Ya no hay duda: a Florentino Pérez le gustan los micrófonos, al menos los propios. Y hasta diría que le gustan los periodistas, al menos los que acuden a sus convocatorias y se sientan ordenadamente en la sala de prensa. Sólo así se puede explicar su comparecencia ante los medios dos días después del Clásico. La derrota, aunque dolorosa para el madridismo, no hacía necesaria una intervención del presidente. No había ningún asunto institucional que aclarar. Lo más inteligente hubiera sido capear el temporal, dejar pasar el tiempo y cobijarse en las victorias que vendrán. Valdano, probablemente, le hubiera citado a Borges: “No hables si no puedes mejorar el silencio”. Por desgracia para el club, Valdano fue atropellado por Mourinho hace cuatro años. 

Cabe otra interpretación, naturalmente. Florentino no compareció como presidente, sino como director deportivo. Desde esa perspectiva cobraría sentido lo anodino de su discurso inicial y su repentina activación a la hora de responder las preguntas de los periodistas. Es obvio que le divierte la discusión futbolera y es evidente que le gusta manejar argumentos deportivos. La prueba es que Florentino habló de “corregir una situación que viene desde enero”, en clara alusión a Ancelotti y al declive del equipo desde que ganó el Mundialito de Clubes. Habría que recordarle, llegados a este punto, que el Madrid no se clasificó para la final de la Champions por un gol de Morata en el minuto 57 del partido de vuelta de semifinales. Morata, sí.

Sin corbata, y también sin chándal, Florentino empleó el resto del tiempo para manifestarse como un hincha y para denunciar persecuciones varias, desmentir informaciones y cargar contra prensa malvada. Así pasó el tiempo hasta completar media hora de intervención, o mejor será decir que media hora de concierto. Cuentan que no hay mayor inyección de autoestima y adrenalina que agarrar un micrófono, subirse al escenario y captar la atención de miles personas. Eso hizo Florentino. La gira ha comenzado.