Un experto en etiqueta viene al rescate para evitar que volvamos a hacer el ridículo con la cuenta del restaurante
Nicola Santini, especialista en etiqueta, explica la fórmula más elegante para evitar tensiones al pagar tras una comida en grupo.

Salir a comer con amigos o compañeros puede ser una experiencia maravillosa... hasta que llega el momento de dividir la cuenta. ¿Se paga “a la romana”? ¿Cada uno abona lo suyo? ¿Alguien invita? Este gesto, aparentemente sencillo, se ha convertido en un dilema social, generador de situaciones incómodas y malentendidos.
Para despejar dudas, el experto en protocolo y etiqueta Nicola Santini ha ofrecido algunas claves para afrontar con elegancia y sentido común esta situación tan cotidiana.
La expresión “pagar a la romana” hace referencia a repartir el total de la cuenta a partes iguales entre todos los comensales, sin tener en cuenta lo que ha consumido cada uno. Se asume, por tanto, que todos han pedido platos similares en cantidad y precio. Sin embargo, esta fórmula puede resultar injusta si alguien ha consumido significativamente más, como postres, copas o vino. Es ahí cuando comienzan las dudas: ¿se debe seguir con la división equitativa o calcular individualmente?
Según Santini, más que hablar de normas estrictas de etiqueta, conviene aplicar el sentido común. Su primera recomendación es acordar desde el principio cómo se pagará. Si se va a dividir el gasto a partes iguales, todos deben estar al tanto para evitar incomodidades posteriores. En reuniones de amigos cercanos, una opción elegante es alternarse a la hora de pagar. Un día uno invita, y la siguiente vez lo hace otro. Así se evitan los cálculos milimétricos y se refuerza el vínculo social.
Santini recuerda que, en términos de etiqueta clásica, quien extiende una invitación es quien debe hacerse cargo de la cuenta. Es decir, no es lo mismo proponer una comida entre amigos que invitar a alguien de manera explícita. En este último caso, no corresponde dividir los gastos.
Otro consejo fundamental es evitar manejar el dinero en la propia mesa. Recolectar billetes o calcular con la calculadora del móvil entre risas puede incomodar al resto de los clientes e incluso al personal del restaurante. Si se opta por dividir, lo mejor es que una sola persona abone la cuenta en caja o con el camarero, y que el reparto se haga más tarde, ya fuera del local. Además, si alguien ha consumido un extra significativo (como una botella de vino o un postre), lo correcto sería que lo comunique y se ofrezca a abonar ese gasto adicional.
Aunque la división romana es habitual en varios países europeos, la práctica varía enormemente según la cultura. En algunos lugares, como Japón o Corea del Sur, quien ocupa un rol superior jerárquico suele hacerse cargo de la cuenta. En Estados Unidos, es común que cada uno pague su parte exacta, incluso calculando impuestos y propinas por separado.
En definitiva, evitar el bochorno al pagar una comida colectiva depende más del acuerdo previo y del tacto social que de normas inamovibles. Acordar desde el principio, no convertir el momento en una escena pública y actuar con generosidad cuando corresponde son claves que no solo evitarán “hacer el ridículo”, sino que demostrarán verdadero saber estar.
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