Bruno Hortelano es un cañón

De la noche a la mañana, Bruno Hortelano nos ha regalado un récord de España sensacional: 10.06 segundos en los 100 metros. Los 100 metros no son cualquier cosa. Forman una de las pruebas reina del atletismo, aquella cuyos instantes previos a la salida provoca un silencio sepulcral en los estadios, que, a continuación, estallan con un rugido mientras los atletas se lanzan a más de 40 kilómetros por hora, dando cuatro zancadas de más de dos metros por segundo. Quedarse al borde de los 10 segundos no es tampoco una tontería. Los 10 segundos son una de las grandes barreras del hombre. Al menos, para el hombre blanco. Hortelano tenía 10.27; ahora, siete centésimas le separan de ser un atleta sub-10. Eso son palabras mayores.

De Hortelano sabíamos poco, porque vive fuera de España. Nacido en Australia y residente en EE UU, pero genéticamente español por los cuatro costados. Ha habido más casos en nuestro atletismo: Arturo Ortiz, actual plusmarquista de salto de altura, nacido en Ginebra, o Nuria Fernández, en Lucerna. La diferencia es que estos se hicieron deportivamente en España, y Hortelano, no. ¿Es por ello mejor? No necesariamente. Desde Barcelona 92 hemos crecido en infraestructuras y conocimientos, hasta el punto de que son muchos los deportistas que vienen a prepararse a nuestros centros de alto rendimiento. Hortelano, aquí, también podría ser ahora un cañón. ¿O no se ha hecho en Madrid Carolina Marín campeona mundial de bádminton?