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Una familia estadounidense se muda a España y apunta una diferencia cultural: No hay que “estar a la altura de los demás”

La familia de Meg James, con poco más que un macuto a la espalda, decidió abandonar su granja en Greenville, Carolina del Sur, para buscar una mejor vida en Madrid.

Beto V. Álvarez
A street performer in a bear suit stands under the sun at Plaza Mayor, during the second heatwave of the year, in Madrid, Spain, July 20, 2022. REUTERS/Isabel Infantes
ISABEL INFANTESREUTERS

En la actualidad es muy común que la gente mida su felicidad en la cantidad de objetos que posee. Un coche de lujo, una gran casa, ropa a la última moda o el móvil más moderno son algunas de las ideas que rondan a muchas personas en su día a día. Pero no necesitamos todo eso para ser feliz.

Así lo asegura una familia estadounidense que, cansados de su vida en Carolina del Sur, decidieron mudarse a un piso en Madrid en busca de una vida más sencilla, pero más gratificante.

La familia había logrado lo que conocemos como “el sueño americano”. Padre y madre con dos hijos viviendo en una gran casa de 300 metros cuadrados, con una propiedad de más de una hectárea, una suite para invitados, e incluso una pista para vehículos todo terreno en la parte posterior para que los niños jugasen.

Sin embargo, no se sentían felices, como cuenta la madre de la familia, Meg James, en Business Insider. Y es que según recuerdan, en Estados Unidos “debían competir por ver quien estaba por encima”. Cada vez que algún compañero de clase o vecino compraba algo que ellos no tenían, se obsesionaban con tenerlo, sin pararse a pensar en si de verdad lo necesitaban o no.

“En Estados Unidos existe una mentalidad que te obliga a estar a la altura de los demás constantemente. Nos resultaba difícil no querer la mejor versión de un artículo” aseguran.

Una nueva actitud

Ahora, viviendo en un piso de Madrid de 100 metros con una decoración sencilla, poca ropa, un puñado de juguetes y un coche compartido, los cuatro han aprendido el valor de las cosas.

Cuando se ven tentados a comprar algo, como ropa o tecnología, reflexionan sobre la importancia que tiene y si de verdad es una necesidad o un capricho. Gracias a este cambio de mentalidad, la familia, que llego a Madrid con poco más que una mochila a sus espaldas, ha aprendido a llevar una vida más austera, pero feliz.

Alejados del consumismo, y obligados a aprender a controlar el espacio y el dinero, los cuatro se mantienen más unidos que nunca al comprender que “las cosas que necesitamos no son materiales, porque lo único irremplazable es la familia”, y esta estancia en España, que originalmente iba a durar un año, parece que ya es permanente.

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