6ràcies Xavi por todo

Xavi se merecía esta felicidad. Sus lágrimas son el colofón de la alegría de su juego, de su responsabilidad bien cumplida como capitán y de su disposición para compartir con los otros la voluntad de estilo que dominan su personalidad y su juego. Esta ocasión puede ser, dijo él, dijeron el entrenador y dijo Iniesta, la primera de otras, pues el Barça puede ganar aún dos títulos más. Esta prolongación posible de la felicidad se le debe también a él: Luis Enrique habló, en su parlamento parco pero también feliz, de los momentos de duda en los que (dijo) la afición los ayudó a seguir; no fue tanto la afición: fue sobre todo Xavi el que sacó del atolladero al equipo cuando el desastre de Anoeta.

En esta fiesta había flotando un nombre propio que nadie dijo, pero que está en la historia del Barça con una fuerza singular, tan fuerte como la propia presencia histórica de Xavi: Leo Messi. Ahí estuvo el genio de Rosario, con su hijo en brazos, sonriendo y abrazando, prolongando como azulgrana una temporada genial. No se puede entender el Barça de hoy sin esa prehistoria de Xavi, ni sin ese futuro que sigue encarnando Messi. Esta gratitud a Xavi comprende mucho más que el fútbol; sus lágrimas transmiten la esencia de él como persona: un individuo emocionante que ha hecho del fútbol una palabra de honor.