La razón por la que la gente no sonreía en las fotografías antiguas: “Podría arruinarlo todo”
Hacerse una fotografía era considerado un acto solemne en el siglo XIX y estropearla era muy fácil.

Sonreír delante de una cámara es un gesto tan natural en la actualidad que parece sorprendente pensar que hubo una época en la que no podía hacerse. Las fotografías tomadas en el siglo XIX muestran siempre personas serias, dando la sensación de que vivían en una época más solemne e incluso triste que la actual.
La carencia de sonrisas en las imágenes del pasado no se debe a una mala época o que los modelos estuvieran tristes o enfadados. El motivo es mucho más complejo que eso, existen varios factores técnicos, sociales y culturales que propiciaban esta ausencia en sus rostros, según informa el canal de la TN en su página web.
Mera cuestión de comodidad
Las primeras cámaras fotográficas no eran capaces de sacar imágenes nítidas tan rápido como los móviles actuales. La preparación de la máquina requería de varios minutos en los que los presentes no podían moverse. No solo se trataba de colocar la cámara delante de los presentes y disparar un flash.
El fotógrafo encargado se colocaba debajo de una tela negra para evitar que la luz del entorno pudiera fastidiar la imagen. Una vez prevenido a los modelos y disparado el flash o haz de luz para evitar la aparición de sombras no deseadas, los presentes no debían de moverse bajo ningún concepto. El tiempo que tardaba la luz en pasar a través de la lente de la cámara y esta en procesar la imagen a través de los diferentes puntos lumínicos, podría durar varios minutos.
En este periodo de tiempo, si alguno de los presentes en la fotografía se movía, aunque fuera un pequeño gesto del rostro, su cara aparecería borrosa y la imagen quedaría estropeada. La escasez de estas máquinas, así como la de los materiales que requería y la complejidad de su mecanismo en esa época, hacían que estas fueran extremadamente costosas. Ya no era solo cuestión de tiempo, pues el fotógrafo tenía que volver a repetir todo el proceso para tomar otra imagen, sino que salía también el doble de caro.
Para evitar que los modelos pudieran estropear el momento de la toma de la imagen, los fotógrafos siempre aconsejaban utilizar posturas cómodas. Una buena sonrisa era difícil de mantener inmóvil durante todo ese tiempo, haciendo también que el resultado final fuese un gesto falso y forzoso. Al final, lo más cómodo y sencillo era apoyar alguna parte del cuerpo en un mueble, ya fuese sentado o de pie, y permanecer con el gesto serio y tranquilo.
Una sonrisa podía decir mucho de la persona
Una vez asentada la fotografía en la sociedad, sobre todo en la clase alta, se estableció unos código éticos y sociales entre la población del siglo XIX que no permitían sonreír ante una cámara. Esta decisión popular se acabó asentando por dos motivos principales, además de por evitar mover el rostro cuando se tomase la foto.
El primer motivo se debía a la imagen que pudiera transmitir la persona fotografiada. Una sonrisa en el rostro de esta era considerada como un caso de embriaguez. Se creía que la persona debía de estar borracha y de ahí su felicidad y despreocupación sobre cómo saliera la foto. El segundo motivo es por la mala higiene bucal que había en la época. La caída de dientes, caries o incluso malas dentaduras eran corrientes en aquella época, por ello muchos preferían mantener la boca cerrada.
La llegada de las cámaras instantáneas
Estos códigos sociales acabaron creando una idea popular basada en la búsqueda de la seriedad y solemnidad en las fotografía, pues una sonrisa o un gesto de felicidad llegó a considerarse como algo ridículo o indigno, según explica Nicholas Jeeves. Ya no se trataba solo de comodidad a la hora de posar frente a la cámara, pues con la llegada de las Kodak, que permitían tomar fotos de manera instantánea, sino que se siguió manteniendo el rostro serio por esta creencia popular.
La cámara de fotos se fue convirtiéndose con el tiempo en una máquina muy solicitada por la población, aumentando el número de marcas y producciones de estas. Llegó un momento en el que casi todas las familias tenían una, sobre todo los de clases privilegiadas, y podían permitirse el lujo de fotografiar situaciones cotidianas.
La captura de momentos con las cámaras fue dejando de ser un momento solemne, caro y único, para ser entendido como algo más natural. Fue en ese momento cuando la gente dejó de ser tan seria y empezó a fotografiar la vida tal y como era, con sonrisas y alegrías.
La primera sonrisa fue fotografiada por una mujer
A pesar de que pasó mucho tiempo hasta que se normalizó la sonrisa en las fotografías, en el siglo XIX hubo una fotógrafa que consiguió capturar a la que hoy en día es considerada la primera persona sonriendo en una imagen fotográfica.
En 1853, William Mansel Llewelyn, un niño al que todos conocía por el apodo de “Willy”, fue fotografiado en un primer plano por su tía, Mary Dilwyn. En la imagen aparece el niño de perfil con una media sonrisa en su rostro. Esto se consiguió gracias a una cámara con un tiempo de exposición más corto que las del resto y que permitió captar casi al instante ese recuerdo guardado para la posteridad.
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