Encuentran un ‘diamante de paz’ de 5 millones de euros, lo entregan a las autoridades y sólo se llevan 67.000 euros

La relación histórica entre Sierra Leona y los diamantes siempre ha sido difícil. Entre 1991 y 2002, este país del África Occidental vivió una sangrienta guerra civil con más de 70.000 muertos y 2,6 millones de desplazados que fue financiada principalmente con el comercio de diamantes de sangre. Desde entonces, esta industria ha estado marcada por la corrupción y la exclavitud, por lo que es especialmente llamativo cuando sale a la luz una anécdota positiva que haya ocurrido en las minas de Sierra Leona.

Un buen ejemplo es lo ocurrido a dos adolescentes que en 2017 encontraron un diamante de paz de 709 quilates mientras trabajaban como excavadores. Después del hallazgo, al propietario de la mina le recomendaron vender el diamente en el mercado negro, pero él optó por llevarlo a las autoridades.

Un diamante de 5 millones de euros

Komba Johnbull y Andrew Saffea, que en 2017 tenían 16 años, eran los más jóvenes de un grupo de cinco excavadores de Koyadu, un pequeño pueblo en el este de Sierra Leona. Mientras estaban trabajando en la mina, descubrieron un diamante que captó su atención al instante. Johnbull, que fue el primero en verlo, explicó a la BBC que nunca antes había visto un diamante, y que reconocerlo fue puro instinto.

“Era muy fría. Tan pronto como lo saqué, me lo quitaron y dijeron: ¡Esto es un diamante!”, comentó el adolescente. Y no solo era un diamante ‘cualquiera’. Con 709 quilates, se convirtió en el decimocuarto más grande registrado en el mundo.

Por desgracia, es muy habitual que este tipo de descubrimientos no sean noticia mundial porque se venden en el mercado negro y, al menos legalmente, no queda constancia de ello. Sin embargo, el pastor Emmanuel Momoh, propietario de la mina, prefirió llevar el diamante al gobierno. Desde las autoridades llevaron la piedra a subasta, y se acabó vendiendo por 6,5 millones de dólares (más de 5 millones de euros) al joyero y multimillonario británico Laurence Graff.

Una historia agridulce

Komba Johnbull y Andrew Saffea no recibían paga en la mina, sino que les daban materiales y comida para ellos y sus familias. Cuando encontraron el diamante es que su vida había cambiado para siempre. Y en parte eso es lo que ocurrió, pero nunca les fue tan bien como esperaban. Cuando Emmanuel Momoh llevó el diamante a las autoridades llegaron a un acuerdo: cada uno de ellos recibiría una compensación económica, y parte del dinero se destinaría al gobierno para el desarrollo de la zona.

Recibieron un pago de unos 67.000 euros, que aunque es una fortuna es menos de lo que esperaban cuando vieron el diamante. Komba Johnbull gastó buena parte del dinero en una casa en Freetown, capital de Sierra Leona, mientras que Andrew Saffea, que había dejado los estudios para trabajar, quiso ir a Canadá para estudiar, pero su visa fue rechazada.

Ahora, Johnbull trabaja como fabricante de ventanas y Saffea en un establo cuidando caballos. Por otro lado, el pastor Momoh ha construido una escuela en el pueblo, pero la mejora en la infraestructura de Koyadu no se ha terminado por cumplir. Los dos jóvenes admiten que podrían haber gastado mejor el dinero, pero también explican que creen que nunca obtuvieron el reconocimiento que se merecían por su descubrimiento.

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