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Rubén del Campo, portavoz de la AEMET: “Los veranos de dentro de 20 o 30 años serán de manera habitual como este”

El experto asegura con rotundidad en una entrevista para DIARIO AS que “el cambio climático ya está aquí” y que el culpable es el humano: “Está constatado, no hay dudas”.

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Rubén del Campo, portavoz de la Aemet, durante la entrevista
Diario AS

Leerá en las siguientes líneas el vaticinio de un futuro que no le gustará. Sentirá el calor de los 42 días de temperaturas extremas de estos meses, para después notar un escalofrío al saber que así serán los veranos en 20 años. Que el otoño traerá temperaturas “por encima de lo normal” y que lloverá menos pero con más intensidad. Los fenómenos meteorológicos extremos se multiplican, llegan de forma encadenada: granizadas en Girona en agosto, inundaciones, la tercera sequía más potente del siglo en España… Si miramos un año y medio atrás, la vista se empaña con la nieve de Filomena. Pero si recapitulamos un solo mes, tenemos “el verano más cálido en la serie histórica”. Y ojo, porque los récords están ahí para romperse.

De todo esto habla para DIARIO AS Rubén del Campo, uno de los portavoces de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Vivió siete años en Canarias, donde las calimas son frecuentes, y considera “extraordinario” el polvo subsahariano que llegó a España en marzo. Desde su oficina en la Agencia, Rubén explica qué ha pasado este verano, por qué los episodios meteorológicos aparecen de forma seguida, qué puede ocurrir en un futuro cercano —que sí estaremos para ver— y el cambio “brutal” en el estilo de vida que supone reducir el cambio climático. “No soy optimista, soy realista”, dice.

La conversación ha sido editada y condensada para una mejor comprensión.

Según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), España ha sufrido 42 días de olas de calor desde junio. Es decir, hemos pasado casi la mitad del verano con temperaturas extremadamente altas. ¿Hay algún otro verano con estas características?

La verdad es que no. Ya hemos podido confirmar que se ha tratado del verano más cálido de la serie histórica, desde por lo menos 1961. Ha ganado con cierta holgura al verano de 2003, que fue tremendo y era hasta ahora el más cálido, le ha superado por cuatro décimas de grado. No había precedentes en días de ola de calor, han sido 42, como tú dices. Piensa que el promedio anual entre 1981 y 2010 era de seis [días de ola de calor] al año, es decir, hemos multiplicado por siete ese promedio. La década pasada ya subió a 14, pero aun así se ha multiplicado por tres. En definitiva, este año ha sido extraordinario y ha batido el récord anterior de días con temperaturas extremas, que era de 29. Es decir, 13 más. Es que en conjunto ha sido el verano más cálido en la serie histórica y eso ya lo hemos podido certificar. Por lo tanto, un verano nada corriente.

¿Ha sido excepcional por frecuencia o por intensidad?

Por las dos cosas. Lo más llamativo es que haya persistido durante tantos días ese calor durante la mitad del verano. Hay que recordar que una ola de calor es una situación extrema y la hemos tenido medio verano. Pero también fue extrema por su intensidad, porque la segunda de las olas de calor, la que transcurrió desde el 9 de julio hasta el 25, fue la más intensa desde que hemos tenido registros y la más extensa. Esa ola de calor fue la que a más provincias de España afectó, fueron 43, prácticamente toda España. También fue la más intensa, es decir, la que cuyas temperaturas máximas han sido más altas respecto a la normal de todas las olas de calor que hemos medido. O sea, han sido las dos cosas, duración e intensidad.

Las muertes atribuibles al exceso de temperatura en España durante este verano triplican la media de los últimos cinco años ¿Hubo forma de reducirlas?

Bueno, es complicado. Yo me dedico a la meteorología y eso es un tema de salud pública. Pero lo que sí está claro es que los picos de calor y el calor persistente perjudican la salud de las personas y provoca muertes. En este caso ha coincidido una situación tan prolongada de altísimas temperaturas con una mortalidad más alta que en los últimos cinco años, claramente atribuible a estas horas de calor.

La Aemet deja claro en su web que “el clima está cambiando como consecuencia de las actividades humanas”

Muchas veces se dice que el clima siempre ha cambiado. Pues sí, siempre ha cambiado, hemos tenido glaciaciones, ha habido períodos más complejos que el actual, incluso una mini edad de hielo entre los siglos XIV y XIX. Sí, hay una variabilidad natural del clima a largo plazo. Pero en este caso, estudiados todos los factores que pueden intervenir en que el clima cambie, el factor que toma mayor protagonismo, pero con mucha diferencia sobre los demás, son las emisiones de gases de efecto invernadero consecuencia de la actividad humana.

