Historia

El ‘barco fantasma’ español que sembró el terror en Estados Unidos y acabó en el Desastre del 98

El impacto de la prensa amarilla en la guerra de Cuba creó enemigos invisibles que nunca llegaron, pero desataron el caos en la costa este de Estados Unidos.

Pintura del acorazado Pelayo en el Canal de Suez.
Mariano Tovar
Empezó a trabajar en AS en 1992 en la producción de especiales, guías, revistas y productos editoriales. Ha sido portadista de periódico, redactor jefe de diseño e infografía desde 1999 y pionero en la información de NFL en España con el blog y el podcast Zona Roja. Actualmente está centrado en la realización de especiales web e historias visuales
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En 1898 se vivió una guerra periodística en Estados Unidos que encendió la mecha del conflicto real entre ese país y España. Fue un desastre para la antigua potencia, que perdió sus últimas posesiones en ultramar, y marcó el nacimiento de una nueva potencia que demostraba su poder creciente.

El New York World de Joseph Pulitzer y el New York Journal de William R. Hearst sobrepasaron muchos límites éticos para conseguir lectores e influencia política. Sus titulares escandalosos y exagerados, la manipulación de la realidad para crear opinión y las noticias falsas crearon un estilo periodístico que fue bautizado como amarillismo. Para entender la dimensión de la campaña, tras la explosión del Maine en el puerto de La Habana, el Journal pasó en un mes de los 400.000 ejemplares a superar el millón de periódicos vendidos.

Buques españoles atacando EE. UU.

Sus páginas estaban llenas de atrocidades que los españoles nunca cometieron en Cuba, y dieron el empujón que necesitaba el gobierno de Estados Unidos para declarar la guerra a España. Pero también inventaron otros bulos que llegaron a provocar histeria y miedo en la población estadounidense.

Uno de esos bulos tuvo que ver con la existencia de buques españoles que se dirigían a la costa de Estados Unidos, preparados para atacar barcos mercantes y bombardear Charleston, Boston o incluso Nueva York. Navíos como el Terror, y más tarde el Pelayo, aparecían en las galeradas de los tabloides con regularidad. La consecuencia fue una agitación social que obligó al gobierno de EE. UU. a tomar medidas.

El ‘barco fantasma’ español que sembró el terror en Estados Unidos y acabó en el Desastre del 98
Caricatura publicada en 1898 sobra las supuestas atrocidades cometidas por los españoles en Cuba. No podía faltar el lema "Remember the Maine!"

Alarma constante en la costa este

En Charleston, que sí era un objetivo de la contraofensiva soñada por el gobierno español, se ordenó el apagado de luces para dificultar la localización y el bombardeo desde el mar. Esas medidas también se discutieron o se implementaron de forma parcial en Nueva York, Boston, la base naval de Norfolk (Virginia), Key West (Florida) y Savannah (Georgia).

En toda la costa atlántica se activaron unidades de la Guardia Nacional y se organizaron patrullas costeras. Se establecieron puestos de vigilancia, se instalaron baterías de artillería costera y se reforzaron las defensas de las principales ciudades. También se realizaron simulacros de evacuación y la Marina de los Estados Unidos desplegó buques para asegurar una vigilancia constante sobre las rutas mercantes…

En los tres meses y medio que duró la guerra no se produjo ninguno de los ataques que predijo la prensa amarilla porque, simplemente, estaba hablando de un barco fantasma. Nunca hubo un navío español ni remotamente cerca de atacar Estados Unidos más allá de las mentes de Pulitzer y Hearst.

El ‘barco fantasma’ español que sembró el terror en Estados Unidos y acabó en el Desastre del 98
El acorazado Pelayo era la gran joya de la armada española y un buque de guerra temible, pero nunca estuvo cerca de las costas de Estados Unidos.

La realidad de la armada española

La armada española solo hizo dos intentos de enviar una fuerza por mar para defender Cuba. El primero fue la escuadra del almirante Cervera, que partió del puerto de Cádiz el 8 de abril con cuatro acorazados y tres contratorpederos. El estado de los buques era calamitoso: uno de los buques ni siquiera tenía instalada la artillería principal. El mismo Terror, que por su nombre tanto inspiró a la prensa amarilla estadounidense, viajaba con capacidad reducida. Sus cañones de 75 mm estaban desmontados y tuvo una avería en las calderas cerca de Martinica. Una vez reparado, no pudo romper el bloqueo del puerto de Santiago y se dirigió a duras penas a Puerto Rico, donde fue inutilizado en su primer combate. La armada de Cervera fue destruida por la flota estadounidense el 3 de julio en la Batalla de Santiago de Cuba, que decidió la guerra.

La segunda escuadra, mandada por el almirante Cámara, fue un intento de enviar la flor y nata de la armada española a las costas de Estados Unidos para bombardear Charleston e intentar que la flota estadounidense que rodeaba Cuba tuviera que acudir a defender sus propias costas. Su buque insignia era el acorazado Pelayo, el buque más poderoso del arsenal español. Sin embargo, el audaz plan terminó por ser descartado y en su lugar se envió parte de esa flota a defender Filipinas. El viaje terminó en el Canal de Suez, donde la escuadra española sufrió un bloqueo administrativo británico. Finalmente, dio media vuelta para asegurar la defensa de Canarias ante un posible ataque de EE. UU.

Ni el Terror, ni el Pelayo. El navío que tanta ansiedad provocó a los habitantes de las costas de Estados Unidos era un barco fantasma, construido por las mentes febriles de Pulitzer y Hearst.

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