Sociedad

La ‘pesadilla’ de cientos de marineros náufragos del USS Indianápolis en el mayor ataque de tiburones de la historia: “Al segundo ya no estaba”

Tras cumplir una misión clave para el final de la guerra, el USS Indianapolis fue hundido en el Pacífico. Lo que vino después fue una pesadilla de la que solo 316 hombres salieron con vida.

Tiburones en Coco Island, Costa Rica.
Jeff Rotman
Mariano Tovar
Empezó a trabajar en AS en 1992 en la producción de especiales, guías, revistas y productos editoriales. Ha sido portadista de periódico, redactor jefe de diseño e infografía desde 1999 y pionero en la información de NFL en España con el blog y el podcast Zona Roja. Actualmente está centrado en la realización de especiales web e historias visuales
Actualizado a

El 16 de julio de 1945, el crucero pesado USS Indianapolis zarpó de San Francisco con una misión secreta que, a la postre, decidiría la guerra. Su destino era la isla de Tinian, en las Marianas, para entregar allí componentes de la bomba atómica Little Boy. Para asegurar el secretismo y la rapidez, el crucero, uno de los más rápidos de la Marina de EE. UU., viajó sin escolta y a la máxima velocidad que permitían sus motores, recién reparados.

La ‘pesadilla’ de cientos de marineros náufragos del USS Indianápolis en el mayor ataque de tiburones de la historia: “Al segundo ya no estaba”
El crucero pesado USS Indianapolis.Bettmann

Hundido en 12 minutos

Llegó a su destino el 26 de julio y, tras descargar su valioso cargamento, se dirigió hacia Leyte, en Filipinas, para unirse a la flota que se preparaba para invadir Japón.

Todo se torció en la madrugada del 30 de julio. El capitán Charles B. McVay III decidió que la nave dejara de navegar en zigzag, una maniobra antisubmarina, debido a la baja visibilidad por la niebla y para acelerar la marcha. En ese momento, el submarino japonés I-58 disparó dos torpedos. El crucero se partió en dos y se hundió en apenas 12 minutos. De los 1.196 hombres que había a bordo, unos 900 lograron abandonar el barco y quedaron a la deriva, sin que nadie supiera dónde estaban ni pudiera auxiliarlos. Entonces comenzó la auténtica pesadilla.

Los tiburones más peligrosos

Los cuerpos carbonizados, la sangre de los muertos y heridos, el ruido y el movimiento del agua atrajeron a decenas, posiblemente cientos, de tiburones. La mayoría eran oceánicos de puntas blancas. Son escualos de entre tres y cuatro metros que se vuelven extremadamente agresivos cuando entran en frenesí alimentario. De hecho, el mítico oceanógrafo Jacques Cousteau los consideraba “los tiburones más peligrosos”.

El barco se hundió tan rápido que muchos supervivientes fueron arrojados al mar sin chalecos salvavidas y tuvieron que aferrarse a restos del naufragio. El marinero Woody James contó después que “ahí estaba yo, flotando sin chaleco, cuando de repente pasó flotando una caja vacía de madera. Me aferré a ella”. Cuando lo rescataron, seguía agarrado a esa caja. No hubo tiempo para arriar botes rígidos y solo quedaron operativos algunos botes de goma. La mayoría de los marineros flotaba, sin agua potable, sin comida, bajo un sol abrasador de día y helados por la noche. Pasaron así cuatro días infernales.

Héroes, locura y alucinaciones

De inmediato, empezaron los ataques de tiburones. “Era una pesadilla. Veías a alguien junto a ti, y al segundo ya no estaba”, contó Edgar Harrell, uno de los supervivientes. Los hombres se agrupaban para intentar defenderse de los ataques, pero cuando alguien se alejaba o se quedaba solo, era atacado y devorado casi de inmediato.

A medida que pasaban los días, algunos bebieron agua salada, lo que les provocó locura y alucinaciones. Harold Bray recordaba: “Uno de ellos me dijo que veía una fuente de agua dulce en el fondo del océano. Se zambulló y nunca volvió a salir”. También hubo actos de heroísmo, como el del capellán Thomas Conway, que nadaba de grupo en grupo intentando levantar el ánimo de los supervivientes, hasta que un tiburón se lo llevó. O el teniente Lewis Haynes, médico del barco, que, incansable, pasó los cuatro días ayudando a los heridos y curándolos como podía: “No podíamos hacer mucho, pero intentábamos mantenernos vivos unos a otros”.

La ‘pesadilla’ de cientos de marineros náufragos del USS Indianápolis en el mayor ataque de tiburones de la historia: “Al segundo ya no estaba”
Supervivientes de USS Indianapolis son conducidos al hospital después del rescate.PhotoQuest

Rescate desesperado

Nadie sabía lo que estaba sucediendo. Nadie estaba buscando al Indianapolis. Su rescate fue pura casualidad. El 2 de agosto, cuatro días después del hundimiento, un Lockheed Ventura de la Marina de EE. UU. vio una mancha de aceite en el mar. Al acercarse descubrió el océano lleno de hombres flotando, lanzó una balsa inflable y envió un SOS.

Un hidroavión Catalina recibió el mensaje. Su piloto, el teniente Adrian Marks, quedó horrorizado con la situación que encontró y amerizó, desobedeciendo órdenes y arriesgando su vida. Entonces, empezó a recoger náufragos. Cuando el avión estaba lleno, como último recurso, ató a más hombres a las alas con cuerdas, para mantenerlos fuera del agua y evitar los ataques de tiburones. El avión, sobrecargado y dañado por el oleaje, ni siquiera intentó despegar, pero mantuvo con vida a 56 hombres hasta la llegada del USS Doyle, el primer barco que apareció en el lugar de la tragedia.

En total, fueron rescatados vivos 316 hombres de los aproximadamente 900 que consiguieron abandonar el barco tras el ataque japonés. Entre 500 y 600 murieron a causa de las heridas, la sed, la locura o por los cuatro días de ataques de tiburones, frenéticos por el festín y la sangre.

Noticias relacionadas

¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de WhatsApp. ¿Buscas licenciar contenido? Haz clic aquí

Etiquetado en:

Comentarios
Normas

Rellene su nombre y apellidos para comentar

Te recomendamos en Sociedad

Productos recomendados