Sobre Lim, Nuno, Mendes y el Valencia

Anda el Valencia conmocionado desde la salida de Nuno, en realidad una muerte anunciada. Más allá de sus errores o aciertos, estaba demasiado solo. El jefe máximo, Peter Lim, en Singapur, el jefe directo, Jorge Mendes, en Madrid o volando de aquí para allá, que es lo que casi siempre hace atendiendo su amplísima red. La de Nuno era una posición de debilidad evidente. Los jugadores detectan con facilidad eso y la plantilla se vuelve ingobernable. Cualquier plantilla lo es en esas condiciones. Un grupo donde la mitad cada domingo no juega sólo se puede llevar con un fuerte respaldo.

Y al aficionado, con razón, todo esto no le gusta un pelo. Del plan inicial, en el que Peter Lim ponía el dinero y los contactos de Mendes para lo que hubiera menester, pero todo ello gobernado desde el valencianismo, vía Salvo y Rufete, a este servomando de forasteros sin contacto con la ciudad, media un trecho. Salvo, que urdió la operación, pensó que Lim le dejaría un buen margen de soberanía, con Rufete al lado. No fue así. Chocaron y Lim no se tomó la molestia de ‘revalencianizar’ el club con otras personas. El Valencia se convirtió casi en un cuerpo extraño en la ciudad cuyo nombre pasea por el mundo.

El ideal de cada club que acoge a un gran inversor extranjero es que éste deje hacer a la gente de la casa, o si no, al menos, que gane muchos partidos. Lo malo del Valencia de estos días es que ni una cosa ni la otra. Por desgracia, y por necesidad después de malas gestiones entre las que destaca la de Soler, ese club casi centenario, bandera de la ciudad de Valencia, fue comprado por un señor de Singapur que no supo entenderse con el muñidor de su llegada. Ahora se va Nuno y vendrá otro, pero Nuno no era la enfermedad, sino el síntoma. La enfermedad es otra y solo se curará si Lim ‘revalencianiza’ el club.