¿Quién teme al Bayern feroz?

El Atlético se reencontró hace ya un tiempo con el sabor añejo de las grandes noches europeas. Ya a nadie asusta ni sorprende que gane al que sea en el Calderón, camino a ese espacio de eliminatorias que hay más allá de la fase de grupos, y en el que siempre se le espera. De un tiempo acá, estas noches europeas del Calderón tienen aire de fiesta. Fiesta solemne, pero fiesta al fin. El socio accede ansioso, pero en su interior acuña la certeza de que todo acabará bien. Y, en efecto, una tras otra estas noches europeas del Atlético acaban bien, y el socio se marcha feliz, por las márgenes del río, dispuesto a presumir la mañana siguiente.

Es lo mismo quién esté enfrente. Anoche era el Bayern, cuya resonancia aún es tremenda. La sola recitación de su once titular impone. Los suplentes que van saliendo imponen más: Hummels, Robben, Kimmich... Pero ante ese presunto tirano europeo, el Atlético planteó una vez más la ‘ecuación Simeone’, tan difícil de resolver: yo te espero, ven, y van, no te daré un resquicio. Alguna vez te vas a equivocar, alguna vez iré allá y te meteré un gol. Y luego a ver cómo te las apañas para igualarlo, no digamos ya remontarlo. Fe, intensidad y algo de fútbol. El justo y necesario para penalizar el menor descuido del rival.

Eso es el Atlético y eso fue ayer. Eso le dio para un partido relativamente tranquilo de Oblak, cuya solvencia no pasó por problemas. Y eso le dio para un gol (golazo) de Carrasco y para dos remates al palo, uno de ellos en la situación extrema de un penalti. Suficiente para explicar que el Atlético ganó bien, que Ancelloti se vio otra vez incapaz de resolver la ‘ecuación Simeone’ y, sobre todo, para explicar el estado de felicidad en el que se han instalado estas noches europeas. El Calderón está viviendo unas últimas fechas que quedarán entre sus mejores recuerdos.