Con Isco en Riazor como antídoto contra el desgobierno

El ansiado equilibrio. El afán por la épica y el deseo de victoria traicionó al Madrid en el Clásico. Resulta reprochable viendo lo sucedido en el gol decisivo de Messi, aunque también es cierto que el conjunto de Zidane nunca se ha distinguido por tutelar con autoridad los partidos. Siempre se sintió cómodo en la anarquía. Con todo, bien haría ahora en girar esa tendencia al descontrol. En este final de Liga, empezando ante el Depor, tiene que administrar los momentos del encuentro y el marcador.

Con Isco. Olvidado por Zidane ante el Barcelona, Isco apunta a recobrar su rol de titular en Riazor. En las dos últimas salidas ligueras en las que formó parte del once blanco apareció como salvador (gol a Osasuna y doblete asombroso contra el Sporting). Mel emulará su exitosa estrategia ante Barça y Atleti de juntar líneas y esperar en campo propio. Isco debe mostrarse a la espalda de Guilherme y Borges.

Ligero. El Madrid enfilará su ofensiva bajo el estandarte de Marcelo. El brasileño puede sacar de carril a Bruno Gama. Las doce asistencias que lleva este curso alumbran sus superlativas condiciones en ataque. Aun así, no se puede permitir más excesos defensivos. El Clásico señaló su conducta negligente en el primer y tercer gol.

Estilo local. El Deportivo no propugna un juego elaborado y de perfil elegante. Agita sus acometidas con balones al espacio para Andone y dirige sus asaltos por los costados (23 centros al área por partido, sólo Eibar y Madrid presentan un dato superior). Compromiso delicado para el recuperado Varane y Nacho. Casemiro, imprescindible a pesar de sus atropellos no castigados ante Bayern y Barcelona, custodiará las llegadas de Borges (cuatro goles sin contar sus dos tantos de penalti).