Examen de ingenios

El pasado. Somos el tiempo que nos queda es el título en el que Caballero Bonald, poeta de Sanlúcar, de Jerez y de Cádiz, recoge toda su muy precisa y honda poesía. Ahora acaba de publicar Examen de ingenios, donde repasa, inteligente e implacable, artistas de varias generaciones. Pensé qué pasaría si, en el último momento de LaLiga, imitaba al maestro y me ponía a examinar lo pasado. Ahí van ciertos apuntes.

Marcelo. El más simpático de los futbolistas del año. Se adelanta a sus compañeros (a sus principales compañeros), a los aficionados, en la tarea de culparse. Autocrítico y humilde, es en el equipo blanco un valor seguro. Imagino que en el vestuario es la alegría. Esa combinación no es común en los genios del fútbol. Él la cumple como deportista admirable. Corre, salta, reparte. A pocos he visto tan jugadores.

Piqué. Es aguerrido y risueño; hacen mal la afición contraria (y los medios contrarios) en comprar tan sólo la idea de que dice únicamente lo que subrayan sus adversarios. Es un aficionado en el campo, de la estirpe de Carles Puyol. Éste era capaz de parar a los imberbes que humillaban al equipo contrario. Piqué es capaz de igual grandeza. Si fuera sólo el que dibujan no sería, además, jugador de La Roja.

Zidane. Cabeza tranquila sobre un cuerpo en ebullición. Salvó una temporada de infarto, en el puesto más duro de la plantilla, observado al milímetro por quienes desde el lado propio apuntaban sus fallos como argumento del cambio. Arrostró con paciencia las urgencias ajenas y además se ha hecho con la prensa. Es simpático, habla bien y pone los tacos donde corresponde. Se merece alegrías, como las que dio en el césped.

Luis Enrique. Un día le mandé libros (Cuentos de fútbol, editado por Jorge Valdano) a él y a sus compañeros de Selección. Me llamó de vuelta, para agradecerlo. Nunca jamás me llamó un futbolista para lo mismo, excepto Pep Guardiola. Como Piqué, es un aficionado en el campo. Fijarse tan sólo en su exabrupto es una mezquindad propia del fútbol. Aguantar tres años ahí tiene el mérito de los títulos y la supervivencia.

Cristiano Ronaldo. Puedes decir (con razón) que se pasa en las celebraciones de sí mismo. Pero es que tiene qué celebrar. Su año grande. Ayudado por su entrenador (que lo ha usado con inteligencia), llegó al final pletórico. Siempre fue decisivo, pero esta temporada ha añadido a su fuerza la inteligencia de acertar con la forma y con el fondo. La compañía de personas que le hagan dudar lo haría más cariñoso… con los suyos también.

Lionel Messi. Estuve con niños en tiempos difíciles, afectados por enfermedades raras, jugando al fútbol empujados y amados por educadores elegidos por el proyecto futbol.net del Fútbol Club Barcelona. La mayoría lleva la camiseta del 10. Sólo por esa alegría que transmite valdría Messi mi aplauso. Es, además, un genio del fútbol; cuando acabe todo esto nadie le regateará estar en la selección de los mejores de la historia.