Se sabe también, a través del análisis químico, que ese CO2 emitido es diferente al CO2 natural. Hay unos isótopos diferentes, lo que demuestra que el CO2 que aumenta la temperatura es el que procede de las emisiones humanas. Ese factor, el gas de efecto invernadero, es el que está desequilibrando el clima hacia unas temperaturas más elevadas. Eso está constatado, no hay dudas al respecto.

Volvemos a la meteorología. ¿Se esperan más veranos muy calurosos como este?

Pues sí. Cuando lo decimos siempre nos basamos en la ciencia y en equipos múltiples. Equipos de todo el mundo estudian con modelos matemáticos de predicción climática eventos como la evolución en el clima. Y la mayoría converge. Están de acuerdo en que los veranos de dentro de 20 o 30 años en la región mediterránea, entre los que se encuentra España, serán de manera habitual como este. Quiero decir, la frecuencia de un verano tan tórrido como el de este año va a ser tan alta que será lo normal. Habrá veranos más cálidos, otros más frescos, pero este verano entrará en la media. Y, por lo tanto, vamos a tener veranos mucho más cálidos que los actuales.

¿Podremos adaptarnos?

Esa es la clave, la adaptación, también la mitigación del cambio climático, pero en especial la adaptación, porque el cambio climático ya está aquí. Y esto se enlaza con lo que he comentado de la mortalidad. Es decir, medidas preventivas para conseguir reducir ese número de muertes, sobre todo confort climático, aire acondicionado siempre que se pueda, porque el calor causa problemas de salud pública.

Al comienzo del otoño suelen darse lluvias torrenciales ¿Qué se espera de este otoño?

A veces el otoño empieza con temporales. Hay un refrán que dice “septiembre o seca las fuentes o se lleva los puentes”. O no cae ni gota o cae todo de golpe. El año pasado fue lo de los puentes. Este año igual no es ni una cosa ni otra. Este será un otoño con temperaturas por encima de lo normal y con menos lluvias, especialmente donde más sequía hay, en la zona centro y en el oeste de la península. Dicho esto, hay que tener en cuenta que los modelos de predicción estatal no son tan habilidosos para predecir el otoño como pueden serlo para predecir el verano, porque el otoño es muy cambiante.

En todo caso, lo más probable es que este patrón de pocas borrascas atlánticas continúe unos meses más regando el oeste y el centro. En cuanto al invierno, está muy lejos. Todavía no podemos saber exactamente qué va a pasar. Dependerá, entre otras cosas, del fenómeno de la niña, que parece que se va a prolongar hasta finales del invierno. Y a veces, no siempre, la niña ayuda a que haya sequías en Europa occidental. Con una niña todavía fuerte, no podemos descartar que esta situación continúe en invierno.

Enormes granizadas en Girona, lluvias monzónicas en Pakistán, racionamiento del agua en algunas localidades españolas, reventones de calor, inundaciones en Alemania, récord histórico de temperaturas en Reino Unido… Da la sensación de que los episodios extremos se producen en cadena. ¿Por qué?

Hay una cuestión bastante clara y es que el cambio climático incrementa los fenómenos meteorológicos extremos. Lo estás enumerando: sequías, inundaciones, granizadas fortísimas como vimos hace poco en Cataluña, incluso reventones. Todo encaja perfectamente con los estudios de cambio climático que hablan de un incremento de fenómenos extremos. ¿Está encadenado? Puede ser que después de una ola de calor vengan unas lluvias torrenciales. Puede haber cierta relación porque, en muchas ocasiones, cuando llega una ola de calor se produce una situación atmosférica de bloqueo: una masa de aire muy cálido abarca una zona extensa durante muchos días.

¿Qué ocurre? En esa zona se están produciendo una ola de calor, pero como es una circulación, hay otra zona que puede estar bajo la influencia de la parte fría, que lleva asociadas tormentas fuertes, temperaturas por debajo de lo normal y fuertes vientos. Pueden ocurrir de forma simultánea, una ola de calor en un lado e inundaciones en otro. Y cuando hay un desplazamiento de todo ese sistema, la ola de calor se va hacia otro lugar, y a la zona que estaba padeciéndola llegan ahora lluvias torrenciales. Sí, puede haber cierto encadenamiento. No es descabellado pensar eso, en ocasiones ocurre.

¿Tiene algo que ver el cambio climático?

