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Buscan un trabajador para uno de los lugares más remotos del mundo

La isla de Gough, que depende administrativamente de Reino Unido, no tiene una población fija. El empleo consiste en monitorear a las aves en peligro de extinción.

Isla de Gough
Getty Images

La isla de Gough, conocida también por los nombres de isla de Diego Álvarez o isla de Gonçalo Álvares, se encuentra en mitad del Océano Atlántico, a medio camino entre África y Sudamérica. Aunque geográficamente forma parte de África, administrativamente depende de Reino Unido, al estar vinculada al territorio de ultramar de Santa Elena, Ascensión y Tristán de Acuña. Descubierta en 1505 por el navegante portugués Gonçalo Álvares, no generó cierto interés hasta 1731.

En dicha fecha el capitán Charles Gough, a bordo de un navío inglés, la reclamó para la Corona británica. Y desde entonces forma parte del territorio de ultramar de Reino Unido. En un primer momento fue bautizada como Ilha de Gonçalo Álvares, como así aparecía en los mapas de navegación portugueses. Pero más tarde recibió el nombre de Gough, en honor al capitán de la marina británica Charles Gough. La confusión en la lectura del nombre ‘Is de Go Alvares’, como estaba en los primeros mapas, pudo dar lugar a ‘Diego’.

Esta isla, de origen volcánico, no tiene una población permanente a lo largo del año. En ella se encuentra de forma regular un equipo de investigación que va rotando cada año. Hasta allí llegan desde Sudáfrica (a unos 2.400 kilómetros), en un viaje en barco que dura siete días. Actualmente se encuentran allí, trabajando, Rebekah Goodwill y Lucy Dorman, pero buscan a un ‘oficial de campo’ para un contrato de quince meses en la isla.

Ambos trabajan para la Royal Society for the Protection of Birds (RSPB; Real Sociedad para la Protección de las Aves, en español). Antes de llegar a esta remota isla Lucy ya había trabajando en la Antártida, mientras que Rebekah trabajaba para la RSPB en Escocia, explican a BBC. El año de esta última en Gough finaliza en septiembre, por lo que desde la compañía buscan a alguien para que la supla. El sueldo es de entre 25.000 y 27.000 libras esterlinas (entre 28.000 y 30.500 euros).

Sin comida fresca y un tiempo adverso

Entre los requisitos esenciales que deben tener los candidatos está el disponer de un “un título en ciencias o experiencia equivalente en un tema relevante”, además de “experiencia en el manejo y monitoreo de aves y animales silvestres en el campo, capacidad para vivir y trabajar en un equipo pequeño de una amplia gana de culturas en un lugar remoto”, entre otros. Como habilidades deseables se señalan algunas prácticas o técnicas (carpintería o construcción), voluntad para generar contenido con fines comunicativos y habilidades en el manejo de datos.

Los actuales residentes advierten de las inclemencias del tiempo a las que se enfrentaría el elegido, además de tener que pasar un año entero sin comida fresca. “Creo que Bekah y yo, siendo británicos, pensamos que estábamos acostumbrados a la lluvia. Pero hay mucha lluvia. Estamos al borde de los ‘Rugientes cuarenta’ (una zona de fuertes vientos, entre las latitudes 40 y 50 al sur del ecuador), somos solo una pequeña roca en medio del Atlántico sur, por lo que tenemos un clima bastante extremo”.

En cuanto a la comida a degustar durante la estancia es la isla, se reduce a alimentos empaquetados y congelados. “Fue algo que nos recalcaron antes de que viniéramos: que para muchas personas, la falta de alimentos y la falta de alimentos frescos es importante”, explica Lucy, quien echa de menos el “morder una buena manzana, solo un poco de crujido”.

El hecho de tener comida fresca puede representar un problema de bioseguridad, al poder germinar y extenderse por toda la isla. Así, la comida se guarda en dos cámaras frigoríficas. “Nos dan el suministro de alimentos para un año durante ese tiempo de toma de control de dos semanas, y vivimos de eso durante el resto del año”. Este tiempo de toma de control es cuando, en septiembre, se hace el relevo en los empleados.

Trabajo con los animales

En la base de la isla disponen de internet, con lo que no se mantienen aislados del resto del mundo mientras están allí. Su trabajo es de rastrear los movimientos de las aves en peligro de extinción, como el albatros de nariz amarilla del Atlántico o el prión de MacGillivray.

Ahora el principal problema con el que se encuentran es de los ratones, una especie invasora que se está comiendo a los polluelos de las diferentes especies animales. “Comenzaron a comerse las aves marinas. No tienen depredadores, por lo que estaban teniendo un impacto masivo en los pollitos pequeños”. En los años 2017 y 2018 apenas un 21% de los polluelos del albatros de Tristán sobrevivieron hasta emplumar. La RSPB cree que los ratones llegaron a la isla a través de unos marineros en el siglo XIX. Aunque se han tratado de erradicar, todavía no ha sido posible acabar del todo con ellos.