Un ingeniero de 26 años revela que le da vergüenza ganar tanto dinero recién salido de la carrera: “Tengo un trabajo fácil”
Escogió una de las ramas peor pagadas en el mundo de la ingeniería y aun así gana más que su madre al terminar la carrera.
Con una nueva vida con su novia en París, Hugo se siete desconcertado por la suma de dinero que está recibiendo en su primer trabajo después de terminar su carrera de ingeniería.
En una entrevista dirigida por el medio francés Le Monde, Hugo confesó que él había nacido en una familia muy modesta en Dordoña, al suroeste del país. Su madre, cuidadora, gana unos 1.200 euros al mes y su padre, arreglando cocinas, gana 2.000 euros al mes.
Llevó una vida muy sencilla. En el instituto, sus profesores le animaron a estudiar ciencias, algo que a él se le daba bastante bien. Gracias a su rápido progreso en la materia pudo entrar en unas clases particulares que dirigían algunos de sus profesores de ciencias.
Le aceptaron en un programa superior de matemáticas en Burdeos y allí comenzó su vida lejos de su familia. La soledad al principio parecía poder con él, pero pronto conoció a amigos y no tardó en sentirse cómodo.
Un esfuerzo económico
Al terminar la preparatoria se mudó al otro lado del país para estudiar en la Centrale Lille, una escuela de ingeniería situada en el campus universitario de Villeneuve-d’Ascq. Allí se encontró con un estilo de vida muy distinto al suyo. Sus amigos, provenientes de familias adineradas, realizaban actividades y salidas que suponían muchas veces un esfuerzo económico extra.
Hugo recibía una beca por parte del Gobierno, además de otra al mérito, llegando a recibir entre 200 y 300 euros al mes. Sumándole los 500 euros que recibía de sus padres para el alquiler, el estudiante tenía que hacer uso de sus ahorros para poder asistir a los eventos que sus amigos planeaban.
Más tarde se mudó a París, donde la brecha financiera fue un serio problema. Al principio, encontrar alojamiento fue imposible para el estudiante. Los caseros pedían altos sueldos por parte de sus padres y las ganancias que recibían por sus trabajos parecían no ser suficientes para firmar un contrato de alojamiento. Al final, su primo parisino le ayudó como avalista.
Un sueldo inmerecido
En su primer trabajo en París después de la carrera ya ganaba mucho más que su madre. Ella provenía de una familia de agricultores y era la única que había terminado el bachillerato. Para poder llegar a fin de mes tenía que fregar platos en un restaurante los viernes por la noche, algo que Hugo admira de su madre.
El esfuerzo que él hace ahora sentado delante de un ordenador no es comparable al que hace su tutora y, sin embargo, gana casi el doble. Esta situación le parece injusta a Hugo, pero se alegra de poder llevar una vida cómoda en París con su novia, quien gana lo mismo que él.
En la entrevista con el medio francés, Hugo explica que sus padres están muy contentos por él y que su prioridad ahora mismo es poder ahorrar para poder comprarse una casa en un futuro.
Hugo paga el piso a medias con su pareja, gastando unos 650 euros al mes. Con su nuevo sueldo de más de 2.240 euros mensuales, el joven espera poder ahorrar de ese ingreso de dinero unos 1.000 euros. A diferencia de muchos de sus amigos que ganan más que él, Hugo prefiere llevar una vida sencilla en la capital.
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Confiesa que varios conocidos suyos gastan sin parar, incluso cuando les va mal económicamente, para no bajar su nivel de vida. Hugo eligió la rama de la descarbonización corporativa, una de las peores pagadas en el mundo de ingeniería según él. Aun así, agradece lo que tiene y recuerda siempre sus orígenes.
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