Sí. Está ya constatado que las olas de calor las ha hecho más frecuentes el cambio climático, no solo en España, sino en buena parte de Europa, en el oeste de Estados Unidos. Estos periodos de sequía también están siendo más frecuentes por el cambio climático y lo cierto es que una atmósfera más cálida tiene más capacidad de generar torrenciales. O sea que tampoco es descabellado pensar que esté detrás de esas lluvias más extremas. Hay estudios que lo certifican, quizás no en nuestras latitudes, pero más al norte sí que parece guardar relación con el cambio climático el hecho de que las lluvias sean más torrenciales. Y aquí en España está sucediendo, aunque sea difícil atribuir al cambio climático. Los días que hay lluvias torrenciales son más torrenciales que hace unos años. Es decir, en esos días de lluvias muy fuertes, llueve más que lo que llovía en general hace unos años.

Dijo que el episodio de calima del pasado mes de marzo era algo “extraordinario” en cuanto a su rareza. ¿Seguirá siendo inusual?

Vi imágenes de Almería, Murcia, Granada, y Alicante que eran absolutamente bestiales. Pero yo que vivo en Madrid, cuando abrí la ventana dije: “¡Me cago en la leche! ¿Qué es esto?”. Era una cosa increíble y eso que yo viví en Canarias siete años, y allí estamos acostumbrados a la calima, pero esto era demasiado hasta para Canarias, fue algo extraordinario. ¿Y qué podemos decir al respecto de qué va a pasar con la calima? Pues aquí hablamos también en términos teóricos. Si vamos hacia un hacia una aridez mayor, que es lo que las previsiones del cambio climático también señalan para nuestro entorno geográfico [es decir, periodos de sequía más largos], la posibilidad de que tengamos polvo de suspensión por un suelo más seco va a aumentar.

En el último siglo ya se estima que el desierto del Sáhara ha ganado un 10% de extensión. Es decir, el origen de ese polvo ya lo tenemos ampliado, y probablemente se siga ampliando. Pero para que nos llegue la calima necesitamos una borrasca muy profunda al oeste de nuestro territorio que impulse vientos desde el sur, desde África, y esta borrasca ha disminuido en los últimos años. Parece un poco contradictorio. Entonces hay mucha incertidumbre, no podemos saber porque a lo mejor tenemos más polvo disponible, pero quizás esas borrascas se dan con menor frecuencia. Es muy difícil saber si van a ir a más o a menos.

Lo que llama la atención es que se haya producido en un año en el que se han acumulado tantos episodios extremos

Es que, si ya vamos un poquito más atrás, acuérdate de 2021 con Filomena, lo que pudo ser uno de los episodios más extremos de invierno de los últimos 50 años. Dices, “jod... estamos en un calentamiento global, hemos tenido una ola de frío impresionante, con una nevada brutal en pleno calentamiento”. Sí, porque las olas de frío no van a desaparecer y hemos vivido algo extraordinario que también puede guardar relación con el calentamiento, porque la borrasca Filomena realmente era de origen subtropical. El frío que provocó la nieve vino casi desde el Ártico.

Tuvimos unas condiciones no demasiado raras, es habitual que nos llegue aire Ártico. Este coincidió con la llegada de Filomena, que probablemente tenía más vapor de agua de lo normal porque la masa de aire estaba más cálida de lo normal pese a ser invierno. Que la nevada fuera más intensa por el cambio climático es una hipótesis que no podemos descartar. También se dieron lluvias torrenciales en septiembre del año pasado en Toledo, con inundaciones en zonas donde no es habitual. Sí, los fenómenos extremos se han encadenado De ello hablan los estudios: más fenómenos extremos en un mundo más caliente y ahora lo estamos empezando a ver de manera un poco más cruda.

Las previsiones de la Aemet, en un escenario pesimista, indican un aumento de hasta 3º en la temperatura máxima en algunos puntos de España para 2100. En un escenario optimista, se estima un aumento de 1,5º en la mayor parte de España. ¿El objetivo es reducir el calentamiento global? ¿Es imposible detenerlo?

Detenerlo ya, tan tarde como vamos, va a ser muy difícil. Hablamos de volver a las temperaturas que teníamos hace 40 o 50 años. Eso ya no va a poder ser. Incluso ya es muy difícil que no suba. Tenemos que pensar que la temperatura va a seguir subiendo, pero ahí está la clave. Es decir, en un escenario pesimista de no acción climática, de mantener o de incrementar las emisiones de gases de efecto invernadero, pues nos vamos a un incremento de tres grados o más. Más de tres grados es una barbaridad.

