Demasiada violencia sin freno en esta Copa América

La entrada más salvaje que recuerdo se la vi al chileno Ormeño a Branco, en un Chile-Brasil de las eliminatorias para Italia 90. Fue en Santiago y antes de empezar el partido ya se estaba pegando Romario con un chileno. Aquello acabó en empate y poco después en el partido de Río explotó el caso Rojas, uno de los más bochornosos de la historia del fútbol. Para cortarse él mismo una ceja con un cuchilla hay que tenerlo maquinado y esconder una cuchilla en el guante. Muchos casos, demasiados.

Las andanzas del Estudiantes de Zubeldía, que incluso hicieron que algunos europeos se negasen a jugar contra ellos, o el episodio de un partido histórico entre Uruguay y Chile en las eliminatorias para México 86. “Si repito la falta y marca nos matan a todos”, le dijo el árbitro a Caszely cuando le pidió que Aravena repitiese un tiro libre. En ese clima se juegan partidos en América y por eso siempre defendí que a Neymar jamás le han pegado más que en el Santos. Terrible, como algunas escenas de esta Copa América, brillante muchos momentos, pero también con episodios para olvidar. El dedo de Jara, las patadas a Neymar, las palabras del árbitro mexicano a Messi. Sí, eso es América pero no se debe jugar así y en los árbitros está la única potestad para proteger el espectáculo. No sólo en el campo. El Tata Martino ya fue expulsado con Paraguay en 2011 y de nuevo con Argentina hace unos días, luego llegó el turno en Paraguay de Emiliano Díaz, hijo del técnico. Y así.