selección femenina de voleibol daba la cara en Seúl por un país sumido en una terrible depresión, con escasez de artículos de primera necesidad, materias primas... y una inflación disparatada del 1.722%. Llegaron a circular billetes de un millón y de hasta cinco millones de intis. Desde luego, el contexto sociopolítico no era nada halagüeño para impulsar el deporte, pero aún así se dio el milagro olímpico del voleibol.
¿Cómo fue posible? "Muy fácil, eran las mejores deportistas del Perú. Comenzaron a pedir más dinero para el voleibol y el Instituto Peruano del Deporte (IPD) empezó a dar tanta plata que era casi el 80% del dinero del deporte; eso sí, una inversión con riesgo calculado. En esa época la inversión en deporte era muy baja. Yo en mis años de presidente del IPD manejaba unos 10-12 millones de dólares para todas las federaciones deportivas. Ahora el deporte peruano tiene unos 80 millones de dólares al año de presupuesto. Además, la entonces Compañía Peruana de Teléfonos puso en planilla a todas las jugadoras de la selección. Las auspiciaba y éstas trabajaban cuatro horas diarias", relata Iván Dibós.
La época dorada del voleibol femenino nacional abarcó aproximadamente desde 1968 hasta 1988. Precisamente aquellos Juegos Olímpicos de Seúl supusieron el cenit en este deporte para el Perú y el punto de partida de su declive. El país acumuló en esos veinte años gloriosos dos diplomas olímpicos (sendos cuartos puestos en 1968 y 1984) y la sonada medalla de plata del 88. Además Perú se colgó la plata en el Mundial de 1982 de Buenos Aires y el bronce en el de París 1986. "El grave error fue que después de 1988 seguían con el mismo equipo; ya llevaban tres Juegos Olímpicos y no había relevo generacional", explica Dibós.
Precisamente ese déficit de nuevas generaciones competitivas llevó al voleibol patrio al ostracismo. Como si de una maldición se tratara, después de Seúl la selección femenina solo se clasificó para los Juegos Olímpicos de Atlanta 96 y de Sidney 2000 (11º puesto en ambos). Fueron sus últimas participaciones olímpicas. Iván Dibós, Natalia Málaga y Cecilia Tait coinciden en que será muy complicado que Perú vuelve a dar una generación de jugadoras de voleibol de semejante calibre. "Va a ser sumamente difícil. Ya todas las selecciones juegan al estilo asiático y nosotros no tenemos gente alta. Como máximo, de 1,80 -1,85, que no es nada comparado con chicas de dos metros. Pienso, sin ser pesimista, que en voleibol se acabó", lamenta Dibós. Su sobrina Natalia, que fue seleccionadora nacional de menores, coincide: "Al Perú le falta mucho, tanto que no habrá un equipo igual. Para volver a tener esos resultados tendríamos que cambiar mucho el comportamiento y disciplina de las deportistas; no hay compromiso ni valores: ahí podremos pensar en llegar alto". Por su parte, Cecilia Tait, como analista deportiva en televisión, apunta: "A la selección actual le falta actitud de mirar a sus sueños en grande para que se puedan realizar. Además, les falta no tener miedo a perder, salir de su zona de confort y sacrificarse por lo que quieren. También diría que les falta ganar... darse la oportunidad de jugar en el extranjero; conocer otras ligas y tener experiencias diferentes. Está más que claro que los tiempos han cambiado. Antes había una necesidad de mejorar tu calidad de vida y el deporte te ayudaba, ahora todo es más fácil".
Habíamos dejado a las doce protagonistas mudas y con una medalla de plata alrededor del cuello. Luego llegaron las lágrimas de algunas y los saludos. ¿Y después? Cecilia Tait recueda que "solo cuando fui a la conferencia de prensa pensé que podría hablar. Solo lloré y pedí disculpas; fui al camerino. Luego seguimos todas abrazadas llorando, el regreso a la villa fue muy triste. Pero el recibimiento en la entrada de los deportistas de Sudamérica y Centroamérica fue muy lindo. Muchos aplausos... las típicas palabras "ustedes merecían ganar".
Cuando llegaron a Lima, el país entero las recibió como heroínas. Fueron escoltadas hasta el Estadio Nacional, que se llenó hasta la bandera en un sentido homenaje. "Lo del estadio fue increíble, sentimos demasiado el cariño de pueblo, éramos lo máximo para todo el país", apunta Natalia. "Recuerdo que nos recibieron de la misma manera que recibieron a los dos únicos Papas que vinieron al Perú. Hasta los últimos días de mi vida lo tendré en mi memoria", añade Cecilia.
Tanto Natalia Málaga como Cecilia Tait conservan en un lugar privilegiado su medalla. La primera, en una vitrina preferente de su hogar. La segunda, en una caja de seguridad: "No quiero perderla; es el mejor tesoro obtenido a base de trabajo y esfuerzo. Es la mejor herencia que mis hijas Laura y Luciana recordarán. Cuando haces las cosas con los tres ingredientes que siempre les digo: Amor, Amory mucho Amor... más pasión por lo que quieres en la vida, la compensación es el triunfo".
Cecilia Tait no quiere rememorar aquella final viendo los videos. "Yo no volteo la página, la arranco. Duele menos". Solo quiere recordar una palabra que le dijeron las titánicas soviéticas aquel 29 de septiembre de 1988: "Spasivo, Perú". Gracias, Perú.
Historial de la selección femenina de voleibol de Perú
1964: No clasificó | 1968: 4º puesto | 1972: No clasificó |
1976: 7º puesto | 1980: 6º puesto | 1984: 4º puesto |
1988: 2º puesto | 1992: No clasificó | 1996: 11º puesto |
2000: 11º puesto | 2004: No clasificó | 2008: No clasificó |
2012: No clasificó | 2016: No clasificó | |
1952: No participó | 1956: No clasificó | 1960: 7º puesto |
1962: No clasificó | 1967: 4º puesto | 1970: 15º puesto |
1974: 8º puesto | 1978: 10º puesto | 1982: 2º puesto |
1986: 3º puesto | 1990: 6º puesto | 1994: 15º puesto |
1998: 10º puesto | 2002: No clasificó | 2006: 17º puesto |
2010: 15º puesto | 2014: No clasificó | 2018: No clasificó |
1973: 4º puesto | 1977: 5º puesto | 1981: No clasificó |
1985: 5º puesto | 1989: 5º puesto | 1991: 5º puesto |
1995: 10º puesto | 1999: 10º puesto | 2003: No clasificó |
2007: 11º puesto | 2011: No clasificó | 2015: 11º puesto |
Todos los partidos de Perú en Seúl 88
FECHA | PARTIDO | RESULTADO |
20/09/1988 | Perú - Brasil | 3 - 0 (15-11) (15-11) (15-3) |
23/09/1988 | China - Perú | 2 - 3 (15-13) (13-15) (15-7) (12-15) (14-16) |
25/09/1988 | Perú - USA | 3 - 2 (12-15) (9-15) (15-4) (15-5 (15-9) |
27/09/1988 | Japón - Perú | 2 - 3 (9-15) (6-15) (15-6) (15-10) (13-15) |
29/09/1988 | URSS - Perú | 3 - 2 (10-15) (12-15) (15-13) (15-7) (17-15) |