Pero si conseguimos limitar el calentamiento a un grado y medio, el propio IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) asegura que los impactos se reducen muchísimo. Parece una tontería ese medio grado entre 1,5º y 2º, pero la diferencia es muy grande y se pueden reducir muchísimo los impactos en cuanto a ecosistemas, en cuanto a mortalidad por horas de calor… No vamos a poder parar el calentamiento, pero lo podemos frenar. Esa es la clave.

Entonces, ¿Qué ocurre en el escenario más optimista y en el más pesimista?

El más pesimista es el de no tomar ninguna medida para detener las emisiones. El mejor es el que consigue en el menor tiempo posible reducir las emisiones al máximo. Para alcanzar el grado y medio, que es el objetivo, el propio IPCC hablaba de reducir las emisiones a nivel mundial a la mitad para 2035, y conseguir unas emisiones netas cero para 2050. El esfuerzo es titánico, parece algo inalcanzable, pero la tecnología existe. Otra cosa es el contexto en el que nos encontramos, con una crisis energética tan brutal y la voluntad de los gobiernos.

¿Qué está en nuestra mano, como individuos, para revertir la situación?

Como individuos, lo primero es ser conscientes de la situación en la que nos encontramos. Dos cosas comentaba: adaptación, cada uno de nosotros tenemos que tomar nuestras medidas, y mitigación, que consiste en reducir gases de efecto invernadero. Esto, que se dice muy pronto, consiste en un cambio de los hábitos de vida brutales. No tendría por qué ser un empeoramiento en la calidad de vida. Se daría un cambio en los hábitos, pero no tiene que ser un cambio brutal para limitar de alguna manera esas emisiones. Como ciudadanos podemos usar el transporte público para limitar el consumo de energía. Ahora, con la crisis energética, se está empezando a tomar más en serio.

Personalmente, esto es una opinión personal, nunca ha tenido demasiado sentido que haya escaparates encendidos de madrugada. No sé por qué hay que esperar a una crisis energética, o que el aire acondicionado tenga que estar, por ejemplo, en verano a 21 grados porque quiero estar fresquito. No hace falta tener unas temperaturas tan bajas en casa en verano y no hace falta estar en manga corta y en bermudas en el invierno en casa. La temperatura en el hogar tiene que ser acorde a la estación, y ahí los ciudadanos podemos hacer muchísimo porque es nuestro termostato, lo subimos un poquito en verano, lo bajamos un poco en invierno y el ahorro energético es brutal. Habrá gente que diga: “Pues yo 30 € más de calefacción lo pago y no tengo problema”. Pero no es eso, es que millones de hogares controlando el gasto reducen el consumo una barbaridad. Hay multitud de actitudes que podemos tomar que ayudarían, pero son los gobiernos los que tienen que dar el paso inicial o seguir caminando para regular esas emisiones, conseguir que se reduzcan y fomentar de verdad el salto a las energías renovables.

¿Y qué está en manos de los poderes y las grandes empresas?

Esto mismo que hacemos nosotros también se puede hacer a nivel de empresa. Hay otras compañías que por el tipo de manufactura y el tipo de actividad que tienen son grandes demandantes de energía. En la medida de lo posible hay que dar un salto a energías renovables. Es complicado porque es un cambio brutal de vida. También sabemos que los viajes en avión producen muchas emisiones, y a lo mejor hay viajes que se pueden sustituir por el tren. A lo mejor hay reuniones como la que estamos teniendo tú y yo, que no hace falta que siempre sean presenciales y nos ahorramos unos kilómetros. Entonces muchas empresas, según la actividad que desarrollen, pueden fomentar el teletrabajo, que además de no contaminar, favorecen la conciliación, que es otro tema importante. Hay muchas actividades, muchas iniciativas, que las empresas y los gobiernos pueden tomar para, para mitigar o para limitar, mejor dicho, las emisiones.

¿Es optimista respecto al cambio climático?

Bueno, yo soy realista. Personalmente veo complicado llegar al objetivo del grado y medio, y más en la situación actual de crisis energética. Pero hay que intentarlo. Pero insisto mucho en la otra vertiente, la de la adaptación, en la que el calor, aunque hagamos todo lo posible, va a continuar y tendremos que adaptarnos a un país más cálido y también más seco, con períodos secos más largos. Tendremos que adaptar nuestra demanda de agua a la oferta, que a lo mejor para la oferta, la única entrada de agua que hay es la lluvia. Entonces hay que tener esa perspectiva de que las sequías en España son habituales. Es decir, son ciclos que suelen aparecer con frecuencia, pero que pueden ir a más, ser más intensos y frecuentes. Y eso hay que tenerlo presente.